“Ortega nos quiere dejar aislados, pero le interesan nuestras remesas”

Denis, un migrante nicaragüense originario de Matagalpa, tiene cuatro años viviendo en Sacramento, Estados Unidos, y solicitó su pasaporte en el consulado de Los Ángeles desde septiembre de 2023. En los primeros días de enero empezó a llamar para saber si ya su pasaporte estaba listo y lo que recibió por respuesta es que “habían cerrado”.

“Me desesperé porque necesito mi pasaporte con urgencia para poder viajar a Nicaragua a visitar a mi abuela que está enferma”, explica.

Ahora tendrá que viajar hasta Miami a retirar su pasaporte. “No conozco a nadie en Miami por lo que debo gastar más tiempo, boletos de avión y hotel para hacer un trámite que podría haber hecho fácilmente en un lugar donde vivimos muchos nicaragüenses”, reclama. El nicaragüense calcula que mínimo tendrá que gastar unos 500 dólares extras. Denis insiste en que no entiende la razón del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo de cerrar ese consulado.

“Con sacrificio estuve ahorrando para mandar para la compra de medicinas de mi abuela y poder viajar pronto para pasar con ella en estos momentos difíciles, como para ahora tener que pagar más, teniendo que viajar dentro de Estados Unidos, para tener mi pasaporte”, lamenta.

La dictadura cerró al menos siete consulados nicaragüenses en menos de un mes. Tres consulados en Estados Unidos, uno en México, uno en Guatemala, uno en Inglaterra y otro en Alemania.

Hasta la fecha, el régimen no explica por qué decidieron cerrar estos consulados donde la población migrante es numerosa. Al mismo tiempo la dictadura ha decidido abrir nuevas sedes diplomáticas de Nicaragua en países remotos donde no hay grandes comunidades de nicaragüenses, como Zimbabue o Burkina Faso.

“Un cartel como respuesta” al cierre de consulados

Un aviso escueto en los consulados cerrados es la única respuesta que ha dado la dictadura orteguista sobre el cierre de consulados nicaragüenses en Estados Unidos. En el papel, pegado a las puertas de las oficinas diplomáticas en Los Ángeles, California, y Houston, Texas, las autoridades solamente indican que para “trámites” deben “dirigirse” a las sedes en Miami, Nueva York o Washington.

Mirna, una nicaragüense que planeaba visitar Nicaragua para realizar trámites familiares y convivir con su familia, dice que se llevó “una sorpresa y una gran decepción” al enterarse del cierre de los consulados.

En los lugares que quedaron vacíos no dan ni un teléfono, correo electrónico o explicación alguna para saber si algunas gestiones serán en línea o deberán viajar a otras ciudades.

“Es inhumano que nos dejen abandonados sin ese respaldo que de alguna manera servía cuando necesitabas realizar algún papeleo. No se puede entender qué pasa por la cabeza de esta gente”, insiste Mirna.

Ella planeaba visitar Masaya, hacer unas gestiones de herencia, supervisar unas casas que tiene alquilando en un solo viaje. “Pero ahora perderé mi tiempo y dinero en buscar mi pasaporte”, detalla.

En Estados Unidos también planeaba sacarle pasaporte nicaragüense a su hijo menor. “Pero si ya uno perdía tiempo en ir varias veces al consulado que tenía aquí mismo en Los Ángeles, ahora imagínate ir hasta otras ciudades que están en el otro extremo de Estados Unidos”, apunta.

“Desprecio” de Daniel Ortega a migrantes nicas

Representantes de la comunidad de nicaragüenses en Estados Unidos valoran que la falta de información y el cierre de los consulados demuestra el “desprecio” de la dictadura hacia los migrantes nicas en ese país, a pesar que ellos generan más del 80% de las remesas familiares, unos 3504.5 millones de dólares de los 4239.8 millones de dólares registrados hasta noviembre de 2023, según datos oficiales.

Damaris Rostrán, integrante de la Mesa de Trabajo New York y New Jersey de la diáspora nicaragüense, valora que la dictadura no solo ha dejado “huérfanos” a los ciudadanos que emigraron en los últimos años, sino que también a los que tienen lustros o décadas en Estados Unidos.

Se calcula que desde hace cinco años han llegado unos 400 000 nicaragüenses a EE. UU., quienes se han sumado a los otros 400 000 que ya vivían en ese país desde antes de 2018.

De acuerdo con Rostrán, los migrantes se acercan a los consulados cuando no pueden viajar a Nicaragua —para hacer alguna gestión— por temas de trabajo, situación migratoria, costos de transporte o porque “la dictadura decide no dejarlos entrar”.

“Me mandan a otro país”, reclama otro migrante

Para Roberto, un exiliado nicaragüense en Guatemala, es insólito que ahora tenga que viajar a El Salvador para realizar trámites consulares. "Están cerrando un consulado en un país centroamericano, un lugar cercano y con mucha población nica, mientras deciden abrir embajadas donde el único nica es el embajador", denuncia.

Este joven estaba por realizar trámites de sus dos hijos en el consulado. "No puedo ir hasta otro país para hacerlo, por lo que debo esperar para ver qué pasará con las relaciones de Nicaragua y Guatemala, pero por ahora no hay ninguna respuesta", dice.

"Para el régimen Ortega-Murillo solo somos una cifra de gente que está fuera y que manda dinero para sus familias. Solo le interesan nuestras remesas, nada más", asegura Roberto.