19 de febrero 2024
“Así como en su momento Nicaragua fue copiando muchas de las medidas autoritarias del régimen del chavismo, ahora el chavismo también comienza a copiarle varias de las medidas autoritarias a la dictadura nicaragüense”, considera el politólogo Daniel Zovatto, Global Fellow del Wilson Center, al comparar la reciente escalada represiva de Nicolás Maduro, al inhibir a la precandidata opositora María Corina Machado y encarcelar a líderes políticos y defensores de derechos humanos, con la redada electoral que ejecutó Daniel Ortega en 2021.
“En la medida en que una dictadura viola la ley, la Constitución, detiene de manera arbitraria, reprime, lleva a cabo elecciones sin ninguna garantía y no pasa mayor cosa, eso genera un efecto contagio”, explica Zovatto, “y entonces Venezuela dice: ‘Si Nicaragua lo hizo y la verdad no pasó mayor cosa, ¿por qué no lo voy a hacer yo?’”.
En relación a la violación de los Acuerdos de Barbados entre el régimen de Maduro y la oposición con testigos internacionales, para permitir elecciones democráticas en 2024, en una fecha que aún no ha sido fijada, Zovatto admite que “el régimen de Maduro le tiene temor a las sanciones (internacionales de Estados Unidos) porque esto le complica el tema económico, pero si hay algo que Maduro tiene, por encima de todo, es miedo a ir a unas elecciones con garantías, porque sabe que la va a perder y si la pierde va a perder el poder. Así que ahí comienzan a echar para atrás y comienzan a hacer lo que ellos saben hacer mejor, que es reprimir, inhabilitar, porque no quieren ir a unas elecciones con plenas garantías”.
En una entrevista con Esta Semana y CONFIDENCIAL, Daniel Zovatto analizó los dilemas de la oposición venezolana ante la escalada represiva de Nicolás Maduro, comentó el Índice de Democracia de la Unidad de Inteligencia de The Economist, y habló también del efecto contagio del régimen autoritario de Nayib Bukele en América Latina en lo que describió como “la bukelización de la política”.
Entre Uruguay y Nicaragua hay siete “regímenes híbridos”
El viernes 16 de febrero se publicó el Índice de Democracia de The Economist, que coloca a Uruguay como el país número uno de América Latina en la posición 14 a nivel mundial. Y a la dictadura de Nicaragua en el último lugar en América Latina. En la posición 143. Incluso por debajo de Cuba y de Venezuela. ¿Qué representa este contraste entre Uruguay y Nicaragua?
En un caso tenemos la democracia de mejor calidad: Uruguay, no es una sorpresa, en el Índice de la Democracia que elabora la Unidad de Inteligencia de The Economist esto viene ocurriendo año tras año. Siempre Uruguay califica como la mejor democracia de nuestra región y una de las 20 mejores democracias del mundo, actualmente ubicada en el puesto 14 a nivel global.
Lo de Nicaragua tampoco nos debe sorprender, es una dictadura que realmente se ha venido agravando año tras año, su represión, su estado policíaco, su violación a los derechos humanos. Se acaba de cumplir un año de la expulsión de las 222 personas que fueron privadas de su nacionalidad. Así que viene a confirmar lo que venimos diciendo muchos, que Nicaragua es realmente uno de los peores sistemas políticos autoritarios que tenemos en la región.
El índice clasifica tres dictaduras: Nicaragua, Cuba y Venezuela y un Estado fallido que es Haití. Pero a Nicaragua esta vez la coloca incluso por debajo de Cuba y de Venezuela, es decir, en una situación peor en cuanto a carencia de democracia.
Nicaragua tiene la posición 143 a nivel mundial, Venezuela tiene el número 142, también está por debajo de Haití, y de los 20 países de América Latina. Nicaragua es el régimen político peor calificado por este Índice de la Democracia 2023.
El índice califica a los regímenes políticos en cuatro categorías. La primera es la de las democracias plenas y ahí está Uruguay y le acompaña, en este caso Costa Rica.
En el segundo nivel habla de democracias no ya plenas, sino democracias defectuosas. Y ahí tiene siete países de la región: Chile, que estaba como democracia plena en 2022 y que ahora cae a democracia defectuosa. También están Argentina, Brasil, Colombia, Panamá, República Dominicana y se le agrega en este año Paraguay, que era un régimen híbrido y ahora ascendió a la categoría de democracia defectuosa de baja calidad.
