25 de junio 2019
El año pasado, Donald Morales sembró dos manzanas en Las Trincheras (Camoapa), y aunque tenía las expectativas de crecer —quizás a tres manzanas— en este momento se contenta con repetir el resultado del ciclo anterior, porque no encontró nadie que le prestara dinero.
Al norte, en las altas zonas cafetaleras, comienza a ser habitual ver fincas abandonadas, porque sus propietarios decidieron que ya no valía la pena seguir invirtiendo, especialmente después de haber entrado al tercer año consecutivo en el que, lo que paga el mercado internacional, no alcanza ni siquiera para pagar los costos de producción.
“Hay un montón de fincas abandonadas; todos los días llegan entre tres y diez personas a pedir trabajo a la finca, porque estamos viendo altos niveles de desempleo en el campo”, refiere el productor cafetalero Álvaro Reyes.
Por su parte, el cafetalero y ganadero Freddy Torres relata a CONFIDENCIAL que, en Jinotega, Matagalpa y Nueva Segovia, hay varias plantaciones que han tenido que cerrar por falta de financiamiento.
En el centro norte del país, en Matiguás, Benjamín Hernández hace grandes esfuerzos por mantener su excelente récord crediticio —en especial en la medida en que se acerca septiembre, cuando tiene que hacer un abono importante a un banco nacional— lo que significa que tendrá que malvender parte de su leche o su ganado para cumplir sus obligaciones.
Los productores estám siendo castigados no solo por la recesión, sino también por los efectos nocivos de la reforma tributaria de febrero pasado que aumentó los impuestos, a la vez que redujo indirectamente la capacidad de compra de los ciudadanos.
Todos esos factores “están generando la tormenta perfecta para el sector agropecuario”, en opinión de los economistas de la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides).
Esa ‘tormenta perfecta’ significa descapitalización, menor producción, y en algunos casos extremos: cierre de fincas, principalmente cafetaleras, pero también ganaderas.
Donald no podrá crecer
En Camoapa, Donald Morales quiere sembrar yuca y chagüite, y dedicar una parte de su parcela de dos manzanas de extensión a reforestación, pastos, y cosecha de agua, tratando de aprovechar el terreno al máximo. “Aquí la gente cosecha más para autoconsumo, que para comercio”, explica.
Su problema es que necesita entre 20 000 a 30 000 córdobas para comprar semilla mejorada y agroquímicos, recursos que buscó entre sus amistades —porque, desde 2009, en Camoapa no hay financiamiento para agricultura— pero no los consiguió.
La opción “para garantizar la calidad de la semilla, será asociarse con algún vecino, o con alguien de otra comunidad, para conseguirla en Boaco Viejo, lo que aumenta los gastos”.
La solución no es tan ‘sencilla’ en el caso de los agroquímicos, o del personal que hay que contratar.
“Los agroquímicos [necesarios para garantizar el bienestar del cultivo y una mayor producción] están súper caros: el herbicida (del que hay que hacer dos aplicaciones en el periodo) pasó de 110 a 150 córdobas el litro, mientras que el Gramoxone (se usa una vez al año) costaba 90 córdobas, y ahora cuesta 120”, lamenta.
Aunque Morales cuida personalmente su parcela, necesita contratar dos jornaleros para sembrar, y luego se queda con uno de ellos para cuidar los cultivos. El problema es que tiene que garantizarles entre 4000 a 4500 córdobas, más dos tiempos de comida.
“La gente está pidiendo más dinero, porque han subido los precios de la comida, el transporte, y demás gastos del hogar, pero es difícil asumir lo que está establecido o pagar más, y tampoco podemos renunciar a la persona, porque se necesita para cuidar el siembro, así que la opción sería abandonar el cultivo. Queremos pagarles más, pero no tenemos cómo”, lamenta.
Aunque no pudo crecer, y tuvo que recortar gastos, “incluso en adquisición de agroquímicos, inventando estrategias para mitigar imprevistos”, Morales espera incrementar la producción, aunque sabe que “todo es un riesgo, incluso a la hora de vender el producto, porque no sabemos si habrá mercado, ni qué precios pagarán, aunque trataré de evitar los intermediarios”, detalla.
Ganaderos gastan más y ganan menos
El principal rubro agroexportador del país no sale de la tierra, sino que pasta sobre ella: el sector pecuario representó el 5% del producto interno bruto de Nicaragua en 2018, o sea 655.9 millones de dólares. También sumó cerca de 580 millones de dólares en exportaciones, o sea, el 22.2% del total del año pasado.
En ese contexto, Benjamín Hernández, de Matiguás, encuentra mayores dificultades para cumplir sus obligaciones financieras.
Conocido como un hombre capaz de arriesgarlo todo con tal de estar al día con los bancos e instituciones de microfinanzas, Hernández ve que este año le costará más mantener su buen récord. En especial, porque cada vez necesita más córdobas para pagar deudas que están fijadas en dólares.
Recuerda que antes, cuando se acercaba el tiempo de hacer un abono importante y no tenía el dinero, se iba a la cooperativa local, y les vendía su producción de leche por adelantado.
