23 de mayo 2016
El trasvase de las aguas del Cocibolca al Xolotlán, que se constituyó en el nuevo megaproyecto ofrecido por Daniel Ortega (después que sus propuestas de construir una refinería, la represa hidroeléctrica Tumarín, y un canal interoceánico quedaran en punto muerto), es una idea concebida y discutida desde la década de los años sesenta del siglo pasado, cuando el país era gobernado por la dictadura de los Somoza.
El proyecto original nació en la mente del ingeniero Modesto Armijo (que es referente para una generación de ingenieros) como parte de un conjunto de proyectos denominado ‘PURONICA’, que también incluía la construcción del sistema de represas Copalar y Tumarín, que juntas podrían generar más de 500 megavatios, o el proyecto Brito, que añadiría otros 250 Mw. a la capacidad de generación eléctrica del país.
Nuestra turbulenta historia impidió que esos proyectos se ejecutaran en las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado, y que volvieran a ser motivo de conversación a partir del retorno de la democracia en los años 90. En la primera década del Siglo XXI, capitales brasileños se interesaron en Brito, pero el proyecto fue abandonado unos años después.
El ingeniero Jaime Matus, Director Ejecutivo de la Asociación Nicaragüense de Ingenieros y Arquitectos (ANIA), que conoce el proyecto, explica que trasvasar las aguas del Cocibolca conlleva una seria dificultad, por cuanto éste lago está más bajo que el Xolotlán. Para lograrlo, habría que construir varias presas entre Tisma y Tipitapa, desde las cuales el agua se bombearía hacia el Xolotlán. Esas aguas arrastrarían la contaminación y sedimentos, y se drenarían por el río Tamarindo.
El ingeniero Agustín Jarquín recuerda que el proyecto fue planteado en los años sesenta, y que si no se ejecutó fue porque “no ha habido continuidad en la realización de un plan de nación. Los abruptos cambios de gobierno han impedido la continuidad, como sí ha sucedido en otros países”, por lo que Nicaragua no ha podido hacer como las democracias estables, que deciden qué país quieren para 30 a 40 años a futuro, y se comprometen a ello.
Un proyecto poco factible
Ahora que Ortega revivió la idea de este proyecto, Jarquín dice que habría que hacer los análisis correspondientes para determinar los niveles de concentración de químicos (fertilizantes, herbicidas e insecticidas), y sal en el Xolotlán, que es una cuenca cerrada y se saliniza a causa de la evaporación.
“Yo creería que eso no tiene factibilidad. Está certificado que el agua del Cocibolca es buena para riego, mientras que la del Xolotlán no”, explicó.
Las aguas del lago de Managua sufren por los desechos de la ciudad capital (aunque la planta de tratamiento de aguas está funcionando bien); los agroquímicos, la salinización, y los desechos industriales, entre los cuales destacan, por ser más perjudiciales, las 48 toneladas de mercurio que se calcula fueron desechadas en sus aguas, por la antigua Electroquímica Penwalt S.A. (Elpesa), o el azufre, arsénico y amoníaco que la planta geotérmica Momotombo ha vertido en sus aguas desde los años 70.
Si ya el proyecto es difícil por razones puramente físicas y de recursos económicos, la contaminación de ambos lagos (más el Xolotlán que el Cocibolca), el problema de la falta de agua (que se ve apremiado por la sequía y los efectos del cambio climático), se agrava al considerar otro megaproyecto que sigue en el papel: el canal interoceánico.
Al respecto, Jarquín recuerda que “los estudios del canal son muy generales, pero muestran que el Cocibolca necesita más agua para que el proyecto sea viable, lo que se hace más difícil si ambos proyectos tienen que competir por usar la misma fuente. Lo que observo, como la mayoría de nicaragüenses, es que parece que el canal ya no va”, detalló.
Matus opina que “mientras no tengamos acceso a los estudios de ingeniería que supuestamente está haciendo HKND, no podemos dar una opinión a favor ni en contra”, aunque sí les resulta claro que será muy difícil poder tomar agua del algo para construir el canal.