23 de mayo 2024
El ataque de Daniel Ortega en contra de la banca nacional, es una muestra de su interés por controlar uno de los pocos sectores de la economía nacional que el capital de su familia no ha podido copar: el financiero, coinciden el abogado Eliseo Núñez y el economista Enrique Sáenz, en una entrevista con el programa Esta Noche, que se transmite en línea por la censura televisiva instaurada en Nicaragua por el régimen Ortega-Murillo.
El 18 de mayo, al finalizar el acto oficial por el 129 aniversario del natalicio de Augusto C. Sandino, Ortega amenazó a la banca nacional de la que, dijo, “parece cómplice” de las personas, medios de comunicación y organizaciones confiscadas por su régimen, a quienes calificó como estafadores.
“Ahí están pegando brincos algunos bancos, que más bien parecen cómplices de los estafadores (...) se está investigando para sancionar a todos los que resulten culpables”, aseveró.
Así, el discurso del dictador respondería a una estrategia de chantaje. Núñez, por ejemplo, opina que “Ortega está buscando cómo llegar a un punto en que pueda obligar a los bancos a darle algún tipo de participación dentro de su capital accionario”, versión que Sáenz refrenda, al asegurar que el discurso de Ortega es parte de una estrategia mafiosa.
El primer elemento que le lleva a esa conclusión, es la aprobación de políticas monetarias que permiten a la banca privada volver a tener tasas de rentabilidad similares a antes de 2018, que es “bastante más que el promedio centroamericano”.
A su juicio, eso evidencia la existencia de un contubernio porque Ortega no les daría la oportunidad de tener grandes ganancias si él no recibiera algo a cambio. “Estas presiones nada tienen que ver con las hipotecas (de las propiedades confiscadas a los desnacionalizados), que serían centavos en comparación con las ganancias de los bancos”, sino que los presiona con otros propósitos.
Se refiere a la investigación del Observatorio Pro Transparencia y Anticorrupción (OPTA), que valora las ilegales confiscaciones de bienes efectuadas por el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua en, al menos USD 250 millones los que tendrán que pagar los ciudadanos, al constituirse en deuda pública.
El primero tiene que ver con la ingente cantidad de liquidez que maneja la familia gobernante, gracias a sus negocios de generación y distribución de electricidad y venta de combustibles, que supera la capacidad de absorción de la economía nicaragüense, lo que deja a Ortega con la necesidad de sacarlo del país, “y para eso necesita la complacencia de bancos”, que también le son necesarios para seguir comprando empresas —y a otros bancos— de los que Ortega ya sería socio por distintas vías, aseguró.
“Es como el padrino. Les dice: te voy a hacer una oferta que no podés rechazar. Ya sé cuánto pagas, ya sé cuánto es tu utilidad, ya sé cuál es tu impuesto sobre la renta. Te voy a comprar el 25% de las acciones. Vas a seguir en la administración. Vas a seguir obteniendo ingresos y te voy a dar garantías”, graficó el especialista.
La ruta Irán-Rusia-China
Al detallar la ruta seguida por el clan que encabezan Ortega y Murillo para dominar la economía, el abogado Núñez señala que “prácticamente tiene dominado el comercio y el turismo, pero se le ha retardado su entrada a los bancos, porque son más sofisticados y requieren de mayor soporte internacional”, destacando la importancia de controlar la banca para establecer un sistema paralelo que les ayude a burlar las sanciones estadounidenses.
Su tesis es que Ortega trabaja para conformar un esquema financiero con la participación de Irán, Rusia, China, y otros países, creando entidades bancarias que hagan negocios con el Estado de Nicaragua y con empresas dentro y fuera del país que tengan interés en Nicaragua como destino financiero, para después competir con la banca privada, aunque la nueva banca china rusa iraní no tenga interconexión con Estados Unidos.
“Cuando ves lo que firma con Rusia para el tema de las sanciones, lo que está de fondo es crear un sistema financiero internacional paralelo al que controla Estados Unidos”, explica Núñez. El gran problema de ese plan, es que no es fácil crear un sistema financiero internacional paralelo al que controla Estados Unidos, porque ello implica, entre otras muchas medidas, crear una alternativa al Swift, que es el sistema internacional de transferencias.
“China, Irán, Rusia, están buscando armar su propio Swift, pero eso les va a llevar un montón de tiempo. Creo que ya hacen algunas transacciones en alguna moneda, pero esa es una meta que no se logra ni en diez, ni en veinte años. Sustituir la banca nacional por una china, rusa o iraní no es tan viable, porque al final, los Ortega estarían afectando sus propios negocios”, dijo a CONFIDENCIAL el antiguo ejecutivo de una entidad financiera.
Este experto descarta que el régimen sea capaz de diseñar un esquema en donde se elimine la banca comercial nicaragüense, y se sustituya por bancos estatales, o quizás sucursales de bancos iraníes, chinos o rusos, aseverando que “jamás funcionaría. Jamás”, dada la alta relación y dependencia de la economía nicaragüense con la centroamericana, estadounidense, y occidental en general.
“¿Como vas a exportar a Estados Unidos? ¿Qué banco corresponsal va a recibir tu dinero o va a enviártelo? ¿Cómo se relacionaría con Centroamérica, con la Unión Europea? Ese sistema bancario estaría aislado completamente. ¿Por qué crees que ‘cerró voluntariamente’, el Bancorp? Porque estaban sancionando a sus directivos. Y aunque nunca tuvieron corresponsales bancarios internacionales, tampoco podían movilizar recursos. No podían operar. Así que decidieron cerrar, sacar la plata, y llevársela a otro lado”, ilustró.
Esta fuente también descarta que Ortega logre hacerse socio de cualquiera de los bancos privados que operan en el país, señalando que la respuesta que le dará cualquier banquero es “No. Mejor quitámelo, porque si yo me hago socio tuyo, me quemo”, y aunque admite que igual puede entrar al negocio por medio de testaferros, también recuerda que “al final todo se sabe”, lo que terminaría perjudicando al banquero que cediera a las presiones del mandatario.