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Maldita Roma

Prosa fluida, conocimiento histórico y arquitectura perfecta: pulcra combinación en el segundo tomo de Santiago Posteguillo sobre Julio César

Maldita Roma

El escritor Santiago Posteguillo con su obra más reciente: "Maldita Roma". // Foto: Jesús Prieto | Tomada de elcorreogallego.es

Guillermo Rothschuh Villanueva

17 de diciembre 2023

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I. Los optimates lo adversaban a muerte

Cabalgué extasiado sobre el lomo de las 894 páginas que configuran el segundo tomo de la saga de Santiago Posteguillo sobre Julio César. Prosa fluida, conocimiento histórico y arquitectura perfecta, una pulcra combinación para ofrecernos una valoración lúcida de su ascenso al senado romano. Maldita Roma, (Penguin Random House Grupo Editorial, España, noviembre 2023), ratifica la fidelidad con que el novelista asume su manera de apreciar y valorar el desarrollo progresivo de César en una Roma preñada de conspiraciones e intrigas. Salda fisuras y evita saltos en el tiempo. Valora con rigor los acontecimientos precedentes y concomitantes que enfrentó el patricio romano en su pretensión de colarse en la cima del poder. El pulso político es retratado en su grandeza.

Maldita Roma una visión distinta a la que muchos novelistas han planteado hasta ahora. El juicio empalma con nuevas evaluaciones sobre los motivos que impulsaban a Julio César a confrontar a campo abierto a los “Optimates”. Con lazos sanguíneos con Mario, su encuadramiento político a favor de los Populares, tienen origen político. Absolutamente contrario a las injusticias y desigualdades sociales y económicas prevalecientes entre los romanos, Julio César se muestra abiertamente partidario de beneficiar a los menos favorecidos. Muchas de sus propuestas poseían un tinte populista. Su empuje y terquedad evidencian su rechazo contra quienes se creían superiores a los demás. Posteguillo realiza un recorrido minucioso para darnos a conocer estos hechos.

La renuncia del novelista a su cátedra universitaria ha dado como resultado un par de obras que ensanchan el horizonte y ayudan a comprender las luchas y tenacidad de Julio César. Incorpora aspectos históricos obviados por algunos escritores de novelas alusivas a sus logros y hazañas. El libro segundo incluye “La rebelión de Espartaco” omitida tal vez por falta de interés o por no haber dimensionado su importancia. El esclavo sublevado dirigió sus tropas hacia Roma. Para contenerlo Craso exigió al senado incorporar a un puñado de tribunos militares para frenar su avance. Advirtió a los senadores que aceptaban a todos los propuestos en la lista (entre ellos Tito Labieno y Julio César) o dimitía del mando militar. Una solicitud en la dirección anhelada por César.

Las sucesivas victorias de Espartaco y su obsesión por machacar a los romanos fueron clave en las ambiciones de César. El viento sopló a su favor. La derrota sufrida por Craso debido a la precipitación de Mumio atacando al esclavo rebelde antes de tiempo, transformó una posible victoria en completa derrota. La acometida de los esclavos hizo que las legiones huyeran en desbandada. El procónsul tomó una decisión radical. Los congregó y ordenó una “decimatio” como castigo por haber huido. Uno de cada diez hombres sin importar rango fue ejecutado por nueve de sus compañeros. Una sanción ejemplar. Los lictores con las varas de palos de impartir justicia se situaron detrás, mientras Craso avanzaba delante de la primera línea de las dos legiones diezmadas. 


Matiza los movimientos efectuados por el guerrero romano en sus deseos de franquear el senado. Su acceso era bloqueado sistemáticamente por los “Optimates”. Roma era una ciudad saturada de intrigas y lealtades dudosas, fidelidades cambiantes y traiciones recurrentes, insidias, conjeturas y alianzas endebles. En la capital del Imperio primaban las amenazas, pujas, negociaciones, engaños, compra de votos y voluntades, adulaciones, malversaciones y retorcimientos jurídicos. Los políticos caminaban sobre arenas movedizas. Las ilegalidades cometidas por los cónsules eran de lo más común. Se creían intocables. Las zancadillas formaban parte del curso normal de la política. César aspiraba entrar en ese ambiente enrarecido sabiéndose capaz de replicar el juego.

En el trazado arquitectónico de una de las novelas mejor acabadas y complejas sobre el ascenso de político-militar de Julio César, aparece Tolomeo XII y su hija Cleopatra. Las novelas sobre César serían incompletas si en el momento mismo que él hace méritos para escalar al poder no incluyen a la futura reina del Nilo. Sabedor que sus vidas se cruzarán en el futuro Posteguillo le otorga un lugar. La niña aparece revestida de las cualidades que la engrandecieron. Inquieta, perspicaz, lectora impenitente, consciente de ser orillada por los sacerdotes, tuvo en Aristarco más que en Potino, un guía especial y encontró en Filóstrato, al mentor fiable y prudente. Durante su primera estancia en Roma, en una villa de Pompeyo, pretende hacernos creer que ella se enteró de la existencia de César.

