1 de agosto 2023
Las expresiones contrarias a la unidad opositora por las diferencias ideológicas existentes entre sus integrantes, cuando, precisamente, el reconocimiento de esta diversidad es la clave para lograr la unidad en la acción política –no la unidad de las ideologías— siguen siendo nocivas también para Nicaragua, porque contribuye con la prolongación de esta etapa antidemocrática de su historia.
Lo peor de esta intolerancia que ha obstaculizado la unidad opositora está pasando cuando a la dictadura se le disminuye el control sobre su principal fuerza represiva por las constantes fugas de miembros de la Policía— lo cual ha obligado a los dictadores a intentar frenarlas, creando un desesperado freno legal para asustar a potenciales desertores; además, de que se les reduce las simpatías entre la población y entre sus mismas bases.
Eso quiere decir, que la oposición debe acelerar su unidad, desechando de una vez la intolerancia, reconociéndose como una fuerza política diversa y aceptando que la convivencia social democrática en la futura Nicaragua, es el centro del interés común de todo opositor, y no la imposición de ninguna ideología.
II
Por su parte, en la situación que están los dictadores, su interés es mantener su régimen ejerciendo mayor control sobre las fuerzas armadas por las cuales se sostienen, ordenándoles reprimir en las formas más extremas de lo que lo han estado haciendo contra los derechos humanos y democráticos de la población, porque saben que están fuera de tiempo por haber recogido y empeorado el proyecto dinástico somocista, frustrado por el pueblo al elevado costo de sangre de por lo menos dos generaciones.
Como se sabe, pasado el largo período colonial en nuestro país, la clase criolla dominante recogió su herencia encarnada en regímenes de caudillos cipayos –como el somocismo— modelos que los dictadores han escogido, menospreciando la disposición que tuvo el pueblo de negarse a seguir viviendo bajo la dictadura somocista con su chapiolla versión dinástica; pero se equivocaron copiando y haciendo su propia versión dinástica, y han tenido que reprimir cruelmente la disposición popular actual de no dejar que su dictadura se prolongue tantos años como la anterior.
A propósito, ya es necesario comenzar a desmontar la falsa idea de que la acción armada del FSLN fue la única que logró el derrocamiento del somocismo, porque es antihistórico desconocer el papel de otras fuerzas, como la Unión Democrática de Liberación, organizada por Pedro Joaquín Chamorro Cardenal (1974) quien encabezó los movilizaciones de masas, las cuales tomaron mayor impulso cuando lo asesinaron; nunca había habido mayores movilizaciones de masas en las calles, como aquellas condenando ese crimen contra quien organizó el primer movimiento político unitario y diverso de Nicaragua, y que luego sirvieron de base a la insurrección final del 79
Recordando aquella primera unidad diversa, y a quienes la hicieron posible, se hace fácil pensar en que el desenlace de la crisis actual está en la unidad en la acción opositora sin discriminaciones, como un adelantado experimento acerca de la convivencia futura en democracia de todas las corrientes políticas, por lo cual la unión opositora no se postergará más.
III
En cuanto a la dictadura, es conocido –lo acabamos de reiterar— que sobrevive con su proyecto dinástico gracias al control que ejerce sobre las fuerzas armadas, control que se mantiene por los privilegios con los cuales los dictadores premian la obediencia y la complicidad de las cúpulas militares. Este tema fue mencionado recientemente en CONFIDENCIAL por Dora María Téllez, quien terminó haciéndose esta pregunta: “¿Qué piensa el Ejército? Yo quisiera escuchar”.
Obviamente, se refirió a la cúpula militar, pues es la única obligada a contestar, no los soldados, aunque estos estarían encantados de responder por la situación humillante en la cual los obligan a vivir, pero no pueden hacerlo. Y los oficiales de graduaciones más próximas a los Generales, tampoco podrían hacerlo, porque muchos de ellos también han sido comprados con la tolerancia de sus abusos.
La corrupción existe en todas las estructuras estatales, pero es difícil descubrirla en su totalidad, más ahora que el periodismo de investigación está en el exilio. Sin embargo, es imposible que a la población –que es su fuente de noticias— le pase inadvertida la corrupción de militares, de cuyas actividades ilegales procede su enriquecimiento económico, pues sus salarios, por muy altos que fueran, no se lo permitiría.
