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De primero en libertad a último en pobreza

Una diferencia de Nicaragua con Haití es que las acciones de represión aquí son practicadas por militares, policías y paramilitares y no por pandillas

operativo de seguridad en Puerto Príncipe por Fuerzas Armadas de Haití

Integrantes de las Fuerzas Armadas de Haití realizan un operativo de seguridad en Puerto Príncipe. Foto: EFE / Johnson Sabin

Onofre Guevara López

8 de agosto 2023

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“En Francia, la fuerza social que dirigió la revolución fue la burguesía; en Haití fue la masa esclava (…) “El bello sueño de antaño se ha convertido en una pesadilla”, René Depestre

Cuando se pretende dar una explicación acerca de la mala situación económica y social de Nicaragua, se recurre, casi invariablemente, a una frase cliché nacida de un racismo que vive en el subconsciente colectivo inyectado por el colonialismo cultural que todavía padecemos: “En el continente, solo Haití es más pobre que Nicaragua”. Y no se dice una mentira, sino una verdad con una mal disimulada y estúpida satisfacción de saber que… los “haitianos están peor que nosotros”.

Se piensa así, porque se supone —también con racismo— que los haitianos están en el último escalón de la pobreza… porque son negros “haraganes”, “revoltosos”, cultores “paganos del vudú” (vodú, dicen los haitianos) y practican “la magia y la brujería”; en suma, porque son “atrasados”, lo cual significaría que son incultos, primitivos; una idea producto de una lamentable ignorancia y un racismo de ajena procedencia, cultivado por el pensamiento de los opresores.

La tragedia del pueblo haitiano nace con el “descubrimiento” por Colón, quien llamó a la isla La Española; después por los años de los saqueos coloniales franceses; y más tarde, por las intervenciones armadas estadounidenses, utilizando a dictadores cipayos surgidos de entre la burguesía negra haitiana.


En 1697, cuando era colonia francesa se llamaba Santo Domingo de Guzmán, el 90% de la población arrancada de África de negros esclavizados, libertos y mulatos; en 1791, Toussaint Louverture, encabezó la sublevación de los esclavos, dos años después de la revolución francesa de 1789, y en 1795, por acuerdo entre colonialistas, Francia recibió la parte española de la isla, y Santo Domingo proclamó la independencia en 1804, y cambió su nombre por Haití, en homenaje a  la lengua de los taínos, pero los habitantes originarios de la isla eran los arawaks, quienes sin saberlo ni quererlo, pasaron a ser los indios de La Española.

En 1818, España volvió a ocupar la isla; en 1822 se produjo la reunificación, y en 1844, la parte Este recuperó la libertad como República Dominicana. Haití quedó reducida a la parte más pequeña, y después de largo tiempo con múltiples problemas políticos cayó en una deuda que los Estados Unidos aprovecharon para intervenirla militarmente desde 1915 a 1934; es decir, durante y hasta un año después de haber sido la expulsada su intervención en Nicaragua por las acciones del general Sandino.

Como un ipegüe trágico, Haití es afectado con mucha frecuencia por los terremotos, y actualmente, su situación ha empeorado después del asesinato del presidente Jovenel Moise (2021) más el aumento de la delincuencia de las pandillas armadas que asolan a todo el país, y de la que no se salvan los haitianos pobres, quienes también son reprimidos por los militares. Para remate, pero no final de su tragedia, los haitianos migrantes sufren la xenofobia de sus vecinos dominicanos y la discriminación en los Estados Unidos.

II

Una situación diferente de Nicaragua con respecto a Haití, es que las acciones y estilos de la represión aquí son practicados por militares, policías y paramilitares y no por las pandillas, pero, las consecuencias de atraso económico, político y social no son muy distintas a las de Haití. Incluso, es igual o peor que en Haití, porque aquí hay ausencia absoluta de los derechos humanos y democráticos; entonces, si estamos “en el segundo lugar después de Haití”, no es por casualidad.

Si por ese mal hábito de hablar acerca de superioridades entre personas, países y culturas se quisiera comparar la historia de Haití con la historia de Nicaragua, tendríamos que aceptar —con humildad— que perderíamos y con bastante diferencia, comenzando por el hecho de que la independencia de Haití le costó lucha y sangre a su pueblo —explotado como esclavo y discriminado por ser negro— mientras que en la independencia de Nicaragua no participaron los pobladores originarios —aunque también sometidos a la servidumbre del trabajo esclavizado y maltratados por ser indios—; es que nuestra independencia formal, fue resultado de maniobras políticas entre colonialistas y un grupo de criollos descendientes de los colonizadores.

Por muchas cosas, mejor sería pensar libres de prejuicios —y nunca con prejuicios raciales— porque son prejuicios de los colonizadores de antaño y de ogaño; nos luce más, ser comprensivos y solidarios, reconociendo que las realidades de ayer y de hoy de Haití, de atraso y de pobreza, no proviene de su color de piel, como la pobreza y el atraso de nosotros no deviene de nuestra característica racial mestiza y también negra.

