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La esperanza, nunca se pierde

La esperanza es el alimento que ha mantenido y mantiene activos a los mejores hijos del pueblo para impulsar los cambios históricos necesarios

Onofre Guevara López

9 de abril 2024

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La definición del sustantivo “esperanza”, conozcamos o no su definición de diccionario, será siempre tener “la confianza de lograr una cosa o esperar la realización de un deseo”. Pero esperanza es algo más: es la fuerza moral que mueve los esfuerzos humanos por alcanzar la victoria sobre los infortunios del presente.

La esperanza, pues, importa mucho en todo lo relacionado con las aspiraciones humanas por alcanzar algo mejor en su futuro. Uno de los refranes o, más bien, una de las frases más universalmente utilizada, expresa mucho fatalismo, cuando, y en medio de una situación difícil, decimos que… “La esperanza es lo último que se pierde”.

Así, se está confesando que, siendo lo último por perderse, es que ya está perdido todo lo demás. Se dice sin quererlo, de modo inconsciente, pero es como sentirse un ser humano derrotado, porque se tiene la idea de que la esperanza está fatalmente predeterminada a perderse.

La esperanza no tiene nada que ver con los milagros ni con los sueños, quien los confundiera pasaría de la fe a soñar. Y “los sueños, sueños son”, según Lope de Vega. O sea, que esperar milagros y soñar es como ir de la nada hacia la nada.


II

Esta verdad sugiere la siguiente advertencia: no guiarse por la frase derrotista de que: “lo último que se pierde es la esperanza”. No es conveniente para varias generaciones de nicaragüenses que hemos estado viviendo durante muchos años, bajo la represión y las medidas inconstitucionales, que nos han hecho perder derechos y libertades, porque podría desmovilizarlos.

Mejor que guiarse por esa frase, es recurrir a la conciencia y utilizarla como antídoto del pesimismo. Hagamos “conciencia” contra el pesimismo para salvar la “esperanza”. Esto equivale a dotarse de la convicción de que los nicaragüenses, con nuestros esfuerzos, encontraremos los medios de los cuales valernos, y de las formas de lucha creadoras de circunstancias y condiciones propicias para los cambios políticos, sociales y liberadores, y emprender la reconstrucción del país en democracia.

III

Imaginemos y preguntémonos cuáles son las situaciones que podría estimular los esfuerzos populares y validarlos con la esperanza de que nuestro país saldrá de las realidades políticas actuales:

¿Por qué no esperar que las actividades cívicas populares se aceleren y acerquen la llegada del momento de ver materializada la esperanza de ser libres, a causa de la crasa intención de imponer una quinta reelección presidencial?

¿No podría ser esta imposición una excitativa para despertar las ansias de los nicaragüenses, de sentirse libres y en democracia, ahora aparentemente adormecidas por el terror?

Dadas las particularidades que han provocado la difícil situación política nacional, como las absurdas pretensiones dinásticas… ¿no tendría acaso, el carácter de reelección continua la sucesión inmediata de la Vicepresidencia, porque, aun siendo prescrita por la Constitución política, ese cargo también viene de una reelección?

¿No sería igual de reeleccionista la irracional ocurrencia de pretender el lanzamiento de la candidatura de algunos de los herederos? En estos tiempos, las sucesiones dinásticas de las monarquías retrasadas en el mundo, hieden a cuerpo social en descomposición por su anacronismo.

El trasplante artificioso de esos sistemas al nuevo mundo, tendría los rasgos chapiollos de comedia barata en escenario de barrio pobre, ocupado por la delincuencia, como ya sucedió en Haití con la dictadura dinástica de los Duvalier de 1937 a 1986. ¡Una dictadura dinástica de 49 años, más larga que la de los tres Somoza!

IV

Nunca está de sobra reiterar los lados oscuros de nuestra historia, y las reelecciones no son las que han brillado en medio de la oscuridad política en que aún vive nuestra sociedad, por culpa de las 14 reelecciones que suman —hasta ahora— 94 años en el poder ¡de solo seis individuos durante los 203 años de república!

Y no olvidemos que uno de ellos… ¡ya acumula 25 años en el poder! Esto que está ocurriendo, representa casi la mitad de nuestra vida republicana oficialmente independiente.

