8 de mayo 2024
La relación entre Nicaragua y Rusia se resume en un juego de personalidades autoritarias con ilusiones de grandeza. Daniel Ortega, un animal político primitivamente autoritario, está obsesionado con entregarse a Rusia y Vladimir Putin, como una necesidad existencial. Mientras tanto el dictador ruso acepta el cortejo del dictador criollo para alimentar su ego, su perenne lucha, anacrónica, por recobrar lo que no existe, una nación que perdió décadas atrás su silla imperial. Y de paso aprovecha el uso del territorio nicaragüense como una plataforma para promover la inestabilidad regional.
La relación con Rusia es prácticamente unidireccional, de subordinación, y se construye con el apoyo del ejército de Ortega, la policía de Rosario Murillo, y los empresarios de la élite del clan familiar. Es una relación estratégica para Ortega y una asociación oportunista para Putin
Alrededor de Rusia, Ortega está obteniendo la subordinación táctica del ejército, control social con tecnología y ‘pedagogía’ rusa, alineamiento geopolítico, y un parasitismo mercantilista del clan económico del régimen.
Nicaragua ha suscrito al menos 15 acuerdos con Rusia, los primeros dos fueron de cooperación firmados durante el gobierno de Enrique Bolaños para formalizar relaciones entre países. Cuatro años después desde que Ortega se apoderó del control político, se han firmado al menos 13 acuerdos más.
Para Ortega, Rusia refleja la ilusión de un modelo imperial socialista que nunca existió, pero lo asocia con la guerra fría y la Unión Soviética como el único Estado que estaba en aparente paridad frente a Estados Unidos. Al final, las cartas mostraron que no existía tal paridad, más bien una nación esclavizada y empobrecida: un país con una población equivalente a la mitad de Estados Unidos, pero 11 veces menor que la economía de ese país. Pero Ortega sigue viendo en Rusia, el imperio que se enfrenta al imperio estadounidense y sus órdenes de rendirle soberanía a Rusia se traducen en varios ámbitos.
La necesidad táctica del clientelismo militar
Para el Ejército la relación con Rusia es una moneda de dos caras. Por un lado, la importancia táctica que representa Rusia y por el otro, la oportunidad clientelista de ganarse el favor de Ortega.
El Ejército necesita de Rusia no por ser un actor geopolítico formidable, sino porque el equipo militar nicaragüense es fundamentalmente de manufactura rusa heredada desde los ochenta cuando la Unión Soviética apertrechó al entonces Ejército Popular Sandinista. Un cambio de equipo y municiones representaría un overhaul financiero de miles de millones de dólares difíciles de obtener. Hay que tener presente que con Ortega en los ochenta más de la mitad del endeudamiento con la URSS y el bloque oriental fue en adquisición de armamento militar soviético (helicópteros, tanques, armas ligeras, sistemas de defensa aérea, municiones). Esa dependencia militar ha hecho que el Ejército considere importante continuar sosteniendo sus equipos con adquisiciones rusas.
Entre 2000-2023 Nicaragua ha gastado $192 millones en compra de armas al bloque de las compras de armas rusas. Entre 2007-2023 se gastaron $134 millones en adquisición de armamento ruso. Esto es 91% de ese gasto con Rusia y equivale al 85% del gasto militar centroamericano del triángulo norte, cuya dependencia militar es mixta y no exclusiva con un solo país.
Mientras tanto los oficiales del Estado Mayor, a cambio de recibir autorizaciones de compra de equipo militar, han entregado su lealtad a Ortega mientras sostienen la fachada militar. Esa lealtad ha sido recíproca ante el aprecio de Ortega del Ejército en no cambiar o planear usar a otro proveedor, Ortega ha premiado al estamento militar con estas compras y con mayor presencia gerencial en el gobierno. La presencia militar en el Estado es extensa, incluye Policía, construcción, minas y transporte.
La Policía: un estudiante en temas de represión
La presencia rusa en la Policía tampoco es accidental y refleja tanto la combinación de intereses políticos del ejército en la policía, formados algunos en inteligencia rusa, y los intereses del clan familiar de la familia Ortega de mantener control del poder por la vía rápida, violenta.
Después de la instalación de la estación satelital Glonass, la cual tiene usos múltiples, ya desde 2017 se profundiza la dependencia policial con Rusia con el propósito de montar la academia de Policía, para entrenar a policías en técnicas de control social, y en teoría, de lucha contra el narcotráfico — aunque Rusia no ha manejado problemas de narcotráfico de cocaína de la misma manera de la experiencia acumulada por Estados Unidos, y otros países en el Hemisferio Occidental contra los carteles de la droga. Tácticamente, la presencia rusa en la policía se ha manifestado en el rastreo de redes y uso de granjas de troles para confundir a la población con desinformación y en el apoyo a la persecución y captura de líderes cívicos.
