27 de agosto 2023
Llegó en pleno invierno de 1988. Sabía que se dirigía a Canadá, pero desconocía la severidad del frío al extremo norte del continente. “Al bajar del avión sentí como si hubiera entrado a un congelador y me di cuenta de que no traía la ropa adecuada para ese clima, ni estaba preparado para el nivel de frío que hacía. Fue mi primer choque cultural”, recuerda Leonardo Téllez, originario de un pequeño municipio de Carazo, en Nicaragua.
Con 17 años de edad, el joven debió salir de su país huyendo de la guerra civil y del Servicio Militar Patriótico, obligatorio en Nicaragua por el primer Gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
Cuatro décadas después otro conflicto político obligó a decenas de miles de nicas a emigrar y se repetiría la escena del joven del trópico nicaragüense que debería adaptarse al frío clima canadiense. Levis Rugama ya había experimentado el frío estadounidense, pero no estaba preparado para enfrentar los inviernos en Canadá, apodado “el gran norte blanco” por ser el segundo país más grande del mundo y por la nieve que lo cubre todo durante la época más fría.
“Hasta la fecha no me he acostumbrado a las temperaturas de este país, y no creo que alguna vez lo haga”, explica. Levis Rugama fue uno de los liderazgos juveniles que surgieron durante la Rebelión de Abril de 2018 y es excarcelado político de Matagalpa. Llegó a Canadá en 2020.
“Tanto el invierno como el verano son intensos”, cuenta Tatiana Cordero, originaria de Bluefields, en el Caribe Sur de Nicaragua. Emigró a Canadá hace siete años, ya que su esposo, también originario de Bluefields, tenía la ciudadanía canadiense, lo que permitió que toda la familia emigrara al país del norte. “Planeamos llegar en verano para evitar el frío, ya que sabíamos que sería intenso. Sin embargo, ese año el verano también fue chocante, era más caluroso que en Nicaragua”, compara.
Canadá: Un país de clima frío, pero cálido de corazón
A pesar de los choques y retos culturales, lingüísticos y climáticos que estos tres nicaragüenses superaron en Canadá, todos coinciden en que encontraron oportunidades únicas para una integración digna.
Canadá, el gigante gélido al norte de América, es considerado uno de los destinos más atractivos para los migrantes de todo el mundo por su seguridad y estabilidad. Al igual que Estados Unidos, ha acogido durante décadas a ciudadanos de distintos países, incluyendo a nicaragüenses. Según el censo de Canadá de 2021, un total de 13 840 residentes en Canadá informaron que su lugar de nacimiento era Nicaragua.
Aproximadamente el 48% de esta población reside en la provincia de Ontario, mientras que Quebec (20%), British Columbia (14%) y Alberta (13%) son otras provincias donde los nicaragüenses han optado por establecerse.
La vida en una provincia francófona
Antes de llegar a Canadá, Leonardo Téllez vivió en Costa Rica durante cuatro años. Su primer exilio fue en 1984, cuando tenía 17 años. Su madre lo envió a Costa Rica como medida de protección, para evitar que fuera a la guerra como parte del Servicio Militar impuesto por el Gobierno sandinista en 1983, en medio de la guerra civil con contra la Resistencia Nicaragüense, conocida como “la Contra”.
En Costa Rica, Leonardo aprendió inglés con la intención de emigrar a Estados Unidos, donde vivía su padre. Sin embargo, terminó estableciéndose en Canadá al enterarse de las ventajas de refugiarse allí. En febrero de 1988, su vuelo aterrizó en Montreal, la ciudad más grande de la provincia de Quebec, donde el francés es la única lengua oficial y el inglés se habla poco.
“Aunque manejaba bien el inglés, me sentí desorientado al llegar porque los residentes se ofendían si les hablaba en inglés. La gente no respondía y, cuando lo hacía, era en francés”. Este fue el segundo choque cultural que Leonardo experimentó al llegar. Sin embargo, su panorama mejoró cuando un agente migratorio lo contactó y le brindó orientación.
Leonardo inició su proceso migratorio y fue alojado en el Hotel Europa, un lugar designado por el Gobierno canadiense para recibir a los recién llegados sin familia y proporcionarles servicios básicos. “Me inscribieron en un programa para aprender francés y en menos de un año ya hablaba bien el idioma”, relata.
La gente “amable” de Quebec
Su adaptación fue rápida. Encontró diversos trabajos que le permitieron tomar cursos de formación y adquirir experiencia. Años más tarde, estudió Administración en Manejo de Operaciones Logísticas y Personal en la HEC Montreal, una escuela de negocios independiente afiliada a la Universidad de Montreal.
Leonardo destaca la amabilidad de la gente de Quebec y su cultura acogedora. “Los quebequés me recibieron bien, me hicieron sentir en casa y eso también contribuyó a mi adaptación”, menciona.
Durante los 35 años que ha vivido en Canadá, Leonardo resalta las cualidades de su provincia. Una vez que se estableció y formó una familia, nunca consideró regresar a Nicaragua. “Este es un país lleno de oportunidades, multicultural y con ciudadanos respetuosos, y aún es seguro”, describe Leonardo.
No niega sentir nostalgia por el pueblo donde vivió su infancia y donde su familia aún vive, La Conquista, en Carazo. “Desde que vine me he comunicado con ellos, al inicio a través de cartas, ahora por llamadas telefónicas o videollamadas, y viajo de vez en cuando a visitarlos”, relata.
