Guillermo Rothschuh Villanueva
28 de abril 2024
PUBLICIDAD 1M
PUBLICIDAD 4D
PUBLICIDAD 5D
El periodismo de calidad requiere regímenes legales que protejan la libertad de expresión y el “derecho a contar”
Desde hace más de un quinquenio las noticias sobre la situación del periodismo resultan preocupantes. Hay quienes se atreven a prescribir su desaparición. Factores políticos, económicos, empresariales y tecnológicos inciden de forma negativa en su presente y futuro. Entre este vocinglerío apocalíptico hay periodistas, académicos y expertos en tecnología que formulan propuestas encaminadas a contener su deterioro progresivo, cuando no su colapso definitivo. Para quienes valoramos su presencia en la sociedad, resulta alentador recibir y adoptar sugerencias cuya finalidad primordial consiste no solo en atajar este viaje en barreno, su interés principal radica en crear condiciones para oxigenar a lo que pareciera ser un enfermo terminal. ¡Bienvenidas sean!
Presiones políticas, estrechez financiera, persecución y exilio de periodistas, estrangulamiento de la libertad de expresión, más los desafíos que impone el avance tecnológico configuran un cuadro dramático. Ante un panorama desolador resulta refrescante encontrar formulaciones que nos devuelven la esperanza. Expresiones que demuestran que no todo está perdido. Entre más pronto asumamos sus dictados, en mejores condiciones estaremos para impedir lo que a ojos vista resulta una realidad palpable. La conjugación del diagnóstico con las medidas para contener la catástrofe, constituyen salvaguardas indispensables para frenar su aniquilamiento y encaminarnos hacia un proceso de reconversión. Medidas terapéuticas indispensables.
CONFIDENCIAL publicó el 22/04/24 un trabajo firmado por Joseph Stiglitz, profesor de la Universidad de Columbia, Anya Schiffrin, periodista y directora de Tecnología, Medios y Comunicación de la Universidad de Columbia y Dylan W. Groves, profesor adjunto en Derecho y Gobernanza del Lafayette College, bajo el título El periodismo de calidad es más importante que nunca. Un conjunto de propuestas que requieren de respuestas inmediatas de gobiernos y sectores interesados en la sobrevivencia del periodismo. Para comprender su tesis primero hay que atender el diagnóstico. Desde el covid-19 las suscripciones noticiosas han venido a la baja, los medios continúan despidiendo periodistas y muchos han cerrado sus puertas. Todas son malas noticias, como adelantan los especialistas.
Debido a la mala prensa que sufre el periodismo, especialmente entre el estamento político, y la embestida provocada por el acelerado desarrollo tecnológico, insisten en recalcar que la información debe ser considerada como un bien público. Algo que pocos han querido entender. Basados en estudios efectuados en América Latina, África, India y Estados Unidos llegan a la conclusión que “…las noticias y el periodismo de alta calidad fomentan la responsabilidad y capacidad de respuesta, incluso en medio de crecientes oleadas de mala información y desinformación; y los controles de veracidad son realmente capaces de contrarrestar las mentiras y distorsiones que actualmente inundan a las sociedades de todo el mundo”. Una forma de enfrentar las fake news.
Nunca como ahora las mentiras han alcanzado cuotas alarmantes. En un universo plagado de falsedades, el periodismo de calidad se convierte en antídoto imprescindible. Existen corrientes interesadas en propalar noticias falsas a diestra y siniestra. Byung-Chul Han, piensa que en una época donde predominan las emociones resulta ineficaz combatirlas. La celeridad y viralidad con que circulan hace que los desmentidos lleguen de manera tardía. El daño ya fue realizado. Se vuelve urgente desmontar el entramado desde donde son lanzadas. Stiglitz, Schiffrin y Groves acreditan que el periodismo de alta calidad sigue siendo más eficaz que las redes sociales para difundir noticias precisas y confiables. Especialmente ahora con el descrédito acumulado por las redes.
