1 de enero 2024
El proceso plural de concertación política Monteverde aspira a forzar la salida del poder de la dictadura Ortega-Murillo para construir una sociedad democrática e incluyente en colaboración con otros actores políticos que compartan sus mismos objetivos. Dentro de sus principales desafíos está la necesidad de constituirse en un actor plural que sea contraparte y alternativa a la dictadura. Por tanto, aspira a ser un actor político que propicie un cambio de correlación de fuerza para desplazar a la dictadura y propiciar una transición democrática que establezca una sociedad democrática e incluyente.
En el ámbito de la acción política, Monteverde quiere forzar la salida de la dictadura a través de la presión y la resistencia cívica concertada con todos los sectores de la sociedad nicaragüense. Esto implica, conciliar con distintos actores políticos, sociales y económicos que tienen tradiciones e intereses diferentes; autopercepciones distintas del papel que deben jugar en la transición política; y desiguales capacidades de trabajo, incidencia y liderazgos.
En esta complejidad, dispersión y heterogeneidad en la conformación y propósitos de Monteverde, algunos ven una gran debilidad. No obstante, yo considero que son unas de sus principales fortalezas. La coalición monocromática e ideológicamente “estable” no es lo que Nicaragua necesita en este momento, ante la complejidad y nivel desproporcionado de represión, que impulsa la dictadura. Por tanto, las grandes preguntas son: ¿Tiene Monteverde las capacidades y las herramientas para desplazar a la dictadura y construir una sociedad democrática? Si no es Monteverde, ¿Quiénes tienen el liderazgo para hacerlo?
Estas preguntas parecen fáciles de responder a nivel teórico, pero muy difíciles de responderlas e implementarlas a nivel práctico. Monteverde, o cualquier otro grupo, se conformará como alternativa de poder contra la dictadura, más que por una definición conceptual o unos acuerdos básicos entre las partes que lo conforman, por el enfrentamiento real que muestren contra la dictadura. Especialmente, en su capacidad para movilizar y acorralar a la dictadura. En otras palabras, se constituirá en alternativa política sólo confrontando y respondiendo de forma práctica y oportuna ante las estrategias de control y desmovilización que impulsa la dictadura.
No bastan los discursos agitados pidiendo que la dictadura se vaya, ni las apuestas al colapso del sistema sin acciones concretas. Monteverde deberá conformar su identidad colectiva alternativa en el terreno político-ideológico contra la dictadura, porque es allí, donde los actores políticos y sociales adquieren su conciencia de confrontación contra la dictadura. En consecuencia, no hay construcción de una alternativa política si no hay una transición desde una conciencia política individual a una colectiva.
La represión y la virulencia contra los grupos y líderes individuales es lo que va determinar el nivel de miedo y molestia que siente la dictadura contra sus detractores. No basta decir que tal grupo o persona individual son los que acaparan y liderean la lucha. Esa preeminencia viene dada por la coherencia entre las propuestas hacia la población y la toma de conciencia y acciones que se impulsen contra la dictadura.
La construcción de una alternativa acabada que reúna a todos y que anuncie en una sola proclama que quedaron resueltas, de tajo, todas las disputas, las desconfianzas, los odios acumulados, es lo más lejano y poco realista a los tiempos que vivimos. Precisamente, Monteverde nace de la necesidad de articular a todos o a la mayoría de las fuerzas políticas que enfrentan a la dictadura desde antes de 2018. Fuerzas políticas que, muchas de ellas, nacieron de una masa multiforme que protestaba contra la dictadura pero que no tenían un perfil político-ideológico claro del país que había que construir posOrtega.
Si bien la definición política-ideológica es fundamental para confrontar al régimen. Esta definición no puede estar enmarcada dentro de los parámetros tradicionales de las conformaciones ideológicas de la guerra fría. Un planteamiento así, rompería de forma inmediata, el poco consenso alcanzado en la confrontación contra la dictadura. Esa definición debe partir de los problemas de la nación, más allá de aspiraciones ideológicas y culturales. El primer planteamiento ideológico es reconocernos como hijos de una misma patria, para superar para siempre, el comportamiento de secta iluminada de la clase política que siempre parte de la exclusión del otro como norma.
El segundo planteamiento ideológico que cabe es una alianza estratégica entre grupos, muchas veces antagónicos, en un entendimiento básico sobre el sistema democrático que se quiere construir y cómo se va respetar. Definiendo y estableciendo las prácticas y valores que van definir el mecanismo (lo que hace marchar o entorpecer un sistema) que hará funcionar el nuevo sistema político. Las luchas, aspiraciones, injusticias a corregir, privilegios y reivindicaciones de grupo las iremos gestionando utilizando el mecanismo que se conforme con base a nuevas prácticas y valores democráticos, mayoritariamente, aceptados.
El tercer planteamiento ideológico (referido a valores) es el grado de compromiso de las élites dirigentes con los valores que van a regir para la construcción de una patria para todos. Si se acuerda que la no reelección presidencial es una línea roja que no deber ser traspasada, ese planteamiento no pude ser burlado por intereses particulares y de grupo. En otras palabras, la Constitución y leyes acordadas en el ámbito político para mantener el sistema deberán ser respectadas por todos. Nos regiremos por la norma de mayoría (con funcionarios electos como producto de la voluntad popular) con respeto absoluto a las posiciones de la minoría. Manejando el sistema a través de normas básicas y simples, de comprobada efectividad en democracias más avanzadas, sobre la convivencia y transformación ordenada y legitima de la sociedad.
El otro planteamiento ideológico es la conciencia plena que solo unidos, los grupos más representativos de la sociedad nicaragüense, podremos remontar y acabar con la subordinación y la exclusión a que somete al pueblo nicaragüense la dictadura.
En conclusión, la construcción de una alternativa política a la dictadura pasa por eliminar la exclusión de cualquier grupo que comparta nuestros ideales de una sociedad democrática; esto implica la ratificación de una alianza estratégica sobre las prácticas y valores que van conformar el mecanismo que va a dar sostenibilidad al nuevo sistema político; nada de esto será posible sin la construcción y conformación de una comunidad de valores democráticos entre los miembros de las élites políticas y económicas; es necesario, por tanto, reconocer que sólo unidos (a pesar de nuestras diferencias) podremos superar la subordinación y exclusión que impone la dictadura. Finalmente, no se desconoce que hay diferencias ideológicas y culturales importantes sobre la concepción de cómo debería ser la Nicaragua del futuro. En esos temas, el gran juez y árbitro para definir la marcha de la nación será el pueblo de Nicaragua utilizando el mecanismo creado y respetando la voluntad de la mayoría en elecciones “periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del popular”.