Queda la esperanza de que, en la historia, nunca ha sido más fuerte el terror que la lucha consciente que hace sobrevivir a los pueblos, que —aún en situaciones extremas, como son las guerras— han terminado viendo el triunfo de la justicia sobre el terror.

V

Ofrecemos disculpas por reseñar experiencias personales para confirmar lo dicho. Nacimos bajo la dictadura de la intervención armada estadounidense. Vivimos su herencia de 43 años de dictaduras somocistas de los últimos 70 años del siglo XX. Desde 1944, comenzamos haciendo pequeñas actividades políticas que no significaron nada importante, pero como parte de la lucha de todo el pueblo, nos permitió ver materializada la esperanza de sentirnos libres en 1979.

En ese lapso de 35 años (1944-1979), fuimos testigos de todo lo que intentó frustrar esa esperanza: tragedias y traiciones, represiones y torturas, muertes y corrupción, sacrificios y dolores. Pero nada ni nadie pudo impedir que la esperanza depositada en el heroísmo de miles de jóvenes nos hiciera un pueblo libre.

VI

Lo mejor de la esperanza es su universalidad. No hay solo esperanzas individuales, sino de toda la colectividad humana. Pasamos todo un año (1944-1945, cuando había pocos medios de comunicación), yendo diario a observar el mapa de los frentes de guerra en la pared de un edificio comercial, esperanzados en el avance de los ejércitos aliados —señalado con flechas— que hacían retroceder a los ejércitos nazi-fascistas. Ahí estaban hombres luchando y muriendo con la esperanza de lograr la victoria, esperanza compartida por millones de seres humanos de todo el mundo.

Los cines, con sus noticieros en blanco y negro, eran los únicos que traían los mensajes gráficos de los avances de los ejércitos aliados en el Pacífico y en Europa, alimentaban las esperanzas a esos millones de personas.

Era lógico que otros millones de los simpatizantes y habitantes de los países de la barbarie nazi-fascista, vivieran con pesimismo y con pocas esperanzas, el curso que llevaba la guerra. Pero, incluso esos millones de personas, tenían la esperanza en que, perdida la guerra, saldrían de aquella trágica situación y logarían la reconstrucción de sus países. Al final, vieron materializada su esperanza.

VII

Estamos viviendo los primeros 24 años del siglo XXI, cuando el éxito de las esperanzas en 1979 ya son solo recuerdos, pero también recuerdos de las muchas cosas positivas, aunque efímeras y de poco aliento. La guerra contrarrevolucionaria pretendió marchitar la esperanza, pero esta floreció.

Fueron las ambiciones, la codicia de dinero y poder, enemigas de la esperanza, las que dieron vida en una nueva etapa a la desesperanza, rehabilitando las viejas mañas, con las cuales todavía quisieran darle muerte definitiva a la esperanza, sembrando la desesperanza.

Falsa esperanza dictatorial, una gata por liebre que se dan ellos mismos, porque no tienen conciencia de lo que es la justicia. Tampoco tienen idea de que la esperanza es el alimento que ha mantenido y mantiene activos a los mejores hijos del pueblo para impulsar los cambios históricos necesarios.

Más que todo, no podrán saber —en su histeria por conservar el poder— que la esperanza no es un sueño tras un deseo, sino la intangible fuerza motriz que impulsa a los pueblos hacia su victoria. A la esperanza no la vemos ni la sentimos, pero llegamos a ver su vigencia en los resultados finales.

Al margen de estas cuartillas

*Los agentes del pesimismo, por ende, saboteadores de la esperanza, no dejan de sembrar la cizaña en el predio de la unidad…

*Su actividad pasa inadvertida entre quienes piensan que la esperanza se realiza a corto plazo, por lo que depositan su esperanza en los demagogos…

*El demagogo habla y actúa haciendo pensar a los demás que comparte la esperanza de todos, cuando su única esperanza es mejorar su vida…

*Cuando la demagogia (del demagogo) se expresa con un dinamismo exagerado, de puras tapas, es un probable infiltrado de la dictadura…

*Contra la infiltración no hay remedio, pero sí medidas preventivas de poca complejidad: como no ser ingenuo, depositando la esperanza en cualquier tapudo.

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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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