La opción por Rusia en formación policial es intencional, no por necesidad de mejorar la seguridad ciudadana, en momentos en que el resto de Centro América pasaba con altas tasas de homicidio y Nicaragua no: entre 2010-2017 el promedio de homicidios diarios en el triángulo norte era de 9 asesinatos por país mientras que Nicaragua tenía 2.
La razón de buscar a Rusia estriba en dos factores, en la confianza de los militares con ese país, los mismos que ocuparon puestos en la policía, y en la predilección del clan familiar por Rusia que le permite mantenerse desligado de la influencia americana en materia de seguridad ciudadana.
En 2023 la dependencia de Nicaragua con Rusia en materia de seguridad es total, incluso, los asesores rusos tienen autoridad e inmunidad dentro del país. El último acuerdo de abril 2024 para la puesta en marcha del Centro de Instrucción le dio privilegios e inmunidades al personal ruso, incluyendo la dirección queda a cargo del Ministerio del Interior ruso. Fuera del ámbito de instrucción, Ortega le entregó derechos soberanos a la potencia extranjera rusa.
Esta entidad policial ha sabido poner en práctica lo aprendido en técnicas de tortura, investigación, monitoreo, rastreo e inteligencia, y lo han demostrado en varias ocasiones, con operativos dentro de la institución, tanto nacionales como rusos. La persecución política y religiosa lo atestiguan. También se ubican en una intersección cómplice con el trasiego de drogas situación que se reflejó en enero de 2024 con el trasiego de una tonelada de cocaína desde Nicaragua a San Petersburgo.
El oportunismo mercantilista de los nuevos ricos
El mismo predicamento del Ejército y la Policía, lo tiene la clase económica emergente dentro del clan familiar y el círculo de poder. La relación económica con Rusia les permite controlar una huella empresarial. Los amigos de Laureano Ortega forman parte del capital importador, y son los que se han beneficiado de los ‘acuerdos’ con Moscú.
Este clan no tiene control de la mayoría de los sectores más fuertes de la economía de (la zona franca es predominantemente transnacional; instituciones financieras bancarias y no bancarias son nacionales, la agro-exportación es capital nacional en su mayoría y aun no orteguista).
Aunque no son sustitutos de Estados Unidos, ni China lo es, el comercio con Rusia representa negocios lucrativos millonarios para estos empresarios y se reflejan en el creciente aumento de importaciones rusas a Nicaragua a cargo de los socios del régimen. Una funcionaria del FMI advertía que el modelo político ruso es una de las razones del autoritarismo criollo, la otra está en el juego económico con Rusia de la élite que participa en la captura del Estado.
La obsesión de Daniel Ortega de estar en el centro de la geopolítica
Para Daniel Ortega, Rusia es la madre de todas las revoluciones, la tierra a la que el dictador le rinde homenaje, y subordinación plena. La lectura geopolítica de Ortega sigue siendo calcada de la guerra fría, y mira a Rusia como el aliado principal en la lucha antiimperialista frente a Estados Unidos. Ortega no solo ha permitió la presencia rusa sobre el control de la Policía, pero también le ha abierto las puertas a la entrada de militares rusos al país, que han tenido una presencia mínima de 200 efectivos desde el 2008.
Nicaragua fue el segundo país después de Rusia en reconocer los disputados territorios de Osetia del Sur y Abjasia. Y posteriormente invitó al ejército ruso al país, tiempo en el que Wilfredo Navarro (cuando era liberal) se opuso a su llegada. Más recientemente Ortega amplió su lealtad hacia Bielorrusia con acuerdos comerciales y mantiene relaciones con Corea del Norte, un suplidor táctico de misiles a Rusia en su invasión contra Ucrania. Ortega enlaza el círculo de Estados forajidos.
Además de la lectura geopolítica, está la apreciación autocrática al modelo político de Putin. Al igual que Putin, Ortega no cree en la democracia, es decir, en la capacidad soberana de un pueblo de tomar decisiones en libertad, pero con responsabilidad. Como Putin, Ortega cree que es consistente con la autoridad política restarle libertad al pueblo y decidir por ellos cuál es su ruta de vida. La admiración de Ortega hacia Putin es doble, romántica hacia un pasado de la guerra fría, y pragmática de coincidencia política. No hay ideología de por medio, pero mucho aprendizaje de Ortega: las leyes de agentes extranjeros y ciberdelitos en Nicaragua son reproducciones fieles a la legislación que introdujo Putin para reprimir a su pueblo.
Esta es la verdadera amenaza para Nicaragua, un modelo político que refuerza la radicalización del dictador y atenta contra una futura construcción democrática en el largo plazo. Es imperativo entender las intenciones de Ortega y Putin con Nicaragua y movilizar la presión interna y externa para prevenir el caos que están desencadenando.