7 de septiembre 2023
El ataque sistemático del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo en contra del clima de negocios en Nicaragua, se constituye en un revulsivo que frena el crecimiento de la inversión privada nacional, así como la atracción de nuevas inversiones extranjeras, opinan cuatro empresarios y economistas que accedieron a hablar con CONFIDENCIAL, bajo petición de anonimato.
A partir de 2018, la dictadura aceleró el cierre de oenegés, echando el cerrojo sobre más de 3200 de ellas; además de 27 universidades -incluyendo la Universidad Centroamericana (UCA), que es el caso más emblemático de todos- sin olvidar la confiscación de los negocios del empresario nicamexicano Mario Hurtado, así como las confiscaciones a Piero Coen.
“El riesgo país ha subido significativamente, si lo vemos desde el punto de vista del apetito de inversión en Nicaragua”, dijo un experto en finanzas, explicando que ese riesgo se materializa en el irrespeto al Estado de derecho, o a la politización de la aplicación de la ley en cualquier ámbito de la sociedad, en especial el empresarial y privado.
“Si ellos [los dictadores] perciben que alguien está en contra de su Gobierno y tiene una empresa, buscan la forma de hacerle la vida imposible para que tire la toalla, la venda, o la cierre”, explicó. Un pequeño empresario del sector comercio dijo que “lo que hacen es cercarte para que sintás que no se puede más, y decidás salirte”.
“El sector privado está asombrado. Se sienten amenazados, presas de un espíritu de temor”, dijo por su parte un economista que destaca el alto riesgo de invertir en Nicaragua ante el clima de indefensión jurídica que han instalado, lo que significa que ninguna inversión está segura, “a menos que sea en conjunto con alguien del Gobierno, aunque ni eso te garantiza que no se la van a robar si les gusta tu empresa”, recalcó el experto en finanzas.
Después de la UCA ¿quién?
La cadena de golpes en contra del sector privado (su cúpula, sus cámaras, las empresas y los empresarios), tuvo su culmen en la confiscación de la Universidad Centroamericana, y enseñó que cualquiera que tenga un negocio, una propiedad o un bien de cualquier tipo, corre el riesgo simple de ser expropiado sin más.
El pequeño empresario del sector comercio recordó que el día que cerraron la UCA lo llamó un colega para compartirle la noticia, pero también para expresar su preocupación de que en determinado momento el totalitarismo no los deje trabajar porque, “como ellos acaparan todo, no es descabellado pensar que el día de mañana vean que su negocio es bastante lucrativo, se metan aprovechando su dominio y conocimiento, y nos saquen del mercado”, como ya han hecho con gasolineras y ferreterías.
La sensación es que “si eso hicieron con la UCA, que es un establecimiento dedicado a un tema tan estratégico como es la educación, ¿qué no harán con cualquier sector económico? Si hicieron eso con una institución de tanto prestigio como la UCA, y se comieron al Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep), el mensaje es que vamos hacia un totalitarismo pleno y descarado”, expresó.
En su caso, a raíz de la expropiación de la UCA, decidió dejar de comprar a varios suplidores y quedarse con uno solo, el de más confianza. También decidió poner más hielo sobre sus planes para abrir otro local en un municipio cercano, porque siente que este no es el momento para alquilar y remodelar un local, surtirlo, contratar personal, etc.
“El caso de la UCA mostró que a cualquiera le pueden caer, y eso causa incertidumbre, temor, angustia de que en cualquier momento expropien a cualquiera del sector privado”, narró reflexionando que hay sectores -como la minería- que parecen no tener temor. Vemos nuevas inversiones en energía y en minería, pero nada en ganadería, agricultura o comercio, y los que ya están dentro, solo están sosteniendo sus inversiones”, dijo el experto financiero.
Empresarios apuestan a ser invisibles
El ejecutivo nicaragüense de una empresa extranjera que comercia con Nicaragua, relató a CONFIDENCIAL que la gerencia de la empresa para la cual trabaja puso “en un compás de espera” sus relaciones con el país. La decisión en este momento es “enviar una misión para ver in situ cuál es la situación real de Nicaragua, para luego decidir qué hacer”.
El ejecutivo compartió que, pese a la situación irregular que vive el país, hay una empresa de la competencia que está comenzando a llegar a Nicaragua, “con toda la cautela del mundo”, para tratar de colocar sus productos en ese mercado. “Nuestra salida les beneficiaría mucho, pero todavía no se sabe cuál será la decisión de la empresa”, reiteró.
Al tratar de entender el pensamiento de empresarios como estos (o los del sector minero y energético mencionados antes), el economista explicó que “todavía hay empresarios que toman el riesgo de invertir, pensando que a ellos no les va a pasar si no se meten en política ni opinan en contra del Gobierno”.
En contraposición, opina que el pequeño, mediano o gran empresario nacional que tiene un negocio en el país, se queda “porque no tiene más opción que hacerlo, porque no puede irse a recomenzar a otro país, así que elige arriesgarse acá, cerrar la boca, y ver hasta dónde aguanta”. En el caso de los que son accionistas, lo que hacen es transferirlas a una empresa extranjera, con la esperanza de que eso les otorgue mayor protección ante una eventual confiscación, detalló.
Este experto no descarta que la próxima calificación que reciba Nicaragua sea negativa, porque no se puede separar la salud de la democracia, con la certeza de qué tan seguro es hacer negocios en un país, y en Nicaragua el riesgo ha venido creciendo en gran medida en los últimos años.
Al considerar que la última edición del Doing Business que elabora el Banco Mundial puso a Nicaragua en la posición 142, teniendo como ‘vecinos’ a Líbano, Tanzania y Zimbabwe, el economista se preguntó “en esas circunstancias, ¿quién va a querer invertir en Nicaragua: los chinos, los iraníes, los norcoreanos, los venezolanos?”.
Al admitir que en los mercados, los centros comerciales, los restaurantes, se ve mucho movimiento, y hay mucho tránsito en las calles, “como si no pasara nada”, recuerda que el problema de Nicaragua no es económico, (las reservas están bien; hay libre convertibilidad de la moneda) sino sociopolítico, expresado en “el temor de caer preso por decir lo que se piensa, o que te envíen una auditoría a buscarte hasta lo que nunca has hecho”, concluyó.