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Panamá después del voto: de la incertidumbre a la expectativa

Un triunfo claro de Raúl Mulino con un mandato débil. La bancada de los diputados de libre postulación con 20 escaños fue la más numerosa

Un voceador de prensa vende diarios que informan sobre la elección de José Raúl Mulino como presidente de Panamá. Foto: EFE | Confidencial

Daniel Zovatto

15 de mayo 2024

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Panamá acaba de vivir el proceso electoral más inédito, complejo e importante de las últimas tres décadas. El expresidente Ricardo Martinelli, quien lideraba todas las encuestas, fue inhabilitado por el Tribunal Electoral después de recibir una condena a 128 meses de prisión por lavado de dinero. Esto llevó a que su vicepresidente, José Raúl Mulino, se convirtiera inesperadamente en el candidato presidencial de la coalición Realizando Metas-Alianza. Martinelli, buscando evadir la cárcel, se asiló en la embajada de Nicaragua en Panamá, desde donde, contraviniendo las normas de asilo, apoyó activamente la campaña electoral de su delfín. Además, un recurso de inconstitucionalidad que ponía en peligro la candidatura de Mulino fue resuelto a su favor por la Corte Suprema de Justicia tan solo 48 horas antes del día de las elecciones.

Después de una campaña electoral marcada por la incertidumbre y la tensión, la jornada electoral del domingo 5 de mayo transcurrió con normalidad, sin perjuicio de algunos inconvenientes menores propios de todo proceso electoral, destacando -para un país sin voto obligatorio- el alto nivel de participación ciudadana, cercano al 78%; el más alto desde el retorno de la democracia en la década de los años 90s del siglo pasado. El Tribunal Electoral cumplió nuevamente con su responsabilidad y gracias a su sistema de transmisión de resultados extraoficiales rápido (TER) las panameñas y los panameños se fueron a dormir la noche del pasado domingo -como ya es tradición desde 1994- sabiendo el nombre de su nuevo presidente.  

Un triunfo claro con un mandato débil

Tal como viene ocurriendo desde 1994, hubo voto de castigo para el oficialismo. El partido de gobierno (PRD) sufrió una fuerte derrota electoral no solo a nivel presidencial (quedó en el sexto lugar de 8 candidatos) sino también a nivel legislativo: pasó de 35 curules a 13. Pero el revolcón político que trajo esta elección afectó también a los otros partidos tradicionales, entre ellos, al Panameñista, Cambio Democrático y Molirena.

Los resultados de las elecciones presidenciales confirmaron lo que venían anticipando las encuestas, el triunfo de Mulino, candidato de centro derecha, con el 34.3%. El triunfo fue claro pero no contundente. En efecto, si bien su 34%  lo posiciona como la primera minoría, el restante 66%, es decir, dos de cada tres electores, no votaron por él. Ello es consecuencia de que la presidencia se define en primera vuelta a simple mayoría.


La sorpresa tuvo lugar en relación con la conformación de la próxima Asamblea Nacional.  La bancada de los diputados de libre postulación (independientes) con 20 escaños fue la más numerosa; un resultado inédito no solo en Panamá sino también en nuestra región. En esta nueva Asamblea Nacional, altamente fragmentada, Mulino solo cuenta con 16 escaños (14 de Realizando Metas y 2 de Alianza) del total de 71; escenario que anticipa desafíos importantes en materia de gobernabilidad.

Una larga lista de problemas mayúsculos de no fácil solución

Mulino asumirá la presidencia en un contexto de alta complejidad política, económica y social, probablemente la más desafiante de las últimas décadas. Esto le impone la necesidad de abordar una agenda saturada de retos críticos que requieren respuestas urgentes. En el ámbito económico, deberá impulsar un crecimiento inclusivo y sostenible que genere empleo de calidad, hacer un ajuste fiscal, recuperar el grado de inversión, resolver la crisis de la Caja del Seguro Social, enfrentar la escasez hídrica que impacta al Canal, gestionar la elevada deuda externa,  abordar el tema de la mina de cobre y, sobre todo, garantizar la seguridad jurídica y la estabilidad política, mejorar el clima de negocios y generar confianza para atraer nuevamente la inversión extranjera que el país necesita.

