Guillermo Rothschuh Villanueva
28 de mayo 2023
PUBLICIDAD 1M
PUBLICIDAD 4D
PUBLICIDAD 5D
Nos cuenta de manera ácida, la tragedia que supone para un adolescente, haber quedado a solo unos milímetros, de encarnar en la pantalla a Harry Potter
El escritor francés David Foenkinos.// Foto: Tomada de redes
“Harry Potter era la parte rebelde, nuestro deseo de poseer poderes para erradicar a los indeseables, nuestro sueño de una vida mejor”, David Foenkinos
Los buenos escritores hacen magia con temas que, para el común de los mortales, parecerían intrascendentes, normalmente baladíes. Se lanzan al abismo sin temor a desbarrancarse. Encuentran esmeraldas en socavones que para muchos pasarían desapercibidos. Poseen ojos escrutadores. Cuando posan su mirada, hurgan hasta el fondo, convencidos como están, que en esos yacimientos extraerán pepitas de oro. En esto radica su grandeza. Cumplen con largueza el adagio que no existen malos temas, sino malos escritores. Son los agraciados. Su olfato tampoco les traiciona. Un termómetro para medir la temperatura. Disponen del aliento suficiente para realizar largas travesías. Entre más complejas sus historias, saben empinarse sobre el horizonte, con el propósito de mostrarnos sus cualidades de superdotados. Son geniales. Nunca fallan.
Gozan de una inventiva capaz de seducir hasta los más incrédulos. No caminan a tientas por el mundo. Crean personajes a partir de los cuales construyen universos chispeantes. Como los magos, disfrutan de la prerrogativa de sacar de su chistera, conejos de los más variados colores y loros hablando el idioma de los dioses. Son los seductores de toda la vida. Desde el inicio resultan cautivantes. No hay forma que podamos escapar de sus embrujos. Especialmente si lo que van a contarnos está vinculado con la vida de magos y hechiceros que han trascendido fronteras, instalándose en el imaginario de millones de personas desparramadas por distintos continentes. Sin venir a cuento, un desafío que David Foenkinos asume gustoso. De antemano sabía que saldría victorioso del reto que se autoimpuso. Estaba seguro que generaría simpatía y credibilidad entre nosotros.
El francés sabe maravillarnos, regresa nuevamente cargado de esmeraldas y rubíes. Nos cuenta de manera ácida y corrosiva, la tragedia que supone para un adolescente, haber quedado a solo unos milímetros, de ser seleccionado para encarnar en la pantalla, al célebre y celebrado, Harry Potter. La historia de Foenkinos ha sido inventada de principio a fin. La agudeza del novelista radica en hilvanar con hilos de seda, las amarguras padecidas por Martin Hill, después de haber sido descalabrado por David Radcliffe. Sintió sus carnes estrujadas. Un rencor profundo. No pudo conseguir el papel que le garantizaba volverse millonario y ser idolatrado por multitudes de los más extraños lugares. Su padecimiento fue delineado con convicción y fuerza narrativa, capaz de convencer hasta los más despistados. Una nueva conquista de David Foenkinos.
El título de la novela es anodino, no dice nada; no invita ni convoca a la lectura. Número dos, (Alfaguara, 2022), como la llamó el oráculo francés, compite con la magia que destilan los textos de J. K. Rowling. Para cumplir su cometido, asumió las dudas sufridas por la escritora inglesa desde el primer momento. La acompaña en sus titubeos. Estaba dispuesto a validar que su creación era tan convincente, como fantasiosas son las producciones cinematográficas que elevaron a la cumbre, no solo al actor David Radcliffe, un engreimiento similar vivió la señora Rowling. Una saga a la que millones de adolescentes y jóvenes rinden pleitesía. Continúan pegados a las páginas y pantallas, prendados de sus libros como también de la manera estupenda con que fueron interpretadas las diferentes producciones cinematográficas a las que dio origen.
El novelista francés, fiel a su estilo, tejió su bordado recurriendo de nuevo a frases cortas y contundentes, absolutamente categóricas. Como lo hace cada vez que emprende un nuevo libro, Número dos viene repleto de citas sobre conocidas películas. ¿Se asiste de ellas para mostrar su cultura cinematográfica? Es probable. La persuasión es hija de la capacidad fabulatoria de novelistas consagrados. Foenkinos empareja las acciones. Equilibra su estilo ingenioso, con el de Joanne K. Rowling. No se queda atrás. Le iguala. Cáustico y mordaz, nada tiene que envidiarle. Avanza de forma demoledora. A su manera se conduele de la amargura que vive su personaje. Sangra sus desventuras. Elude la cursilería de ofrecernos una historia simplona. El dolor muchas veces convoca a la risa, para evitar que el llanto termine ahogándonos en un charco de lágrimas.