Un excarcelado político en Ontario
Levis Rugama, de 24 años, excarcelado político originario de San Dionisio, Matagalpa, lleva tres años viviendo en Canadá. Después de salir de la cárcel en marzo de 2019, se fue de Nicaragua rumbo a Estados Unidos, pero nunca tuvo la intención de solicitar refugio en ese país. Optó por seguir más hacia el norte y se entregó a las autoridades canadienses en marzo de 2020, en la frontera entre Nueva York y Canadá.
Las políticas migratorias de Canadá para los refugiados llamaron la atención de Levis. Llegó a Toronto poco antes de que el país entrara en cuarentena debido a la crisis sanitaria por la covid-19, y pasó más de ocho meses en un hotel en Ontario, donde el Gobierno canadiense le aseguró techo, alimentación y apoyo económico.
Durante la cuarentena participó en programas virtuales para aprender inglés, ya que dominar el idioma era una de sus preocupaciones. “Al principio me costaba mucho y llegué a frustrarme”, recalca. Una vez que se levantaron las restricciones pandémicas, retomó el programa de enseñanza de forma presencial, y eso facilitó su aprendizaje.
En su proceso de independencia, Levis tuvo trabajos formales e informales. En último empleo, supervisó y capacitó al personal de una pastelería. “Desde Nicaragua me gustaba hacer pasteles y ya tenía conocimientos al respecto. Aquí en la pastelería aprendí a trabajar con chocolate, pero obtuve este puesto porque ya hablaba bien inglés, lo que me permitió ascender dentro de la empresa”, explica.
Lazos con otros nicas en Canadá
El primer año fue difícil emocionalmente. Estuvo solo en una habitación de hotel. Se comunicaba diariamente con amigos y familiares que viven en Nicaragua o estaban exiliados en otros países, para sentirse cerca de ellos. “Hubo momentos muy intensos en mis primeros días en Canadá, y aunque tuve un seguimiento por parte de un trabajador social, no era constante”, relata.
Después de tres años de exilio, Levis ha forjado lazos con otros nicaragüenses, que ahora considera su familia. Dice sentirse como en su barrio, donde vive en Toronto, pero que extraña Nicaragua. “Sé que he logrado adquirir cosas que quizás no habría conseguido en Nicaragua ni en Estados Unidos, pero echo de menos el arroz y los frijoles que solía comer con mi abuelita”, añade.
Levis fue criado por su abuela paterna y anhela regresar a San Dionisio, Matagalpa, su ciudad natal, para estar con ella. “Sueño con ayudarla a cocinar cada mañana, moler maíz, hacer recados y estar a su lado. Mi abuelita Nena Orozco es mi mejor amiga y tengo una maleta lista para mi regreso”, afirma.
De Bluefields a Toronto
Tatiana Cordero es originaria de Bluefields. Desde hace siete años vive en Canadá. Leonel González, su esposo, también es originario de Bluefields y tiene nacionalidad canadiense. Obtuvo un trabajo en Canadá y eso permitió que toda la familia emigrara con él.
“Mi esposo se exilió en Canadá junto con sus padres en los (años) 80, debido al contexto político en Nicaragua, pero regresaron en los años 90 tras el cambio de Gobierno”, explica Tatiana. Se conocieron desde jóvenes y cuando Leonel regresó a vivir a Nicaragua comenzaron una relación, se casaron y tuvieron dos hijos.
“En Nicaragua teníamos una vida estable, yo tenía mis negocios y Leonel un buen trabajo, pero miramos, desde ese entonces, la inestabilidad que se vivía allá. Por eso decidimos aprovechar la nacionalidad de mi esposo y planificar nuestra migración a Canadá”, relata.
Llegaron en verano a la ciudad de Mississauga, cerca de Toronto, en la provincia de Ontario, con la intención de aclimatarse antes de la llegada del crudo invierno, pero cada estación les tomó por sorpresa. “Mis hijos se adaptaron rápidamente. A mí me tomó tiempo. Aprendí a convivir con cada temporada, especialmente con el frío. Siempre buscamos actividades al aire libre”, describe.
El mayor desafío fue el idioma. Leonel hablaba inglés, pero sus hijos, de cuatro y seis años, y Tatiana no lo dominaban. “Ellos aprendieron rapidísimo, a mí me costó más”, reconoce.
Tatiana estudió inglés y la carrera de Paramédico al mismo tiempo. “Necesitaba buscar cómo avanzar profesionalmente. En Nicaragua era abogada, pero acá no tenía experiencia canadiense con mi carrera, ni sabía hablar el idioma, por eso me lancé a sacar una segunda carrera y aprender inglés paralelamente”, cuenta.
Ahora tiene cuatro años de ejercer la profesión, se hizo ciudadana canadiense y siente que está en un país seguro y de oportunidades. “Este país te permite, seas joven o adulto, crecer en el campo que deseas desarrollarte, tiene un sistema de salud universal, se respeta la libertad de expresión… le ha brindado seguridad a mi familia”, describe.
Integrados a través de programas gubernamentales
Leonardo y Levis comparten la opinión de Tatiana: “No hay un país con mayor estabilidad y seguridad para mi familia en América que Canadá”, refuerza Leonardo.
Los tres nicaragüenses lograron integrarse a través de los programas del Gobierno canadiense para los migrantes. “Los canadienses nos tratan con mucho respeto”, indica Tatiana. “En lo personal no me ha tocado experimentar situaciones de racismo, la gente no te discrimina como en Estados Unidos”, compara Levis.
Canadá es conocido por tener políticas de inmigración relativamente abiertas, diversas y favorables para una inserción adecuada de los extranjeros. Leonardo valora que “el Gobierno canadiense ha ampliado el sistema de integración para los migrantes y refugiados con el objetivo de que se queden en el país, se integren lo más rápido posible y sean productivos en la sociedad, he sido testigo de esto”.