La tercera categoría son los regímenes híbridos, son aquellos países que ya no son democracias, pero que todavía no son un régimen autoritario pleno. Y ahí tenemos de norte a sur, el caso de México, El Salvador, Guatemala, Honduras y después descendemos hacia América del Sur y tenemos Ecuador, Perú, y Bolivia.
En la región latinoamericana este es el octavo año consecutivo de deterioro. O sea, desde 2016 a la fecha, año tras año, el promedio regional de América Latina en materia de calidad de la democracia viene deteriorándose y a su vez, el área geográfica que más deterioro democrático ha sufrido en el índice de 2023 es Centroamérica, particularmente con los casos de Nicaragua, El Salvador, Guatemala y Honduras.
La “bukelización” de la política
El Gobierno de Bukele, que se reeligió de forma inconstitucional a principios de febrero, aparece como un régimen híbrido. Dijo Bukele recientemente que está desmantelando la democracia en su país para crear algo nuevo. Algunos críticos dicen que debería ser considerado como un régimen autoritario, pero otros invocan al régimen de Bukele como un modelo que se quiere replicar, supuestamente para enfrentar los problemas del crimen organizado y la inseguridad, aunque se cuestiona que ha eliminado completamente cualquier clase de contrapeso democrático.
Hay que tomar en cuenta que este es el índice 2023 y la reelección inconstitucional del presidente Bukele acaba de ocurrir el 4 de febrero de 2024. Presumiblemente, el índice de 2024 de la Unidad de Inteligencia de The Economist debería poner ya a El Salvador, no como régimen híbrido, sino como régimen autoritario.
Yo considero, claramente, que el régimen de Bukele es un régimen autoritario.
Por un lado, porque ha tenido una reelección totalmente inconstitucional, en un proceso electoral plagado de irregularidades, que tuvo lugar durante la vigencia del estado de excepción, que ya lleva dos años, que concentra todo el poder. Se autoproclamó en la noche del domingo 4 de febrero, cuando no estaban los resultados oficiales y él dijo que había ganado con el 85% de los votos en la elección presidencial y que, a su juicio, con sus datos había logrado al menos 58 de las 60 curules que tiene la nueva Asamblea Legislativa.
Todas estas irregularidades se agravaron aún más cuando, ante la falta de resultados y la autoproclamación de Bukele, pasó a dar su discurso como diciendo: “Yo me autoproclamo y digo cuáles son los resultados”. Por cierto, el Tribunal Supremo Electoral ha hecho un trabajo bochornoso a la hora de organizar estas elecciones. No ha tenido la autoridad para generar unas elecciones con transparencia, con equidad en la competencia electoral, para poner en su lugar al presidente Bukele. Y todavía hoy, cuando ya han transcurrido 13 días desde la fecha de la elección, todavía el Tribunal Supremo Electoral no tiene los datos oficiales totalizados para la elección de la legislatura. Hay muchísimas irregularidades.
La sumatoria de estas irregularidades debería provocar la anulación de la elección. Estoy seguro de que el presidente Bukele no lo va a aceptar y el Tribunal no lo va a determinar. Pero realmente en otros casos este nivel de irregularidades hubiera sido suficiente para pedir la anulación de las elecciones.
Es una situación muy grave porque lo único que prevalece en El Salvador es la popularidad. Varios países de la región, la misma noche del domingo 4 de febrero, la Secretaría de Relaciones Exteriores de México, el presidente (Bernardo) Arévalo, de Guatemala; la presidenta Xiomara Castro, de Honduras, y otros presidentes, felicitaron a Bukele por su reelección como si hubiera sido una reelección democrática y constitucional. Y esto nos está llevando a la gravedad de la situación, donde lo que importa es la popularidad. Estamos entrando de una democracia a una “eficracia”, en que lo único que importa es si sos popular o no, así como (Javier) Milei grita en el sur, en Argentina: “Viva la libertad, carajo”, pareciera ser que en El Salvador se grita: “Viva la popularidad, carajo”. Porque si sos popular tenés una suerte de cheque en blanco, de hacer lo que quieras. Y eso es lo peligroso del modelo Bukele, de esta “bukelización” de la política. Cómo desmantelar una democracia, pero con apoyo popular, que está generando mucho rechazo en algunos casos, pero también –en otros países y en otros líderes políticos– un efecto de seducción pensando que los problemas de seguridad y otros que tienen varios países de la región latinoamericana se solucionarían con una “bukelización” de la política.