IV
Lo dicho no sirve para calcular si la corrupción es mayor o menor de quién o de quiénes, según el lugar que los militares ocupan en el escalón, porque el asunto no es de cantidad, sino de ética. Es un proceso de alienación personal que comenzó con la auto desvalorización ética y humana; y hay que tomar en cuenta cómo se integraron las membresías del Ejército y de la Policía.
Los primeros, fueron combatientes en la lucha contra la dictadura del último Somoza, y finalizada la contienda quedaron incorporados al Ejército o la Policía sin tener vocación militar, sino por su compromiso con la causa por la cual habían luchado, aunque no ideológicamente destacados; y en el transcurso de los acontecimientos nacionales e internos del sandinismo, se les fue desapareciendo el ideal político motivador, y tomaron vida las ambiciones personales, luego satisfechas de modo y en la medida que les aparecían las oportunidades y desaparecía su ética.
Otros se incorporaron después, más que por vocación o ideales políticos, motivados, primero para evitar la endémica desocupación del sistema, y después por el interés de aprovechar las ventajas que tal militancia tiene, porque conocieron a quienes superaron en mucho sus condiciones materiales de vida, adquirieron privilegios, ascendieron social y políticamente por sus relaciones y complicidades con los gobernantes; de esta manera, los valores éticos y el respeto a la constitucionalidad, perdieron su importancia ante la satisfacción del bienestar económico y el poder alcanzados.
Es un fenómeno de enajenación y de complicidad que identifica intereses de militares y políticos, quienes defienden mutuamente sus nuevas condiciones de vida, ya sagrada para ellos, por lo cual protegen la inmovilidad –y en muchos casos promocionan la involución política del país— impulsados por el mismo terror que le tienen al futuro fuera del poder; y, como el terror es más eficiente cuando se aplica con la fuerza militar, de ahí les nace la necesidad –a los dictadores— de controlarlas, y de practicar unidos la misma corrupción.
Pero, como en todas las fuerzas armadas del mundo, dentro del Ejército oficial hay otro ejército, el de los soldados; los que trabajan al servicio de los altos oficiales en condiciones de servidumbre en la institución y el hogar, aparte de ser custodios de los carnavales políticos de la dictadura bajo la lluvia o el sol, con hambre y con sed, inmóviles físicamente, y esclavizados siempre… al “deber”.
Otros soldados son choferes, mandaderos y servidores de todos los miembros de las familias de altos militares; son jardineros, y para todo forman parte de la bajo servidumbre doméstica. A diferencia de los trabajadores libres de vender su fuerza de trabajo, que se defienden de las injusticias sociales individual o colectivamente, los soldados están bajo la férrea disciplina militar, que no les da derecho ni para quejarse.
Los soldados están sujetos a una política de enajenación, porque los reales enemigos de su libertad y dignidad humanas, les hacen pensar que sus enemigos son los ciudadanos que protestan contra el orden establecido, y el arma que les dan, es para defender “las conquistas revolucionarias”.
Lo que no se puede evitar dentro de las fuerzas armadas –Ejército y Policía— es la división de clases sociales y sus contradicciones, con un factor extra que no existe en la sociedad civil: a la división de los intereses económicos, los ideológicos, culturales y los raciales, se suma las divisiones del escalafón militar entre soldados, cabos, sargentos, tenientes, capitanes, coroneles, generales y en medio una gran cantidad de subdivisiones que vuelve imposible la solidaridad, pero hace más fértiles las injusticias.
Al margen de estas cuartillas
*Ya con la personalidad perdida, hacen pensar al soldado que su “autoridad” está en el fusil… y algunos los utilizan con placer…
*Pero la injusta realidad es más fuerte que la alienación, y entre soldado y pueblo hay una alianza natural que Nicolás Guillén, descubrió en uno de sus poemas:
No sé por qué piensas tú,
soldado, que te odio yo,
si somos la misma cosa
yo,
tú.
Tu eres pobre, lo soy yo;
soy de abajo, lo eres tú;
¿de dónde has sacado tú,
soldado, que te odio yo?
Me duele que a veces tú
te olvides de quién soy yo;
caramba, si yo soy tú,
lo mismo que tú eres yo.
Pero no por eso
he de malquererte, tú;
si somos la misma cosa,
yo,
tú,
no sé por qué piensas tú,
soldado, que te odio yo.
Ya nos veremos yo y tú,
juntos en la misma calle,
hombro con hombro, tú y yo,
sin odios entre yo ni tú,
pero sabiendo tú y yo,
adónde vamos yo y tú…
¡no sé por qué piensas tú,
soldado, que te odio yo!