Guillermo Rothschuh Villanueva
28 de enero 2024
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Los periodistas saben que, cuando más se necesitan, su profesión sigue siendo amenazada por los cambios tecnológicos
La competencia por la IA parece una carrera muy lejana cuando se la ve desde una América Latina políticamente dispersa y ahogada en la crisis económica. Los medios de comunicación de la región –esas tecnologías en vías de extinción– no han sido capaces de interesar a la población en el cambio de época que estamos atravesando.
Marco Avilés
Por muy mesurados que pretendamos ser, la creación de la Inteligencia Artificial (IA) expresa la voluntad de continuar impulsando un nuevo esquema civilizatorio. ¿Cómo será? No lo sabemos. Nadie se atreve a predecirlo con exactitud. Sería imposible. Quienes tienen la sartén por el mango señalan de manera ambigua las transformaciones radicales que impactan a la humanidad. Los cambios viajan a la velocidad de la luz, en cambio el entramado jurídico-político marcha a la velocidad del cangrejo. La vertiginosidad con que se desarrolla y expande la IA nos está arrastrando hacia un mundo desconocido que provoca sentimientos encontrados. Los especialistas no la tienen claro. Seguimos a la espera de una acción concertada de la clase política. ¿Podrá intentarlo?
En el campo estrictamente periodístico las redefiniciones se sucedieron en cascada con la aparición de las computadoras. Empleos y funciones desaparecieron. Levantamiento de textos, correctores de pruebas, cuarto de revelado, diagramadores, etc., una referencia del pasado. Su introducción envió al desempleo a millares de personas. A la par surgieron los blogs (bitácoras). Desafiaban la hegemonía informativa ejercida por diarios y periódicos. Todo empezó a ser distinto. Editores y directores de medios resintieron el golpe y se manifestaron contrarios a los sitios web informativos. Surgían nuevos retos que debían enfrentar en contra de unos advenedizos que con la celeridad de sus planteamientos retaban su caminar por el mundo. The New York Times fue el primero en salir al quite.
Los satélites marcaron nuevos rumbos en la elaboración y difusión de las noticias. Las transmisiones en directo permitían eliminar a los conductores de programas noticiosos. No se requería de intermediarios. La guerra podía cubrirse sin recurrir a los servicios de telecomunicaciones nacionales. La cobertura de la primera guerra del Golfo (1990-1991) fue en vivo y directo desde el frente de batalla. La cadena estadounidenses CNN lo hizo de manera sistemática. La era audiovisual abría su abanico esplendoroso. Mientras las imágenes resplandecían la prensa escrita declinaba. La confusión era perversa. Las imágenes mienten. Los televidentes creían ser partícipes de los acontecimientos. Las computadoras habilitaban la fabricación de escenarios. La verdad era dada de baja.
El concepto de soberanía nacional entró en crisis. Los satélites de transmisión directa burlaban fronteras. Desde la aparición del telégrafo y los teléfonos los periodistas dependen de la parafernalia tecnológica puesta a su disposición. El surgimiento de internet y posteriormente de las redes sociales produjo un cataclismo en las esferas del periodismo. La promesa de redención humana acompañaba el discurso nacido en las entrañas de las redes impulsadas por los tagarotes electrónicos. La desaparición de la propiedad cruzada elevada a doctrina en Estados Unidos (nadie podía ser dueño en una misma ciudad de dos medios de comunicación) acrecentó el poder de sus dueños. Eran propietarios de industrias, empresas inmobiliarias y comenzaron a cotizar en la Bolsa de Valores. Se convirtieron en sus mismos anunciantes sin importar los conflictos de interés.
Los medios impresos de propiedad familiar fueron reduciéndose a la mínima expresión. Sin frenos que atajaran su apetito los empresarios fueron sumando a sus carteras estaciones de radio y televisión, medios impresos, revistas, etcétera. Monopolios y oligopolios mediáticos se regodeaban y multiplicaban su poderío. Con el despliegue de las redes el debilitamiento de los medios se volvió irreversible. Se redujo sensiblemente el precio por anuncios. En el camino iban engullendo empresas similares que no contaban con suficientes disponibilidades financieras. Durante el decenio 1990-2000 lograron que germinara el concepto de libertad de expresión empresarial y debilitaron el concepto de libertad de expresión a secas. Una conquista ciudadana adquirida a sangre y fuego.