“Me daban 5000 dólares, con los que pagaba el abono, y usaba el resto para los gastos de la casa y de la finca. Después, de cada cuatro pichingas de leche que le entregaba a la cooperativa, ellos me pagaban una, y las otras tres quedaban en abono por el dinero que me habían prestado”, relata.
Ahora será más difícil apalancarse de esa forma, no solo porque el crédito escasea, sino porque los precios de la leche se mantienen estáticos, mientras que los del ganado simplemente decayeron.
“En marzo del año pasado (o sea, antes del inicio de la Rebelión de Abril), yo vendía el ganado en pie a 36 córdobas el kilo, pero este año, nadie me paga más de 33 córdobas por kilo, mientras que la pichinga (de 40 litros) de leche, por la que el año pasado me daban 440 córdobas, me la siguen comprando a ese precio”, detalló.
Pero él, sí tiene que pagar más por sus insumos.
“Antes, el ‘quintal’ de sal (que en realidad tiene 90 libras) me costaba 100 córdobas. Ahora cuesta 200. Las grapas, que valían 18 córdobas, ahora valen 30, mientras que el rollo de alambre de 300 varas, pasó de 1100 a 1600 córdobas. Hasta las medicinas están 15% más caras”, lamenta.
Si bien ha visto cómo varios de sus vecinos cerraban sus fincas, la manera en que ha cuidado su negocio le permitirá mantenerse a flote por más tiempo. Eso sí, malvendiendo su leche y su ganado.
El impacto en la caficultura
Con la excepción de la caña de azúcar, los demás rubros tienen serios problemas que hacen dudar del cumplimiento de las metas de producción para el presente año, comenzando con el café, del que depende en gran medida la economía de departamentos como Jinotega y Matagalpa.
El grano de oro está en crisis desde hace tres años, cuando sus precios internacionales cayeron por debajo de los costos de producción. Si el primer año los productores siguieron adelante, esperando una corrección de precios, tres años después, hay quienes ya se rindieron, y otros que están pensando que este es el último año que lo intentan.
“Conozco casos de fincas que pagan a sus trabajadores con dos y tres meses de atraso, después de haber malvendido una casa o un vehículo” para cumplir sus obligaciones laborales, además de conocer personalmente casos de fincas que ya no pudieron seguir, porque sus dueños tiraron la toalla, relata Freddy Torres.
Él no es ajeno a esa coyuntura, por lo que, después de encadenar tres años seguidos de pérdidas, decidió que si las cosas no mejoran en esta cosecha, “este es el último año que hago esfuerzo por seguir con la plantación, porque no voy a seguir perdiendo dinero”, prometió.
Álvaro Reyes tiene la esperanza de que este año no sea tan malo porque acaba de renovar sus cafetales, lo que debería aumentar su producción, pero todo depende de que a la hora de vender encuentre mejores precios, porque de lo contrario “perderé más dinero, pues entre más se produce más se pierde”.
Además de la baja en los precios internacionales, el rubro enfrenta los efectos de la reforma tributaria, “que incrementó en gran medida todos los insumos”, dice Reyes.
Los fertilizantes que antes costaban 18 a 19 dólares, ahora cuestan 28, y si a aquel costo de los insumos, el precio al que lograban vender su café no cubría los costos, menos que lo haga ahora, cuando “el banco dijo a los cafetaleros que no financiaría el rubro”, y lo ha cumplido.
Torres dice que “la reforma tributaria fue el agravante que le dio tiro de gracia a esta actividad que ya estaba bastante deprimida”.
Luego rectifica, al decir que “ha sido un golpe bajo para todos los rubros, pero no solo al productor, sino que también al trabajador, porque el machete que compraba en 120 córdobas, ahora cuesta 160, mientras que las botas de hule pasaron de 180 a 250 córdobas”.
‘Arriesgarse’ a sembrar
Este año, además de tener que preocuparse por el clima, los productores agrícolas tendrán que hacerlo por la falta de financiamiento, por los bajos precios de sus productos, por el costo de la mano de obra, de los agroquímicos y otros insumos, y por el más que probable descenso de las áreas cultivadas y los rendimientos agrícolas, que les afectará a ellos, a sus familias, y en general, a quienes dependen del trabajo en el campo.
Por eso, los economistas de Funides, opinan que “los efectos del panorama que se cierne sobre el agro profundizarán la crisis existente”.
“Es en parte por ello que muchas instituciones internacionales están proyectando una contracción en la economía en torno a —5%, lo cual es más negativo que la registrada en 2018, que según el BCN fue de —3.8%. Funides estima que la variación del PIB para 2019 estará entre —7.3% y —10.9%”, señaló la entidad.
Cualquiera que sea el número final (todos en negativo, como puede verse), estará determinado por el hecho de que la economía es la actividad primaria de la que derivan las demás: desde el comercio (de agroquímicos antes, y de la cosecha misma, después), el empleo, el transporte, la industria, las exportaciones, etc., sin dejar de lado la seguridad alimentaria.
Pero este año —como ningún otro que recuerden los agricultores grandes, medianos y pequeños— hay muchas más razones para preocuparse, al punto que, si muchos van a ‘arriesgarse’ a sembrar, a pesar de tanta incertidumbre, es porque no pueden simplemente no hacer nada.