15 de mayo 2023
El hondureño Dante Mossi tendrá al menos seis meses más al frente del Banco Centroamericano de Integración Económica, período en el que —según el exdirector del BCIE por Costa Rica, Eduardo Trejos Lalli— “tiene que ser un presidente ejecutivo intervenido hasta el final de su gestión”, en noviembre de 2023.
Mossi abandonará la presidencia del BCIE luego que la Asamblea de Gobernadores del Banco rechazó su reelección por cinco años más, este viernes 12 de mayo de 2023.
“El presidente Mossi, en estos meses que le quedan, tiene que ser intervenido, tanto por la dirección de los países como por los propios gobernadores. Las capacidades que tenga Mossi, de aquí hasta noviembre, deben ser mínimas y no debería estar asumiendo ni gestando ningún proceso: ni contrataciones, ni nuevos préstamos”, aseguró el exdirectivo en una entrevista con el programa Esta Semana, que se transmite por YouTube y Facebook por la censura televisiva impuesta por la dictadura de Daniel Ortega.
Para el exdirectivo —quien hasta mayo de 2022 fue director del BCIE por Costa Rica—, la salida de Mossi es una oportunidad para “promover presidencias del Banco que tengan todas las características técnicas y éticas”.
Advierte además que “uno no puede confiar en un proyecto de desarrollo en Nicaragua, supervisado por la gente que designe (Daniel) Ortega y (Rosario) Murillo. Eso el Banco lo tiene que subsanar con procesos externos a la realidad nicaragüense”.
Los cuestionamientos a la gestión de Dante Mossi en la presidencia del BCIE, por su financiamiento a la dictadura de Daniel Ortega y el deterioro de una serie de indicadores de la gestión del Banco, empezaron desde hace más de tres años; sin embargo, hasta hace poco, Mossi parecía contar con el apoyo de todos los Gobiernos centroamericanos ¿Qué pasó en la asamblea de gobernadores este viernes donde le quitaron el apoyo a su reelección?
El primer factor es que hay una clara descomposición de los principales objetivos que tiene el Banco Centroamericano de Integración Económica. Creo que es una gran plataforma para que los gobernadores, los directores y todos los Gobiernos se dieran cuenta de que el Banco no iba por buen camino y había que hacer un análisis más exhaustivo, tanto de la capitalización como de los indicadores financieros.
¿Se conoce qué países a pesar de eso apoyaron abiertamente la reelección de Mossi y quiénes lideraron este cambio?
Había una plataforma inicial que favorecía la reelección del señor Mossi, que básicamente estaba compenetrada entre El Salvador, Nicaragua y República Dominicana. Ese era, digamos, un núcleo duro de apoyo. Después fue perdiendo, cada vez más, los apoyos de Guatemala, Costa Rica y, básicamente, todos los socios intrarregionales. Al final, se desliga República Dominicana, después El Salvador y Nicaragua. Haciendo una valoración de la realidad, deciden que ya era insostenible que Mossi siguiera en su cargo.
¿Las opciones que estaban en discusión eran: reelección y no reelección, y también su reelección inmediata o quedarse hasta la culminación de su período?
La elección final fue un sector intermedio, que me parece fue encabezado por Honduras, de dejarlo terminar su proceso, su período por el que fue electo y anunciarle, claramente, que él no iba ser el próximo presidente del Banco, ni el contralor iba a continuar.
La gestión de Mossi
En una columna que publicaste este jueves en Confidencial, La Nación y El Faro, mencionaste diferentes aspectos críticos de la gestión de Mossi, entre ellos la pérdida de rentabilidad del Banco, una situación crítica sobre la gobernanza, pero también el apoyo político a la dictadura de Daniel Ortega y la falta de proyectos de desarrollo regional ¿Cuáles de estos factores inclinaron más la balanza para su no reelección?
Todos aportaron un poco dentro del escenario donde se construye la actualidad del Banco. La coyuntura en la que está Mossi le permite generar menos proyectos de inversión de mediano y largo plazo, y más proyectos que van a solventar necesidades de los países, en materia de gasto corriente. Por ejemplo: la crisis con los combustibles, el tema del covid-19. Todo esos factores le permitieron a Mossi tener excusas para poder darles a los países, que lo estaban requiriendo, una mayor cantidad de capital.
Todo eso se traduce en que son fondos que van rápidamente hacia los Bancos Centrales, que son utilizados por los ministerios de Hacienda, presupuestados y después las tasas de retorno se van prorrogando en el tiempo, porque son créditos que, a veces, están con tasas muy preferentes, a veces con plazos de pago diferidos. Ahí tenés un proceso de recuperación, de esos préstamos, de manera lenta.
En un debate público en Diálogo Interamericano afirmó que las decisiones las tomaba el Directorio y no él como el presidente ejecutivo, ¿qué es lo que está en juego ahora con este cambio? ¿Es un cambio de personas o se puede esperar alguna suerte de reformas en el BCIE?
El presidente Mossi, en estos meses que le quedan, tiene que ser intervenido, tanto por la dirección de los países como por los propios gobernadores. Las capacidades que tenga Mossi, de aquí hasta noviembre, deben ser mínimas y no debería estar asumiendo ni gestando ningún proceso: ni contrataciones, ni nuevos préstamos. Tiene que ser un presidente ejecutivo intervenido hasta el final de su gestión.
