23 de junio 2023
Faltan todavía dos años para las elecciones presidenciales en Bolivia, pero el conflicto sucesorio dentro del bloque hegemónico del MAS ya ha estallado. Evo Morales, que busca un cuarto mandato presidencial en 2025, ha logrado que la máxima dirigencia del MAS acuse al presidente Luis Arce y al vicepresidente David Choquehuanca de traidores y cómplices de la “derecha fascista”.
Tanto la cúpula del MAS como algunos legisladores de la corriente evista, como los senadores Andrónico Rodríguez y Leonardo Loza, han presentado a Arce como el “peor enemigo” del proyecto masista. La agresividad verbal de los partidarios de Morales llegó al extremo, en las últimas semanas, al acusar al presidente y al vicepresidente de buscar la reelección por fuera del MAS.
La reacción del Gobierno ha sido cerrar filas dentro del gabinete. En una reunión con los ministros de Gobierno, Eduardo del Castillo; de Justicia, Iván Lima; de Obras Públicas, Edgar Montaño, y de la Presidencia, María Nela Prada, Arce, intentó defenderse de las acusaciones del evismo y llamó a sus seguidores a dar la batalla dentro de la Asamblea Legislativa Plurinacional y el Poder Judicial.
La judicialización de la política, tan común en América Latina, también ha llegado a Bolivia, con la peculiaridad de que allí no se trata de un mecanismo utilizado por la derecha para confrontar a la izquierda, sino por una parte de ésta contra la otra. Son dos facciones de la izquierda enfrentadas y la que está fuera del poder criminaliza a la que gobierna con cargos sobre corrupción y narcotráfico.
El Gobierno de Arce, constantemente interpelado en la Asamblea Plurinacional, ha iniciado sus propias investigaciones contra legisladores partidarios de Morales. La guerra ha pasado de las declaraciones a las causas criminales, y ganará en intensidad conforme se acerquen las elecciones primarias del MAS en 2024.
Evo Morales, por lo pronto, mantiene el mayor respaldo dentro del partido oficial, que ya lo ha declarado candidato único a las elecciones de 2025. El líder histórico ha llamado a “cuidarse de Lucho”, en alusión al presidente, y sus partidarios difunden cada vez más abiertamente descalificaciones a Arce y al vicepresidente Choquehuanca.
El MAS ha sido la fuerza política hegemónica en Bolivia desde fines de la primera década del siglo XXI. La actual grieta, a punto de derivar en una escisión, crea el dilema de una bifurcación del bloque hegemónico, que podría aprovechar una oposición en desventaja después del fracaso del Gobierno de Jeanine Áñez.
Si la escisión se produce estaríamos en presencia de un fenómeno que comparte elementos con otras sucesiones conflictivas en la izquierda gobernante latinoamericana, como las que tienen lugar ahora mismo en Argentina y México. La unidad tiende a ser precaria en izquierdas para las que los liderazgos personales pesan más que la disciplina partidaria. Otra vez, la vieja fricción entre carisma y doctrina.
*Artículo publicado originalmente en La Razón de México.