Escalada represiva en Venezuela
En Venezuela el régimen de Nicolás Maduro ha desatado una ola represiva, después de que hace unos meses había llegado a unos acuerdos con la oposición, para supuestamente facilitar un proceso electoral. Primero, inhabilitó a María Corina Machado, ganadora de las primarias de la oposición, después encarceló a líderes políticos y defensores de derechos humanos, y ahora expulsó a los representantes del alto comisionado de Derechos Humanos de la ONU en Venezuela. ¿Qué significa esta escalada y cómo impacta en estas probables elecciones?
Las elecciones, yo creo que Maduro las va a llevar a cabo. El tema es en qué condiciones van a ser: en elecciones donde va a haber integridad electoral, transparencia, condiciones de equidad en la competencia electoral, o si van a ser unas elecciones como han sido ya atípicas varias de ellas en Venezuela, que terminan siendo una farsa electoral.
Lo que hemos visto en los últimos tres meses es una violación sistemática de los Acuerdos de Barbados, inhabilitando y confirmando la inhabilitación de María Corina Machado, que es la principal líder de oposición, el 26 de enero.
La oposición venezolana está hablando ahora de verse en el espejo de lo que ocurrió en Nicaragua en 2021, cuando Ortega encarceló a los líderes opositores y prácticamente anuló las elecciones. ¿Existe ese riesgo en Venezuela? ¿Qué alternativa tienen la oposición y María Corina Machado?
El modelo, así como en su momento Nicaragua fue copiando muchas de las medidas autoritarias del régimen del chavismo, ahora el chavismo también comienza a copiarle varias de las medidas autoritarias a la dictadura nicaragüense.
En la medida de que una dictadura la ley, la Constitución, detiene de manera arbitraria, reprime, lleva a cabo elecciones sin ninguna garantía y no pasa mayor cosa, eso genera un efecto contagio, un efecto de simulación y entonces Venezuela dice: “Si Nicaragua lo hizo y la verdad no pasó mayor cosa, ¿por qué no lo voy a hacer yo?”.
Es cierto que el régimen de Maduro le tiene temor a las sanciones (internacionales de Estados Unidos) porque esto le complica el tema económico en una situación muy difícil como en la que está Venezuela, pero también le complica su plan de volverse a insertar internacionalmente y darse un barniz de que el régimen quería buscar una salida democrática. Por eso, sus relaciones con Estados Unidos y luego la firma del acuerdo de Barbados en 2023. Bueno, todo esto lo tiró por la ventana por una razón muy simple, porque si hay algo que Maduro le tiene por encima de todo es miedo a ir a unas elecciones con garantías, porque sabe que la va a perder ,y si la pierde va a perder el poder.
Así que ahí se comienzan a echar para atrás y comienzan a hacer lo que ellos saben hacer mejor, que es reprimir, inhabilitar, porque no quieren ir a unas elecciones con plenas garantías, porque saben que tienen un altísimo nivel de riesgo de perder esas elecciones y consecuentemente perder el poder.
El dilema de la oposición venezolana
Lo que estás diciendo es que ¿no hay condiciones para una elección competitiva bajo el régimen dictatorial de Maduro? Estados Unidos le dio un plazo, hasta abril, para que restablezca los compromisos de los acuerdos de Barbados, pero Maduro adelantó que no le importa lo que diga Estados Unidos. ¿Tiene alguna incidencia América Latina, la OEA para restablecer este proceso, o se va a imponer la impunidad y se cancelan unas elecciones competitivas en Venezuela?
Ya hemos visto que estas decisiones muy arbitrarias como la detención de Rocío San Miguel, la inhabilitación de María Corina y otras, llevaron a una reacción de crítica de Argentina, Uruguay, Ecuador, Paraguay. Pero tenemos que ver, por ejemplo, qué va a hacer (Gustavo) Petro, y, sobre todo, qué va a hacer (Luiz Inácio) Lula.
