22 de junio 2017
Lo que comenzó como una búsqueda personal por encontrar otra actividad que le permitiera dejar el magisterio, se convirtió en una inédita empresa que emplea a 18 personas para preparar, empacar y comercializar… gallo pinto.
El visionario es Carlos Riuzzhet Núñez, director administrativo de Betulia Foods, que se define a sí mismo como “maestro de primaria, cocinero, abogado y empresario”, y que encontró este inusitado nicho de mercado, simplemente observando qué es lo que necesitaban sus clientes. Los de ese momento y los potenciales.
El primer paso fue abandonar el paraguas de tener un salario fijo, y lanzarse a la aventura, abandonando en el proceso una profesión tan noble como el magisterio.
“Me gusta la docencia, pero yo no nací para eso, así que renuncié y comencé a vender frutas”, recuerda. Si bien parece una ruptura demasiado abrupta, Riuzzhet recuerda que “la venta de frutas tiene una rentabilidad de 100%, y del 50% cuando te va mal”.
Lo siguiente fue que comenzó a vender vigorón, primero en un punto fijo, y luego comenzó a llevarlo a las oficinas a la hora del desayuno, de donde comenzó a recibir pedidos de almuerzos. En algún momento entre las frutas y los almuerzos, llegó a sembrar tomates y chiltomas. Después de todo, trabajo es trabajo.
Entonces le llegó un momento de sentarse a analizar lo que estaba haciendo y lo que había hecho. Las formas en que estaba sirviendo a sus clientes, y lo que podía hacer por ellos. Notó que sus clientes tenían lo que él denomina “sentidas ausencias”.
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Vio que muchas veces llegaban buscando algo para desayunar. O para cenar, si tenían que quedarse a trabajar luego de la hora de salida. Notó que pasaban mucho tiempo esperando que llegara la señora que vende pan. O la de las tortillas con queso, la del aguacate, o lo que fuera para comer algo a media tarde, o para llevar a casa para la cena familiar.
Eso le ayudó a afinar el negocio y a conseguir más clientes, lo que lo obligó a estar de pie desde las cuatro de la mañana para comprar los alimentos, cocinarlos, levantar pedidos, entregarlos y cobrar.Sin embargo, cedió a la tentación de dejar comida al fiado… hasta que los montos por cobrar fueron tan grandes, que el negocio comenzó a tambalear.
El momento ¡wow!
Fue en esos tiempos que su padre le recomendó estudiar cocina, y aunque Carlos pensaba que no lo necesitaba, llegar a la Escuela Nacional de Hotelería le sirvió para comprobar que no sabía tanto como pensaba… hasta que llegó aquel domingo de 2011 en el que viviría una epifanía.
Se levantó a ver qué había en su semivacío refrigerador, y añoró encontrar un poco de gallo pinto que calentar, lo que encendió su imaginación: ¡había que vender gallo pinto empacado!
Regresó a la Escuela y le dijo a su profesor que solo quería aprender algunas técnicas más porque se dedicaría a vender gallo pinto. Las carcajadas de quienes le escucharon todavía deben estar resonando en las paredes de la instalación, junto con su asombro al ver que aquella (en apariencia) descabellada idea, funcionó.
Aunque no tenía créditos, ni clientes, hoy tiene una estructura empresarial denominada Betulia Foods, que vende gallo pinto, arroz, frijoles cocidos, frijoles molidos, empacados al vacío y listos para el consumo.
Betulia Foods tiene registro sanitario y sus productos se venden en los supermercados Walmart, La Unión, La Colonia, Porta’s, Super Express, AM-PM, y otros, hoteles, restaurantes tradicionales y de comida rápida (Mc Donalds, Tip Top, tiendas Super7 de las gasolineras Puma), comiderías, fritangas, cafeterías (Invercasa y Sitel).
El siguiente paso es lograr el apoyo de ICCO, (una aceleradora de negocios) para fortalecer la empresa, hasta llegar al momento de exportar sus productos.
¿Vender gallo pinto empacado? ¡Quién lo diría!