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Los malos ejemplos, también aleccionan

Un nuevo proyecto político democrático nunca más debe dar crédito a los caudillos mesiánicos. Los malos ejemplos, también aleccionan

el guardián de la oposición en Nicaragua

Onofre Guevara López

19 de septiembre 2023

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La indispensable unidad opositora pluralista y tolerante con la diversidad ideológica de sus integrantes, requiere como complemento una agenda concertada con claridad de objetivos sociales para construir la sociedad democrática del futuro. Pero no es lógico esperar que sea democrática solo por proclamarla como tal, sino por orientarse a la promoción de cambios sociales con participación popular, no necesariamente partidarista.

Otro hecho indispensable es que –para lograrlo— se requiere, además de una nueva concepción de la unidad y la nueva manera de conseguirla, es reconocer a la juventud como el elemento humano principal para impulsarla, pero no solo por una cuestión generacional, sino también por ser más compatible con lo nuevo. Y nuevo tiene que ser el concepto de lo democrático, sin más vínculo con el pasado que en lo referido a la experiencia, y no para copiarla, sino para darle continuidad histórica a lo positivo en la lucha por la democracia; una lucha con nuevas actitudes políticas, que ya no pueden tenerlas las viejas generaciones de políticos.

No se trata de “rescatar la democracia” –como acostumbran decirse—, porque no hemos tenido buenos ejemplos de la que hemos llamado democracia y, cuando ha habido oportunidades de construirla, las hemos perdido. Los períodos democráticos que hemos tenido no pasaron de elecciones más o menos libres, con gobiernos poco o nada orientados a producir cambios estructurales.

En los pocos años que duraron esas oportunidades, hicieron patinar al país sobre lo mismo: quienes ganaron elecciones, buscaron cómo obtener los beneficios que ofrece el poder para su entorno familiar y partidario; quienes perdieron elecciones, comenzaron esfuerzos para ganar en la próxima ocasión; otros, vieron cómo sacarle ventajas a su condición de fuerza opositora, mientras llegaba el siguiente período electoral. El último de estos personajes –Daniel Ortega— alteró con violencia callejera la normal funcionalidad administrativa, para hacer quedar mal a los mandatarios de turno.  


En esos cortos períodos formalmente democráticos ni siquiera pensaron en la posibilidad de hacer cambios sociales y más bien procuraron que nada cambiara, porque –en primer término— nada cambió en las viejas estructuras mentales de los políticos –en segundo lugar— y sus medidas neoliberales eran contra la justicia social. En este sentido, la democracia y la justicia social quedaron en el discurso… “para no irse a los extremos” –decían— y mantener…“el equilibrio social”. Es decir, no alterar nada del sistema fue su propósito.

II

Entonces ni siquiera funcionó el concepto de la justicia como un bien común, porque los tribunales han sido copadas por políticos incondicionales a los caudillos de los partidos políticos. Ahora es peor, hay magistrados vitalicios designados por los dictadores Ortega y Murillo, por su nivel de fidelidad. Hay magistrados como María Dolores, hija de Arnoldo Alemán (y del pacto de papá con Ortega) en la Procuraduría (de) General (indolencia ante la corrupción) de la República. En la Corte Suprema de Justicia (ineficaz) vejeta un compadre político del mismo Arnoldo, y ambos magistrados liberales forman la estructura de la injusticia oficial del Ortegamurillato.  

Individualizamos en este tema, para demostrar hasta dónde estas instituciones, una fundamental en un Estado democrático, resguarda las violaciones al orden constitucional; y la otra institución –sin la cual no hay sociedad ni Estado honrados— cierra los ojos ante la corrupción. Solo estos dos ejemplos, reflejan la caducidad del modelo de partido político.

Un nuevo proyecto político democrático, deberá descartar de sus proyectos económicos, políticos y sociales prácticas similares a las tradicionales de los feudos políticos oligárquicos; y, sobre todo, nunca más darles crédito a los caudillos mesiánicos. La participación popular organizada deberá sustituir la espontaneidad de las masas al viejo estilo de rebaño.

Las arcaicas estructuras mentales con las que actuaron las generaciones de políticos partidistas, de ningún modo responden ya los intereses populares, menos como modelos de guías para las nuevas generaciones perseguidas, cuando son más necesarios los nuevos estilos de lucha en el enfrentamiento a lo representativo de todo lo viejo, centrado en el Ortegamurillato como nunca antes durante los 202 años de república mediatizada.

No es tarea sencilla la renovación política, empeorada con la continuidad dinástica del Ortegamurillato, uno de los peores anacronismos existentes en América Latina, en donde dando saltos, pero avanzando, el proceso de cambios ya no lo encabezan los partidos de formatos vencidos, sino movimientos político sociales progresistas.

