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Dictadura proclama que el 96% de la población de Nicaragua tiene empleo

“Juan”, “Andrea”, “Leonardo”, y “Donald”, están desempleados desde hace varios años y no tienen un salario fijo, en el “país del pleno empleo”

Vista de unos pequeños negocios en el mercado de Jinotepe, Carazo. Foto: Confidencial

Iván Olivares

11 de febrero 2024

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Según el Banco Central de Nicaragua (BCN), al mes de noviembre de 2023, solo el 3.9% de las personas adultas interesadas en trabajar no tenía trabajo, lo que, de ser cierto, implicaría que el país había alcanzado la categoría de pleno empleo. Las alegres estadísticas oficiales chocan frontalmente con las historias de decenas de miles de nicaragüenses, como “Juan”, un desempleado que solamente logra conseguir trabajos ocasionales.

“Usted me dice que, según el Banco Central, el 96% de las personas en Nicaragua tiene empleo, pero yo no lo creo, porque tengo unas amistades que son graduados universitarios y no encuentran trabajo, y si personas como ellos que son preparados no lo consiguen, no creo que el 96% de las personas en Nicaragua tenga un empleo”, asegura "Juan".

“Donald” es un estudiante de 24 años que nunca ha trabajado y se quiere ir del país. “Es que a veces siento que no tengo futuro en  Nicaragua, cuando veo la realidad que se vive aquí, que hace que muchas veces sienta como que estoy retrocediendo. En general, lo que me detiene de dar el paso es el dinero, porque necesito un mínimo de 300 dólares para comprar un boleto de avión”, explica.

Los datos que publica el BCN en cuanto a empleo se basan en los que publica el Instituto Nacional de Información de Desarrollo (Inide), que ofrece una estadística aún más optimista para diciembre de 2023, mes en el que el desempleo abierto habría disminuido aún más, para situarse en 2.5%, esto es, 0.1 puntos porcentuales más bajo que en diciembre 2022 (cuando cerró en (2.6%), y 1.4 puntos porcentuales menor que en noviembre 2023.


Al referirse al subempleo a nivel nacional, el Inide indica que fue de 40.3%, “aumentando en 1.9 puntos porcentuales respecto a diciembre de 2022 (38.4%), y una disminución de 0.7 puntos porcentuales” con respecto a noviembre de 2023. Según los funcionarios de la dictadura, trabajar al menos una hora en el período evaluado es suficiente para que ya no se le considere en situación de desempleo abierto, sino de subempleo.

El economista Enrique Sáenz califica de “propaganda embustera”, las cifras del  régimen sobre la pretendida bonanza económica. “Es una patraña”, argumenta considerando que ni el salario promedio de los que tienen empleo formal, (situado en 11 972 córdobas), ni el salario mínimo promedio, (que es de 8290 córdobas), bastan para adquirir la canasta básica alimentaria, cuyo precio a diciembre de 2023, estaba en 14 123 córdobas, así como por el alto nivel de desempleo que ostenta el país.

“Si según el Inide, cuatro de cada diez nicaragüenses están en el subempleo, y los trabajadores nicas no ganan ni para comer, ¿qué le importa a este 40% de desempleados que haya reservas récord en el BCN, que los indicadores macro sean buenos, o el supuesto crecimiento del 4.5% del PIB?”, cuestiona el experto.

Cuatro de esos miles de subempleados que no tienen una jornada laboral de 48 horas, ni acceso a salario mínimo, ni a la Seguridad Social, aguinaldo o vacaciones, son “Juan”, “Andrea”, “Leonardo”, y “Donald”, que llevan varios años sin saber lo que es tener un salario fijo.

“Juan”: “A veces consigo trabajar unos días”

Me matriculé en una universidad privada, y aunque las clases comienzan en febrero, no sé si voy a asistir. En parte, por el costo de la matrícula y el de la mensualidad, pero también porque primero quiero conseguir un trabajo estable para pagar el costo mensual de 25 dólares, porque me dieron una beca del 67%.