En un año especial, con 74 países encaminados a realizar elecciones presidenciales y a renovar sus instituciones, los medios están llamados a asumir el desafío planteado en las redes. Troles y bots han empezado a inundar las pantallas. Estados Unidos, un país polarizado y acostumbrado al uso de las redes, será una vez más el principal escenario de esta contienda. Efectuar un ejercicio sistemático similar al que vienen haciendo los grandes medios (The New York Times, The Washington Post, Wall Street Journal, CNN, BBC, etc.), afanados en poner al desnudo sus mentiras, cosa que vienen haciendo desde las elecciones presidenciales de 2016. No tienen otra alternativa. Demostrar en la práctica la diferencia entre el periodismo de alta calidad con respecto a otros actores noticiosos.
Los académicos estadounidenses tienen enormes dudas “que la provisión de este bien público sea adecuada en condiciones de libre mercado, incluso con la asistencia de organizaciones de ayuda, medios de difusión, gobiernos y filántropos orientados al bien público. En muchos mercados, su apoyo no es suficiente”. Una realidad verificable. Algunos periodistas y dirigentes de medios tienen suficiente experiencia acumulada para ratificar que estamos frente a una gran verdad. Las ayudas no han sido capaces para mitigar la crisis. Los gobiernos son los principales responsables de garantizar los bienes públicos a sus ciudadanos. Con conocimiento de causa, los expertos enumeran las condiciones requeridas para que los medios salgan airosos en ambientes adversos.
Con justa razón señalan algunos presupuestos que se necesitan para la existencia de esta clase de periodismo. “El periodismo de alta calidad requiere regímenes legales que protejan la libertad de expresión y el ‘derecho a contar’, aunque eso no alcanza. Para que los periodistas puedan hacer su trabajo también debe haber leyes y mecanismos de cumplimiento que garanticen el derecho al acceso a la información: ‘el derecho a saber”, afirman. En las condiciones en que se desenvuelve el ejercicio del periodismo en muchos países, resulta poco probable que estén decididos a cambiar las reglas de juego. Esto no debe ser motivo para obviar la necesidad de garantizar condiciones para el sano y justo ejercicio profesional del periodismo. Siempre resultará necesario insistir sobre el tema.
La parte medular de sus propuestas consiste en lo siguiente: “Apoyar al periodismo en la provisión de fondos indispensables o ventajas impositivas como los créditos fiscales por empleo o reducciones específicas del impuesto al valor agregado (IVA), así como la emisión de vales para la suscripción a servicios de noticias”.
Muchos estarán convencidos que estos enunciados resultarán inaceptables para gobiernos que mantienen relaciones antagónicas con el periodismo. Es impensable que estén dispuestos a introducir cambios en sus políticas fiscales. No hay ni habrá condescendencia con los miembros de una institución percibida como enemiga. No por eso debemos desconocer la importancia que tienen estas recomendaciones para la buena salud del periodismo.
Estamos en presencia de un nuevo actor que pone en riesgo la misma existencia del periodismo. La inteligencia artificial (IA) se proyecta como adversario invencible. Debido a su utilización y despliegue el periodismo aparece ubicado entre las profesiones que serán dadas de baja. La sombra de la IA se cierne como un manto inexpugnable. Bill Gates como principal factótum afirmó de manera rotunda que esta no llegaba a quitarle el trabajo a nadie. A renglón seguido añadió que una de las primeras profesiones llamadas a desaparecer será el periodismo. La huelga decretada por los guionistas de Hollywood fue una campanada de alerta. The New York Times se vio compelido a sentar en el banquillo a los usurpadores y violadores de sus derechos de autor.
Únicamente personas e instituciones con grandes intereses en juego pueden dudar de la urgencia de salvar al periodismo. El grupo de actores que debe enfrentar debilitan su existencia. Los primeros en regodearse de su precariedad son los políticos. Sus eternos adversarios cuando no sus enemigos. La existencia del periodismo resulta para ellos un incordio. En momentos en que el mercado se asume como un absoluto se torna casi imposible pensar que aceptarán la noción de bien público del periodismo. Siempre la han negado. No debemos desmayar. Estamos emplazados para reivindicar su importancia. La sociedad requiere de contrapesos. La vigilancia que ejerce el periodismo sobre la conducta de una diversidad de actores hoy resulta más necesaria que nunca.
PUBLICIDAD 3M
Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.
PUBLICIDAD 3D