II. César conjugaba al político y al militar

El logro del novelista es inobjetable. Mientras más cercano y respetuoso se muestre en recrear acontecimientos del dominio de los seguidores de las gestas de Julio César, mayor el atractivo. Todos conocemos el pago que hizo a los piratas después de ser secuestrado cuando viajaba a recibir clases de oratoria con Apolonio Molón. Se salvó de la muerte gracias a la celeridad con que actuó Labieno. Creyó haber aprendido lo suficiente de quien fuera preceptor de Cicerón. Las alianzas con Craso y Pompeyo dieron origen al primer triunvirato de la historia, posibilitó que el senado aprobara una reforma agraria para favorecer a los legionarios de Pompeyo. Los intentos anteriores habían sido infructuosos. César había decidido mejorar su posición política ante los “Optimates”.

Exhibe sus grandes dotes de negociador acercando posiciones entre Pompeyo y Craso, adversarios irreconciliables. Su proximidad con los dos hombres más poderosos de Roma obedecía a la necesidad de mantener firme su alianza con quien aportaba la plata para el éxito de su carrera política y la urgencia de persuadir a Pompeyo para que le ayudara a presentarse como edil antes de cumplir los treinta y siete años. A cambio le apoyó en el senado con la aprobación de la “Lex Gabinia”, otorgándole al líder militar poderes suficientes para hacer todo que fuese necesario para desaparecer la amenaza de los piratas. Un mensaje claro. Roma jamás permitiría que ninguna fuerza militar la pusiera en peligro. César siempre fue hábil negociador. En esencia era un político.

Posteguillo recrea el divorcio de César con Pompeya y el casamiento de Julia con Pompeyo de manera diferente a como la han planteado otros novelistas. ¿Quién estará más cerca de realidad? Durante mi primer año universitario, el nicaragüense Salomón de la Selva me mostró la importancia de César en la historia antigua y contemporánea. En Alejandro Hamilton y Julio César, (UNAN, León, 1971) afirma que César pidió a Clodio introducirse en la fiesta de la “Bona Dea”; el español asegura que fue Aurelia quien contrató a Clodio a meterse en el aposento de Pompeya. Debido a su presencia en una celebración religiosa prohibida para varones César pidió el divorcio. La nieta de Sila con quien se había desposado para calmar a los “Optimates”, ya no era útil para sus intereses.

En cuanto al pacto de sangre con Pompeyo motivado por la boda de Julia con el cónsul romano, Colleen McCullough sostiene que Aurelia fue quien manifestó a Julio César haber visto a Julia con una pequeña escultura de Pompeyo. Le sugirió cancelara su compromiso con Quinto Servilio con el propósito de casarla con el Cónsul romano. Posteguillo aduce que Pompeya para vengarse de Julio César, sopló al oído de Pompeyo que Julia era lo más querido entre sus seres queridos. Para probar si estaba dispuesto a sellar una alianza de sangre comunicara a César su deseo de casarse con Julia. La recreación de estos episodios demuestra la primacía de la política sobre cualquier sentimiento. César dolorido exclama, ¡Maldita Roma! Todo dependía de la política.

En el hijo de Aurelia se conjugaban armoniosos el político con el estratega militar. Posteguillo lo resume de manera magistral: “En él (César) se combina la buena oratoria de Cicerón con la determinación de Catón”. Las dos dispensas conseguidas para acelerar su acceso al senado y la alianza forjada con Pompeyo y Craso ponen en altorrelieve sus grandes capacidades políticas. Después de haber escuchado hablar a Cicerón decidió mejorar su condición de orador. Mucho antes había comprendido que si no mostraba cualidades militares no conseguiría saldar sus deudas ni destacar como el primer hombre de Roma. Posteguillo ofrece un lienzo acabado de la batalla de Bibracte. Antesala de su capacidad para conducir a las legiones romanas hacia estupendas victorias militares.

La aprobación senatorial para internarse en los confines de las Galias era un caramelo envenenado. La petición de eduos y alóbregos, tribus aliadas de Roma, solicitando la defensa de sus fronteras fue aceptada. Cicerón y especialmente Pompeyo que había calibrado las capacidades bélicas de los helvecios, daban por descontado que sería derrotado. Cesar condujo a las legiones a un rotundo como difícil triunfo sobre Divicon. Para enfrentar a un ejército de trescientos mil hombres recurrió a la “Celeritas”: cogío al enemigo por sorpresa con movimientos rápidos e inesperados. En Bibracte por primera vez las legiones romanas lucharon en dos frentes sin triple línea de combate. En batalla desigual salieron triunfantes. César se catapultaba como líder militar. César ya era César.

Maldita Roma una obra de ficción que se atiene a la historia, sin inventar personajes.

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Guillermo Rothschuh Villanueva

Guillermo Rothschuh Villanueva

Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.

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