31 de octubre 2023
En las elecciones presidenciales de Argentina se da una confrontación entre el populismo clásico y el nuevo populismo de extrema derecha, cuyos iconos más famosos son los expresidentes Donald Trump y Jair Bolsonaro. La pregunta es si los argentinos (o al menos una mayoría de ellos), muchas veces criticados por no mirar más allá de sus propios problemas y virtudes, puedan aprender de las lecciones globales del nuevo populismo y de la miseria y el odio que engendra. Un triunfo de Milei representa una esperanza para los enemigos de la democracia.
Como tantos representantes del nuevo populismo de extrema derecha, Milei se caracteriza por su vulgaridad, su intolerancia y sus ataques a la prensa, y a los valores y derechos de la democracia. Presenta un verdadero culto del líder que niega la ciencia, se asesora con un perro muerto y gira alrededor de su narcisismo e inestabilidad emocional. Hay que entender que Milei no es liberal, de centroderecha ni libertario como quiere presentarse, sino más bien un populista de extrema derecha con vocación de fascista.
Si bien en muchos sentidos es un personaje poco serio, no puede ser subestimado, ya que presenta una ideología claramente antidemocrática. Y es que, al igual que Trump y Bolsonaro (o Víktor Orbán en Hungría, Vox en España o Giorgia Meloni en Italia), los políticos como él están en contra del pluralismo en democracia. En mayor o menor medida, se trata de líderes mesiánicos, individuos violentos y erráticos que prometen soluciones mágicas y violencia simbólica o práctica.
Milei es un demagogo que utiliza accesorios como martillos para mostrar fantasías sobre un Estado sin Estado, un Estado sin instituciones. Promete violencia contra las instituciones estatales y tal vez contra aquellos que no le agradan. El símbolo de campaña de Milei es una motosierra y en 2020 anunció su ingreso a la política prometiendo violencia contra sus enemigos: “Voy a meterme al sistema para sacarlos a patadas en el culo”.
El fascismo se formula sobre la base de una idea moderna de soberanía popular, pero en la que se elimina la representación política y se delega plenamente el poder en el dictador, que actúa en nombre del pueblo. Los nuevos populistas iluminados por la fascinación por si mismos también entienden el poder como delegación e incluso retornan a la violencia, las mentiras y el odio más típicos de los fascismos que de los populismos clásicos.
En el país en el cual el populismo llegó por primera vez al poder en 1946 con el general Juan Domingo Perón, Sergio Massa, el candidato del peronismo y actual ministro de una economía en crisis y un Gobierno fracasado, se presenta como la opción moderada. El candidato de un cordón sanitario contra la antidemocracia del miniTrump Milei. Massa tiene que convencer a muchos antiperonistas y antikirchneristas de que votarlo no significa apoyarlo o a su partido, sino votar contra la opción antidemocrática que pondría en peligro las instituciones del país. Al mismo tiempo, tiene que convencer a peronistas y kirchneristas de que también los representa. Y quizás también convencer a muchos potenciales votantes antiperonistas de Milei de no votar al extremista y votar en blanco.
El desafío para Massa, es convencer a los argentinos que no lo votaron en primera vuelta de que representa un mal menor, pues el remedio que personifica Milei es peor que la enfermedad. No es mucho pero tampoco es poco. Como decía el gran escritor argentino Jorge Luis Borges en un poema, “no nos une el amor sino el espanto”.
La pregunta es: ¿qué harán aquellos que no votaron en primera vuelta a Massa o a Milei? ¿Votarán para castigar a un Gobierno populista clásico cuyas fallas y problemas son evidentes o para defender la democracia y sus instituciones? En un nivel racional: nadie que crea en el valor de la democracia debería votar hoy a un candidato antidemocrático, pero lamentablemente esta elección no se trata tanto de la razón sino de la mentiras, la propaganda y la demagogia de Milei.
En Argentina muchas veces se discute a Milei como si tuviera una lógica racional. Es un error pensar que un populista tan extremo e inestable y que hace del odio el eje de su “programa” pueda pasar a la moderación en la segunda vuelta como hizo al afirmar que en su gabinete habría lugar para la izquierda. Este llamado responde a u su desesperación por atraer votos a cómo de lugar.
Por la derecha, Milei se ha aliado con el expresidente Mauricio Macri y su fracasada candidata Patricia Bullrich, a quienes en el pasado tildó de fascistas. Y como si fuera poco, recientemente tachó a su nueva aliada de asesina y terrorista. Su alianza con sindicalistas del viejo régimen y su elogio a quienes ayer representaban al viejo sistema, confirman que a estas alturas Milei dice cualquier cosa con tal de juntar votos.
El mayor apoyo de Milei está entre los menores de treinta años. Muchos de ellos plantearon la necesidad de un cambio generacional y tildaron a los votantes de centroderecha de “viejos meados”. Pero ahora necesitan sus votos. De hecho, algunos ya habían anunciado que lo apoyarían en la segunda vuelta antes de que su propio partido fuera derrotado. Entre ellos, el expresidente Macri representa al sector de centroderecha que quiere jugar a ser Von Papen, es decir, los conservadores que en la República de Weimar apoyaron al extremismo fascista.
Recordemos que Milei es el candidato machopopulista y anticiencia que se cree “profesor” de sexo tántrico y que aseguró que puede “estar sin eyacular tres meses”, que considera necesario habilitar la libre venta de órganos y desregular la venta de armas o que asegura que el cambio climático es un invento comunista. Milei sigue siendo el mismo de siempre y no va a dejar de serlo. Su cambio es una ruptura con lo conocido y el acercamiento al abismo. Algo desconocido a nivel local pero ya experimentado por Brasil y Estados Unidos: parafraseando a Max Weber, la política de la irresponsabilidad. ¿Quedará Argentina en manos de gente incapacitada para gobernar? Quienes ven detrás de los gritos una personalidad inestable y vulgar votarán en contra del candidato miniTrump Milei, otros se abstendrán. Pero lamentablemente hay muchos que compran el mensaje antipolítico sin ver lo que hay detrás: un riesgo para nuestra democracia.
*Artículo publicado originalmente en Latinoamérica21.