Y de la pesadilla que han sido estos años de Mossi encabezando el BCIE, hay que sacar de enseñanza no volver a cometer este mismo error, y promover presidencias que tengan todas las características técnicas y éticas. El cambio tiene que ser de 180 grados de lo que llevaba Mossi a lo que se está esperando, por el bien del Banco y de los países que utilizamos sus créditos y sus capacidades técnicas.
Relación de Mossi con la dictadura de Ortega
El tema específico del alineamiento político de Mossi con el régimen de Daniel Ortega, que fue objeto de muchas críticas a nivel público, no se conoció el posicionamiento de los Gobiernos excepto el de Costa Rica, en algún momento ¿Qué peso tuvo esto al final en este desenlace?
Es de los elementos que no ayudan a generar confiabilidad en un banco que tiene que ser de desarrollo. Nicaragua tiene un porcentaje, es dueño y va a tener acceso a los recursos de maneras iguales entre los otros socios. Lo que hay que cuidar es que todos esos procedimientos de contratación para proyectos de desarrollo en Nicaragua, tienen que estar blindados por elementos que son exógenos a la realidad nicaragüense. Uno no puede confiar en un proyecto de desarrollo en Nicaragua, supervisado por la gente que designe Ortega y Murillo; eso el Banco lo tiene que subsanar con procesos externos, exógenos a la realidad nicaragüense. Para que los proyectos puedan ser dirigidos de manera correcta y obtener los objetivos que beneficien a las poblaciones.
En estos meses también se ha planteado un debate, en el sentido de que al financiar a una dictadura se está violando flagrantemente no solamente los derechos humanos, si no los principios en que se sustenta la integración centroamericana, democracia y paz, esto sería incompatible con las funciones del Banco Centroamericano ¿Hay alguna conclusión en relación con este tema?
Es uno de los temas que se tienen que ir valorando en materia de acceso a la información, rendición de cuentas, los proyectos que se ejecutan, generar procesos de transparencia. Todos esos elementos que el Banco ha ido mencionando en los discursos, pero que en la práctica se van obviando, es lo que se tiene que retomar en esta nueva generación del BCIE, pos era Mossi. No solamente va a ser beneficioso para tener un mejor control de los fondos que van a Nicaragua, sino también para todos los que los usamos. Porque ejemplos de malos usos de recursos públicos y de los recursos del BCIE, los tenés en varios lados.
La elección del nuevo presidente
¿Cómo debería de ser el proceso de selección de candidatos a los dos cargos que ahora quedan abiertos: el de presidente y de contralor del BCIE? ¿Hay alguna precedencia, alguna rotación entre los países para estos cargos?
Es uno de esos puestos que está dentro de ese sistema de intercambio de apoyos a diferentes cargos, que tienen un alto perfil; SICA, SIECA, representaciones internacionales que se van rotando los países centroamericanos. Antes de que entrara Mossi había una cierta valoración de que un representante de Costa Rica pudiera ocupar ese cargo; pero en estas coyunturas, tanto Guatemala como Costa Rica, tienen altas posibilidades de que uno de sus conciudadanos pueda encargarse del BCIE.
Todo esto pasa por un criterio de selección, usualmente el BCIE tiene empresas que le colaboran para la construcción del perfil profesional al que se va a aspirar. Y después el análisis de las diferentes candidaturas: tanto Guatemala, Costa Rica, Panamá, República Dominicana y El Salvador deberían tener no solo una, sino varias candidaturas que puedan hacerle frente a las ternas o a los últimos cinco finalistas.
La percepción predominante que se construyó respecto al BCIE es que está al servicio de demandas que cada país le planteaba y no necesariamente de proyectos de desarrollo de integración regional, y de esa manera se convierte no en una especie de “caja grande” para el financiamiento de necesidades políticas de cada uno de los presidentes. ¿Seguirá siendo esto la norma del Banco, o puede cambiar?
No es sostenible para el Banco. Un presidente ejecutivo que trate de decirle sí a todas las peticiones de los presidentes o de los ministros de Hacienda de todos los países miembros, es un presidente que no tiene claro cuál es el rumbo. Un presidente ejecutivo tiene que aprender a decir no, cuando no está dentro de los marcos con el que el Banco puede asumir sus responsabilidades y mantener su solidez financiera en el futuro. Un presidente que le dice que sí a todos, es un presidente que no le sirve realmente al Banco. Ese es el principal componente que se tendría que transformar, ahora que hay una nueva oportunidad de cambio.
¿Esperabas la caída en la salida de Dante Mossi de la presidencia del BCIE?
Sabía que la situación en la que dejé el Banco (en mayo de 2022) era realmente lamentable. Me sentí muy decepcionado de que los procesos de mejora y gobernanza no se hayan podido implementar. Tenía la esperanza de que en estos últimos 12 meses algo se hubiera revertido, pero toda la información que tengo es que no hizo más que empeorar. Ante esa coyuntura y algunas de las condiciones del entorno político, había una posibilidad de que Mossi comenzara a debilitarse y hubiera intereses nuevos, que permitieran un nuevo proceso de contratación para una presidencia ejecutiva. Sabía que no tenía todas las de ganar en este proceso, porque ya lo había notado en la última Asamblea de Gobernadores, donde no se le autorizó la capitalización. Era clave la capitalización porque le permitía a Mossi disimular los malos indicadores financieros que tenía el Banco.