IV

No hay cambios subjetivos, caprichosos, en ninguna parte, y en nuestro país –con un poco de retraso— ha llegado a la necesidad de hacer el relevo por el estado comatoso de los partidos políticos tradicionales y sus cachorros, los partidos zancudos. En el curso del proceso político nacional, estas son sus saldos negativos para repetirlos:

a) Excepto en los diez años de revolución, en dos siglos de existencia de los partidos liberal y conservador, apenas y de mala manera llenaron su cometido histórico, respondieron a los intereses oligárquicos de sus liderazgos; en consecuencia, ningún otro sector social participó en cuestiones públicas;

b) El peor ejemplo histórico que diseñó la función de los partidos, es que el pueblo no estuvo presente en el momento de la “independencia” del 15 de septiembre 1921; a campesinos y artesanos solo los utilizaron como “soldados” de sus ejércitos partidarios en sus guerras fratricidas;

c) Su gestión política y administrativa del Estado fue elemental y estuvo sometida a los dictados e intereses de gobiernos y empresas capitalistas estadounidenses (en ocasiones inglesas, y siempre actuando con añoranza colonial) sin sentido de patria;

d) Con sus gobiernos elitistas y sus dictaduras mantuvieron al país, a la zaga del progreso material y social de los países latinoamericanos;

e) Ante la revolución que removió el esquema de la vida arcaica del país –aparte de sus errores, inexperiencias e injusticias cometidas— la derecha y sus partidos no solo no entendieron su proyecto de renovación nacional, sino que fieles como siempre a los dictados de gobiernos estadounidenses, optaron por destruirla con la guerra junto a ellos;

f) Con una actitud patriótica y sin egoísmos clasistas, pudieron haber utilizado su influencia histórica sobre los sectores populares, para presionar en favor del curso democrático que originalmente se propuso la revolución; nadie le exigía a la derecha dejar de ser adversarios inconciliables en lo ideológico con la dirección revolucionaria, pero la historia le reclamaba lealtad al país, y no la escucharon;

g) Para poder influir en el curso original de la revolución, la derecha tuvo apoyo jurídico en el Estatuto de Garantías Constitucionales –más sus normas básicas: economía mixta, pluralismo político y no alineamiento— pero prefirió adherirse al plan destructivo estadounidense, y sabotearon las primeras elecciones;

h) Ciega de odio, la derecha optó por continuar con el esquema ideológico más tradicional: cumplir el sueño de Norberto Ramírez, entonces Director del Gobierno de Nicaragua (1848) de ver a Nicaragua… “abrigada bajo el esclarecido pabellón de Norteamérica”.

i) Terminado el experimento revolucionario, el retorno de Ortega al poder con su proyecto personal (2007) contó con la complicidad del caudillo del Partido Liberal (paradójicamente) Constitucionalista, y ambos –PLC y FSLN, propiedad privada de ambos caudillos— violaron la Constitución de 1987 y sus reformas de 1995, comenzando con la Ley Electoral de rango constitucional;

j) Los sucesos del 2018, y las masacres del Ortegamurillato sellaron el fin de los partidos tradicionales por su ausencia en el movimiento popular, más la complicidad de los pequeños partidos con la dictadura en los fraudes electorales; otros grupos políticos más o menos tradicionales, quedaron en la oposición sin ninguna función importante, aunque jugaron mal en las actividades por estructurar una oposición unida en la acción frente a la dictadura.

V

Cualquiera sea el tipo de esfuerzos que pudieran hacerse –y en verdad se hacen, aunque no todavía con el vigor necesario— requiere de nuevos enfoques acerca de la unidad en la acción, contrarios a los que hasta hoy se han utilizado; sobre todo, deberá excluir ideas que esperen nuestra liberación de factores extranjeros.

Si lo hicieran, no sería nada distinto al pensamiento y a las actitudes políticas de los caudillos de los partidos tradicionales, para quienes, en cada proceso electoral, valía más una decisión del Gobierno estadounidense para escoger el candidato a presidente, que la opinión del pueblo nicaragüense.

Quizás esa indignidad les parezca insólito a las nuevas generaciones; pero además de cierta, fue repetida en nuestra historia y, al parecer, ese halo tradicional vaga por los aires de nuestro país, posándose sobre algunas cabezas.

Hay indicios también de que hace falta distinguir de una vez la solidaridad internacional con la injerencia política internacional, como hace falta que un nuevo movimiento político social no se parezca a ningún partido político tradicional.

Al margen de estas cuartillas

*Los partidos tradicionales, tenían estructuras distintas, pero todo lo demás los asemejaba a una secta…

*Algunos tenían férrea disciplina, la cual degeneraba en verticalismo en cuya cúpula estaba el caudillo sabelotodo y ordenalotodo…

*Otros decían ser democráticos, sin pensamiento único; pero el pensamiento era del caudillo único, quien todo lo interpretaba “bien”…

*Los discursos del caudillo a veces con retórica académica sobre asuntos baladíes, y siempre buscando “aplastar” a los “enemigos”…

*Sus discursos como candidato tenían mucha falsa promesa; como gobernante, todo estaba tuani, lo malo… era culpa de los “enemigos”…

*En los partidos tradicionales el burocratismo fue cáncer incurable de todas sus empresas políticas…

*También fue causa de su anquilosamiento, del derrumbe de lo que pretendieron hacer pensar que construían…

*En el proceso histórico que gobernaron los partidos tradicionales, del derrumbe de su sistema surgía una dictadura… (sin intención de no gravar lo presente)

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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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