Es muy importante lo que pueda hacer y lo que debe hacer Estados Unidos. Estados Unidos ha probado de todo desde la Administración de Barack Obama, luego la Administración de Trump, luego probaron lo de Juan Guaidó, que fue reconocido por alrededor de 50 países. Incluso se llegó a hablar en algún momento de que estaban todas las opciones sobre la mesa, incluida una invasión militar. Hubo garrotes, zanahorias, y la verdad es que la situación siempre llega al mismo punto: cuando el régimen tiene que hacer las concesiones de verdad para garantizar elecciones con transparencia, se echa para atrás.
Entonces vamos a ver qué pasa en la OEA, si se consiguen los votos suficientes para aplicar la Carta Democrática Interamericana, cosa que hasta ahora no se pudo. Y habrá que ver qué hace Estados Unidos a partir del 14 de abril, cuando se vence este plazo de seis meses que se dieron mutuamente.
Pero también Estados Unidos está en su proceso electoral, con sus elecciones del 5 de noviembre, y por lo tanto el tema de Venezuela no es sencillo en tiempo electoral, porque está todo lo que tiene que ver con el peligro de que, si agudizan fuertemente las sanciones, esto puede complicar aún más la situación económica y gatillar una crisis humanitaria aún mayor que vuelva a generar un mayor número de gente saliendo de Venezuela con destino hacia Estados Unidos y complicando la frontera.
Tomando en cuenta que el tema migratorio es uno de los temas centrales de esa campaña electoral entre Biden y Trump, todo esto se termina de una manera u otra, complejizando en grado extremo. Yo creo que ese es el cálculo que está haciendo claramente el régimen de Maduro, para tratar de sacar sus ventajas y preservar lo más importante para ellos.
María Corina Machado ha dicho vamos hasta el final. Es decir, sigo siendo candidata, tengo el respaldo mayoritario. ¿Qué opciones reales tiene como líder de la oposición frente a este bloqueo y al reconocimiento de que el régimen no acepta una elección competitiva con ella, y posiblemente, con ningún otro candidato que le vaya a derrotar?
Me parece loable la actitud de María Corina, muy valiente, pero el problema es que, a la hora de la verdad, si el Consejo Supremo Electoral no la inscribe en la papeleta, ella formalmente no va a poder participar.
Así que me parece bien, no bajar los brazos, seguir siendo muy combativa diciendo: “Vamos hasta el final”. Pero en algún momento, la oposición va a tener que plantearse dos cosas: uno, ¿si no están dadas las mínimas garantías de competitividad del proceso electoral, vamos a la elección o no vamos? Porque ahí van a decir “en el pasado era la abstención, no están dadas las garantías, no participamos”. Después dijeron “no, con eso el régimen se queda con todo. Entonces vamos a participar pese a que no estén dadas las garantías”.
La segunda cuestión es, si María Corina sigue inhabilitada, podrá apoyar y acompañar, pero claramente no va a poder liderar esta papeleta y por lo tanto habrá que buscar una figura que represente lo que María Corina representa, que tenga la confianza de María Corina, pero también del grueso de la oposición para poder intentar enfrentar al régimen con esta doble restricción, sin garantías y sin la líder que ha sido electa en unas internas por la oposición.
Entonces, en estas condiciones, Venezuela, si es que se va a las elecciones bajo esos términos, arriesga nuevamente a convertir las elecciones en una verdadera farsa electoral.
El precedente de Nicaragua va a estar muy presente, el precedente de lo que está haciendo Putin en su reelección de marzo en Rusia, y ahora con la muerte de (Alexéi) Navalni, es otro elemento que está muy presente. A su vez juega a favor del régimen de Maduro el estado de grave situación que atraviesa el mundo con puntos geopolíticos muy calientes, la guerra en Ucrania, la guerra en Gaza, la confrontación entre Estados Unidos y China.
Todo esto, y el debilitamiento del sistema de Naciones Unidas, y el empantanamiento que tiene el Consejo de Seguridad, que es incapaz de poder tomar una decisión, juegan a favor de la lectura que está haciendo Maduro: “Vamos a pagar un precio, quizás un precio alto, vamos a ver después cómo nos recomponemos, pero salvamos lo más importante, que es no perder el poder”.