Lo anterior debe venir acompañado de una agenda que atienda de manera urgente la dimensión social de la democracia poniendo foco en la reducción de la desigualdad (una de las más altas de la región), y dando respuesta a los problemas derivados del alto costo de vida y de los medicamentos, la provisión de servicios públicos de calidad, incluyendo la salud, el acceso al agua potable, la gestión de desechos sólidos y la mejora de la calidad educativa para una sociedad del siglo XXI. El descontento social, que desencadenó dos estallidos sociales en 2022 y 2023, aún persiste. Mulino es consciente de la delicada situación social que vive el pais. En su discurso durante el acto de su proclamación como presidente electo dijo que la inequidad en Panamá es “intolerable” y que el pais es una burbuja que si no se gobierna bien les puede explotar en la cara. 

Además, deberá reducir significativamente la corrupción e impunidad, modernizar el Estado con un servicio civil competente, fortalecer las instituciones y la justicia, realizar ajustes a la Constitución y a la ley electoral, y abordar los retos de seguridad ciudadana, crimen organizado, narcotráfico, y los crecientes flujos migratorios.

En política exterior, debe priorizar y equilibrar estratégicamente sus relaciones con Estados Unidos y China, fortalecer la cooperación con Colombia, Costa Rica y Estados Unidos para un manejo eficiente de la migración con respeto a los derechos humanos, sacar al país de las listas grises en las que aún figura, y promover a Panamá como un destino seguro y estable para las inversiones y el nearshoring.

Esta larga lista de desafíos sería incompleta si no abordara dos cuestiones cruciales: 1) las medidas que tomará Mulino en relación con la situación judicial de Martinelli y 2) la naturaleza de su relación política con el expresidente. En cuanto a este último punto, es fundamental que Mulino redefina la percepción pública que le ayudó a ganar la presidencia. La fórmula “Mulino es Martinelli y Martinelli es Mulino”, que puede hacerle parecer un títere de Martinelli, necesita ser transformada en “Mulino no es Martinelli y Martinelli no es Mulino” para establecer su propia identidad política.

¿Cómo navegar con éxito estas aguas turbulentas? 

En sus primeras declaraciones, el presidente electo ha dejado en claro que solo no podrá sacar adelante a Panamá. Para abordar esta desafiante y pesada agenda, necesitará entablar un diálogo amplio, realizar convocatorias inclusivas y multisectoriales, saber escuchar, fomentar los acuerdos y consensos necesarios para responder eficazmente a estos retos y apalancarse en las numerosas ventajas que tiene el país.

Deberá, asimismo, formar un gabinete con los mejores cuadros, articular alianzas que le aseguren la gobernabilidad y le permitan responder de manera oportuna y eficiente a las diversas demandas ciudadanas.

Reflexión final

Mulino disfrutará de una breve luna de miel política. Para evitar un desgaste prematuro y navegar con éxito en estas aguas turbulentas tendrá que lograr un delicado equilibrio entre pragmatismo, eficacia en la gestión y sensibilidad social. Estos elementos serán claves para consolidar su liderazgo presidencial, asegurar la gobernabilidad y ofrecer resultados desde el arranque de su mandato.

Las próximas semanas serán decisivas, pues proporcionarán señales claras sobre la formación de su nuevo gabinete, sus prioridades y la confianza que logre inspirar tanto en inversionistas nacionales como internacionales. Hasta ahora, sus primeras declaraciones como presidente electo han sido bien recibidas y generado un moderador optimismo, transformando la incertidumbre inicial en expectativa. Y a partir del 1 de julio, ya en ejercicio de la presidencia, deberá pasar de las promesas a las acciones para estar a la altura de las expectativas.

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Daniel Zovatto

Daniel Zovatto

Investigador senior del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica de Chile. Es doctor en Derecho Internacional y Gobierno y Administración Pública. Máster en Gerencia Pública, Derechos Humanos, y Diplomacia. Es miembro del Consejo Asesor del programa para América Latina del Woodrow Wilson International Center for Scholars.

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