Aunque tengo vivos a mis padres, me propongo pagar mis estudios por mi cuenta ahorrando lo más que pueda para pagar no solo la universidad, sino también los servicios básicos de una casa donde estoy viviendo sin tener que pagar alquiler, y aunque la energía es cara en Nicaragua, a mí me sale bajísimo, porque solo la uso para cargar el celular, y para encender el abanico, por los calores que hacen en Managua.

Lo más caro es la comida, que puede costar unos 4500 córdobas al mes. Con eso más pasajes y recargas celulares, llego fácilmente a 5000 córdobas mensuales, que trato de juntar con un trabajito que tengo, pero no es fijo. Hace un tiempo le trabajé a una señora que tiene un tramo donde vende comida en un mercado. Ella a veces necesita que le ayude, y me paga C$ 300 por día más las comidas, pero eso no es diario, así que hay días que no voy del todo. Cuando eso pasa me pongo a limpiar la casa, para sentir que estoy ocupado en algo.

He buscado trabajo formal por mucho tiempo. Fui a dejar documentos a muchos lugares: embotelladoras, al Hospital Alemán y al Ministerio del Trabajo, que tiene una oficina donde te reciben tu currículo, pero no me ha llamado nadie, excepto una vez que viajaba en bus y me llamaron como a las ocho de la noche de parte de una comidería muy famosa aquí en Managua, y me pedían que me presentara inmediatamente, pero no fui porque ya era muy tarde.

No me volvieron a llamar.

He buscado empleo de lo que sea, porque últimamente es lo que menos me importa, aunque tengo experiencia atendiendo mesas, y títulos en esa vaina, y hasta un título de Técnicas Básicas para la Búsqueda de Empleo, pero no sé por qué no logro hallarlo.

En el último empleo que tenía administraba una tienda de ropa en casa de una amiga. Estuve como cinco meses ahí, pero dejé de trabajar con ella porque se fue del país, después que toda su familia emigró al extranjero de una en una y como se sentía solita, cerró y se fue.

“Andrea”: “Veo pobreza en el campo y en la ciudad”

Tengo 65 años, así que soy una mujer de la tercera edad. Aunque tuve siete hijos, cuatro de ellos emigraron por causa de esta situación que está pasando. Unos para España, otros para Estados Unidos, pero no han hallado trabajos como para decir que van a ganar un montón, y que van a tener para sobrevivir ellos y mandar dinero para que sus familiares sobrevivan. Los tres que están en Nicaragua tienen familia qué mantener, y como yo todavía puedo trabajar, me la dibujo para poder sobrevivir.

Todos los años, en temporada de recolección de café, salgo a los cafetales a vender ropa para recoger dinero y poder sobrevivir hasta donde pueda. El resto del tiempo me dedico a otras cosas, como vender nacatamales, echar tortillas, o cualquier cosa para sobrevivir.

Esas salidas al monte me han mostrado que en el campo la pobreza es fatal. Hay personas a las que les cuesta vivir, que a veces solo ajustan para comer y no pueden mandar a sus niños a clase, porque no tienen cómo comprarles un cuaderno, una mochila o su uniforme, y los niños se crían así, sin poder ir a la escuela.

Hay otras personas que sobreviven cuando hay cortes de café, y cuando no hay eso se dedican a la agricultura, que también está mal, porque cuando salen a vender sus cosechas les pagan un precio tan bajo, que ni siquiera les alcanza para comprarse siquiera una mudada, una ropa para vestirse. Siempre andan como pueden andar.

En el caso de los que viven en la ciudad, muchos están quedando desempleados por culpa de nuestro Gobierno -porque aquí solo pueden trabajar los que son allegados al Gobierno- y hay muchos que no pueden hallar un trabajo digno, o los corren sin darles su liquidación, y a partir de ahí se dedican tal vez a vender agua helada, a comprar verduras para salir a vender a las calles, a hacer rumbitos, sí ha sido albañil, para llevar qué comer a su casa; o a limpiar casas, qué sé yo. Cualquier otra cosa que les permita sobrevivir para llevar algo, porque esta situación está bastante fregada. Bastante fregada, que ya no se puede ni vivir.