Los Estados nacionales continúan adelgazándose, la globalización supuso un avance desmesurado del capitalismo. La Empresocracia reina en el mundo. Cinco emporios empresariales —Microsoft, Amazon, Google, Apple, Meta— comenzaron a moldear el planeta. Erosionaron la influencia de los jefes de Estado. La propuesta de Mariana Mazzucato de replantear las relaciones Estado-Empresas debe ser asumida con celeridad. Durante el Covid-19 las farmacéuticas en Estados Unidos usufructuaron inversiones realizadas “por la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa y la Autoridad para la Investigación y el Desarrollo en Biomédica Avanzada”. Jugaron un papel decisivo en la primera etapa de desarrollo de las vacunas de ARN mensajero.
Los elefantes de Silicon Valley siguen haciendo y deshaciendo a su antojo. ¿A qué obedece la parálisis? Sentado frente a diputados y senadores en el Congreso de Estados Unidos Mark Zuckerberg mintió descaradamente. Se burló de todos. ¿El silencio que mantiene la clase política obedece a la derrama en dólares que recibe para su elección? El desafío con la IA es de magnitud copernicana. Con el agravante que su avance ocurre de forma zigzagueante. Un día manifiestan su gravedad e interés por normar sus alcances. Al otro caen en un letargo aflictivo. Los que vivimos en la periferia estamos llamados a protestar y adherirnos a los puntos de vistas de los expertos (muchos de ellos aun sus trabajadores o extrabajadores) advirtiendo la necesidad de prevenir y limitar peligros.
Las primeras manifestaciones derivadas del uso de la IA son preocupantes. En el listado de las diez primeras profesiones llamadas a desaparecer, según sus voceros más encumbrados (Bill Gates de por medio) está el periodismo. Sin rubor y como advertencia han realizado ensayos sobre lo que sobrevendrá a este oficio. The New York Times sumó a sus reclamos el saqueo que hacen de su propiedad intelectual. En la demanda presentada en diciembre (2023) remarcan el “uso ilegal del trabajo de The Times por parte de Microsoft y OpenAI para crear productos de inteligencia artificial que compitan… y amenaza la capacidad del diario para prestar ese servicio”. Alimentan a la competencia con sus productos en detrimento de sus propios intereses. Una muestra de incontinencia.
Los políticos no acaban de entender que no solo está en juego la desaparición de muchas profesiones, también está en trance de continuar debilitando el papel protagónico que han jugado históricamente. Como sostiene la profesora Naomi Klein, seguirán “adueñándose unilateralmente de todo el conocimiento humano que existe en formato digital y desechable, encerrándolo dentro de unos productos patentados que, en muchos casos, atacarán de forma directa a los seres humanos cuyo trabajo de toda una vida ha servido para entrenar a las máquinas, sin que ellos hayan dado su permiso ni su consentimiento”. Se vuelve impostergable actuar con dureza en contra de estos abusos. De no hacerlo ahora cualquier iniciativa para restringir su alcance tentacular se volverá irrisoria.
Nadie más consciente que los periodistas. Desde hace rato saben que cuando más se necesitan, su profesión sigue siendo amenazada por los cambios tecnológicos y los millones de personas que utilizan las redes. Los dirigentes estatales y el estamento político han sido incapaces de normar la conducta de cinco o seis empresarios que ponen en jaque su propia existencia. Como nos recuerda Marco Avilés, el problema mayor se debe a que personas no electas por ningún sistema ni país deciden cómo será el futuro del mundo, puesto patas arriba con la invención de la IA. Estamos de regreso a la época medioeval. Estos reyezuelos dictan las reglas del juego a sus vasallos. El político administra y el empresario manda como sostiene Ignacio Ramonet. ¿Cómo no lucir apocalípticos?
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Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.
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