II
Los cuatro apartados rebosan expresiones de riqueza inaudita. Cantidad y calidad caminan sobre rieles aceitados. Muy pocos párrafos escapan de su fragancia embriagadora, provocan regocijo o una risita sardónica. Todo cuanto dice es decididamente convincente. Sutilezas del narrador omnisciente, hila frases con las que torna apetitosa la lectura. Nada más elegante que desparramar un manojo de afirmaciones, con la certeza que encandilará a los más sagaces. Saca filo a su lapicero para verternos el aliento de un escritor perspicaz. Procura no dar un paso en falso. Avanza como una máquina que arrolla todo cuanto encuentra en su camino. Creo justo desgajar unas cuantas, para que tengan una visión de lo brillante y oportunas que resultan. Dan solidez y exhiben sin compasión, el infortunio que arrebata el aire a Martin Hill:
—La felicidad es un poco burguesa
—Algunas historias están escritas antes de que comiencen
—Se vuelve miope porque no quiere ver la nueva realidad de su vida
—El talento literario nunca ayuda a nadie a ser feliz
—El aburrimiento es la mejor formación para escribir
—Un teléfono móvil era todavía un chisme para ricos, un artificio reservado para quienes querían subrayar su importancia
—La carta es una conversación de sentido único
—Mostrar una herida tiene el poder de reavivarla
—Cada cual busca el remedio para el sufrimiento de sus males
—No hay nada más visible que la ausencia
—Lo violento del fracaso es perder el dominio del propio destino
El edificio literario fue diseñado y construido por un sibarita, a quien divierte hacer gárgaras y encajar con sutileza una palabra después de la otra, para referir las penurias y la hiriente realidad que casi termina con la vida de Martin. No ser, pudiendo haber sido, resulta un infortunio extremo. Esta es la cuestión, mi querido Hamlet. Piensa en los aplausos y en el rostro sonriente de David Radcliffe, metido en sus anteojos de niño extrovertido, convertido a su corta edad en estrella cinematográfica. Dueño de una fortuna y un futuro del que todos quisiéramos ser merecedores. Entre más evoca su figura, mayor es la zozobra. Odia la presencia de Harry Potter desperdigada por todos los rincones. No piensa en el futuro. Vive muerto en vida. La suma de sus días son una tragedia de principio a fin. Participó en la elaboración de la telaraña que le asfixia.
Mantener el mismo clima narrativo, en una historia que el novelista desea prolongar, hasta encontrar la redención de una criatura nacida de su inspiración, resulta una proeza. A veces Foenkinos pareciera trastabillar y perder el equilibrio. Caídas de las que se recupera gracias a su astucia inventiva. Pertenece a la estirpe de novelistas que me atraen, gracias a su capacidad de urdir historias a partir de minucias. Una habilidad que, para mí, constituye lo más valioso de cualquier obra de ficción. El secreto estriba en su capacidad fabulatoria. Narra, cuenta, especula y se mete en embrollos transidos de humor. Sabe maniobrar la información, datos que si no saben usarse terminarían ahogando a los creadores. Foenkinos hace cabriolas para que sepamos que posee infinidad de recursos literarios. Posee la capacidad de mantenernos expectantes hasta el desenlace final.
Una novela bien contada nos seduce, cuando al encontrarnos con el mismo autor, caemos rendidos otra vez, ante el ingenio de no saber hacer otra cosa, que hilvanar historias que nos sacan del tedio y el sopor. No hay forma de extraviarnos. Hilvana su novela narrando las tribulaciones de un muchacho, que sin lugar a dudas jamás dejará de evocar la crueldad del momento en que hizo aparición otro chamaco, haciendo el casting con mayor gracia y naturalidad que la suya. Deseoso de liberar de angustias a su personaje, David Foenkinos inventa una salida a su sufrimiento. Después de una larga agonía evita su muerte. Al final fragua una conversación entre Martin y quien se ganó el premio mayor de la lotería. David Radcliffe, le confiesa atormentado, las vicisitudes y descalabros que supuso en su vida, haber resultado vencedor en aquel cotejo.
PUBLICIDAD 3M
Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.
PUBLICIDAD 3D