Cuando voy a los cafetales, llevo a vender lo que la gente me pide. Imagínese: ropa usada para poder vestirse; zapatos, chinelas, ropa interior, toallas, colchas, porque hace mucho frío.

Voy sola, cargando un gran bolso, y aparte de eso llevo otro saco guindado, casi arrastrado por unos cerros para arriba, otras bajadas para abajo, y ahí voy a cómo puedo con mis rodillas que me duelen demasiado.

“Leonardo”: “Ellos acaparan todo”

Trabajé manejando un taxi desde 2018, hasta esta semana. Antes de eso, trabajaba en arte publicitario. Fui diseñador e instalador de publicidad, pero tuve que dejarlo cuando varias empresas cerraron. Después de cinco años de taxear tuve que dejar el carro porque el negocio está malo, y este martes comencé a conducir un microbús de transporte de personal en una empresa privada que me contrató con todas las prestaciones de ley, y con este salario espero que me alcance para poder cubrir mis obligaciones personales.

Este es un empleo movido, cansado y estresante por la responsabilidad, y por el agotamiento físico, pero tuve que dejar el taxi porque esto está muerto. No hay casi población en la calle, así que hay menos pasajeros y menos ganancia, y aunque cada año entra una millonada de dólares en remesas, me parece que la gente que recibe ese dinero no usa taxis, además que hay menos personas en las calles buscando taxi, de tanta gente que se ha ido del país.

En estos años como taxista quise emprender en el campo de la publicidad, pero no se pudo. Más que todo, por las circunstancias que tenía el país en ese momento, que estaban fuertes. Consideré la posibilidad de utilizar plataformas digitales como Facebook o Instagram para desarrollar ese negocio, pero descubrí que no había mercado para eso, en parte porque hay varias empresas que acaparan los contratos, y todas son estatales, o ligadas a sus amigos. Hasta de eso se apoderaron ellos, cuando vieron que las ganancias eran buenas.

“Donald”: “Siento que estoy retrocediendo”

En este momento no estoy trabajando porque me salió la oportunidad de estudiar, y la tomé. Después de haber buscado empleo en el pasado, y al ver que no lo conseguía, preferí enfocarme en los estudios. Tengo 24 años, y nunca he trabajado. En parte, porque casi nunca tuve necesidad de trabajar, y luego porque cuando busqué empleo en un centro de llamadas, no lo conseguí.

Yo recibí entrenamiento de parte de la empresa para mejorar mi nivel de inglés buscando el grado de 'muy avanzado', pero no lo logré. Pude avanzar, pero no al nivel que ellos requerían. Entonces me dijeron que tenía que dejar el programa, estudiar por mi cuenta y volver a aplicar, pero cuando clasifiqué en la universidad descarté la idea del empleo, porque el horario académico -un día sí, un día no; clases por la tarde, clases los sábados- no me iba a dar tiempo de trabajar y estudiar.

Solvento mis gastos con la beca que nos dan en la universidad, y mi familia cubre el resto. Por suerte, a mi edad no me presionan para que busque cómo generar recursos, porque tanto mi mamá como mi papá tienen empleo: ambos trabajan en instituciones públicas.

Aunque ellos no me reclaman, igual siento esa pena moral de no ser capaz de comprar mis cosas por mi cuenta, o de salir adonde desee y ser capaz de pagar lo que consuma, usando mi propio dinero. Aunque faltan tres años más de esto, puede ser que consiga una pasantía, si no es que me decido a irme del país, porque la idea de irme de aquí me pasa por la cabeza y me estoy tambaleando porque no logro decidirme.

¿Por qué quiero irme? No sé. A veces es como que no quiero estar aquí. Quiero irme a explorar, empezar de cero y ver qué pasa.

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Iván Olivares

Iván Olivares

Periodista nicaragüense, exiliado en Costa Rica. Durante más de veinte años se ha desempeñado en CONFIDENCIAL como periodista de Economía. Antes trabajó en el semanario La Crónica, el diario La Prensa y El Nuevo Diario. Además, ha publicado en el Diario de Hoy, de El Salvador. Ha ganado en dos ocasiones el Premio a la Excelencia en Periodismo Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, en Nicaragua.

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