Es obligado pensar más que en las cosas absurdas de los colores de nuestras epidermis, en las causas de la pobreza y el atraso de los pueblos como Haití y Nicaragua, que son y fueron las voracidades del colonialismo y del capitalismo, con la complicidad de los burgueses negros y los mestizos complacidos y complacientes con los amos blancos, a través de dictaduras militares, militarizadas y dinásticas como la de los criollos Somoza y los mestizos Ortega-Murillo en Nicaragua, y los negros Duvalier en Haití.

III

En el terreno cultural —también ideológico— tenemos que reconocer en los haitianos a sus más numerosos y destacados forjadores y exponentes de una cultura liberadora que en nuestro país no los hubo durante ni después de la colonia; ejemplo de esto, fue Jaques Dessalines, un esclavo cimarrón de entre el medio millón de esclavos, quien con habilidad política logró que la Asamblea Francesa eliminara la esclavitud, pese a que su revolución de 1789 —con todo su discurso de “Libertad, igualdad, fraternidad” y derechos “del hombre” no era anticolonialista, pues la Francia burguesa de hoy sigue siendo colonialista. De los líderes revolucionarios, solo Marat fue consecuente, y proclamó que:

“El fundamento de todo gobierno libre es que ningún pueblo puede ser sometido por derecho a otro pueblo, que no debe haber otras leyes que él se ha dado para sí, que él es el soberano en su territorio, y soberano independiente de todo dominio humano”. (Citado por René Depestre, en su libro Buenos días y adiós a la negritud).

Haití ha contado con una pléyade de intelectuales patriotas que especial papel se desempeñaron y desempeñan como historiadores, escritores, poetas portadores de ideas de vanguardia, como Gerard Pierre-Charles y el mismo René Depestre (1926) escritor en francés y español, poeta, ensayista, autor de unos doce libros, entre ellos Buenos días y adiós a la negritud, un estudio sobre la creación literaria negra antillana, cuyo título saluda la aparición y la separación a la vez del concepto de la negritud creado por el poeta de Martinica Aimé Césaire, y quien lo explica así:

“En las Antillas se sentía vergüenza ser negro. Se empleaba la palabra noir en lugar de négre, se decía un hombre moreno y otras tonterías por el estilo (..) fue entonces que me tomé la libertad de hablar de negritud…” Seguidamente, Césaire aclara que:

“La negritud ha acarreado peligros, esta ha tendido a devenir en escuela, Iglesia, ideología. Yo estoy por la negritud desde el punto de vista literario y como ética personal, pero estoy contra una ideología fundada en la negritud. (…) Yo me niego, totalmente a considerarme, en nombre de la negritud, el hermano del señor Francois Duvalier, para citar solo los muertos, y de otros siniestros personajes que me hacen erizar el pelo de la cabeza”.   

De acuerdo con ese criterio, Depestre prefiere hablar de negrismo en vez de negritud, porque: “Se ha probado que la diversidad de rasgos físicos, de matices de piel, el hecho de que se sea de uno u otro color en la vida, debe, poder ser vividos como dichosas diferencias de una misma condición humana”. Y pone como ejemplo: que…“una Americanidad común (…) más allá de los mitos raciales, rompe las jaulas y las cuadrículas de las antropologías especulativas”. Y agrega:

“El mejor homenaje que pudiéramos rendir al negrismo es afirmar que el mismo ha contribuido a reducir el campo de ¨la humanidad del hombre frente al hombre¨, y a unir la ternura universal de la creación artística a Guillén y Carpentier, Roumain y Rulfo, Neruda y Césaire, Countee y Rubén Darío, Langston Hughes y César Vallejo, Claude McKay y Gabriel García Márquez, los cuales han elevado en el espacio solar la voz popular, sabia, apasionada del Calibán de la descolonización”.

Al margen de estas cuartillas

*Depestre, describe la historia de Haití en pocas palabras:

*“Muy pronto, una nación política, y hasta cierta medida una nación cultural, mientras que la nación económica permanecía fundamentalmente tributaria del sistema colonial”…

*Durante la intervención estadounidense, en Haití hubo lucha guerrillera dirigida por Charlemagno Péralto y Benoit Batraville, a quien, como a Sandino, le tendieron una trampa…

*Una proclama racista de la burguesía haitiana: “El negro rico es mulato, el mulato pobre es negro”…

*En septiembre de 1937, autoridades del dictador dominicano Leónidas Trujillo, asesinaron a 15 mil migrantes haitianos…

*En su libro, Depestre menciona tres a veces a Darío; la siguiente es una de ellas:

“En 1892, Rubén Darío hará del negrismo uno de los elementos estéticos que se encontrará en todas las etapas de la evolución del modernismo y el posmodernismo”. *En México de los años 70: el haitiano Gerard Pierre-Charles, formó parte del Comité Latinoamericano de Solidaridad con Nicaragua, organizado por los poetas Chichí Fernández y Gloria Gabuardi.

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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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