11 de agosto 2019
La Administración de Daniel Ortega aprovechó un ligero superávit de 2.7% en los ingresos fiscales al cierre del primer semestre, combinado con la continuación de su política de reducción del gasto de capital (que financia la inversión pública), para generar un superávit presupuestario de 6108 millones de córdobas, lo que es 2.26 veces superior al observado un año atrás.
La reforma tributaria al final sí produjo réditos en la forma de un aumento de las recaudaciones, aunque la pregunta es si valía la pena generar tanto estrés a las empresas, y poner en riesgo tantos empleos en el sector privado, para colectar 981 millones de córdobas (unos 29.7 millones de dólares) adicionales.
La respuesta, en todo caso, está en lo que habría ocurrido sin la reforma tributaria, si se toma en cuenta la caída de 12.3% que se registró al cierre del primer trimestre. Si se hubiera mantenido esa tendencia, en vez de estar contando 981 millones de córdobas adicionales, la Administración tendría un déficit de casi 4581 millones, o sea, 138.8 millones de dólares.
Con todo, el incremento de 2.7% solo es real, si los ingresos se miden en términos nominales o a precios corrientes, (o sea, incluyendo el incremento de los precios, por causa de la inflación y de la devaluación, entre otros), porque al incluirlos se revela la verdad: en términos reales, (o sea, a precios constantes), la recaudación tributaria se redujo en 3%.
Gobierno sacrifica el crecimiento
El crecimiento de 981 millones de córdobas en recaudaciones, explica menos de la sexta parte del superávit presupuestario (incluyendo las donaciones) de 6108 millones de córdobas. El resto de la historia, lo cuenta el nuevo apretón de faja que sigue aplicando el Gobierno, en contra de la sociedad.
Ese es el relato que hacen los números: mientras por un lado, el Gobierno aumentaba en 0.6% el gasto corriente (la planilla estatal creció en 409.1 millones de córdobas, o sea 3.37%), por el otro, reducía en 26.1% (2583.8 millones) el gasto de capital, o sea, el que se usa para financiar mejoras, compra de equipos, construir escuelas, carreteras, hospitales, etc.
Reducir el gasto de capital “ha sido la principal variable de ajuste fiscal, mientras que los gastos operativos (el que se usa para pagar salarios, servicios básicos en las oficinas, combustibles, etc.), se han mantenido sin un gran ajuste”, permitiendo que el Gobierno cuente con una bombona adicional de oxígeno, dijo un economista que pidió el anonimato.
La decisión del Gobierno de extraer vía recaudación fiscal, más recursos que los que inyecta en la economía por la vía del gasto, hace que las finanzas públicas se conviertan en un factor que contrae la actividad económica, con lo que hay muchas posibilidades de que, al final del año, el resultado sea una baja general en las recaudaciones.