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El nuevo consenso de Washington

La intervención estatal interna y su coordinación con la intervención pública externa, inician una nueva fase en la política de los Estados Unidos

Jake Sullivan

Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional del presidente Joe Biden. Foto: EFE

Constantino Urcuyo F.

24 de mayo 2023

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Recientemente, Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional del presidente Biden, dio un discurso que rompe con la tradicional política económica internacional de los Estados Unidos (EE. UU.), resaltando una nueva postura frente a la relación entre superpotencias, con naciones industrializadas y países del Sur Global. Identifica nuevos desafíos de un sistema internacional en transición y acciones para adaptarse a esta nueva era.

Sullivan señala los retos. Se trata de erosión de la base industrial de los EE. UU., del nuevo entorno de competencia geopolítica y de seguridad, aceleración de la crisis climática y desigualdad social creciente que reta a la democracia. El reconocimiento de este nuevo paradigma va acompañado de propuestas: una nueva estrategia industrial, fortalecimiento de las relaciones con aliados, nuevos marcos de cooperación económica más allá de los tratados de libre comercio e inversión en economías emergentes.

Trascender los tratados de libre comercio implica apartarse del Consenso de Washington (años 80) que establece supuestos errados. El consejero de Biden reconoce que el Consenso con su énfasis en la estabilización macroeconómica, liberalización económica comercial, reducción del Estado y expansión de las fuerzas del mercado, se encuentra agrietado y exige exploración de nuevas rutas.

El escenario actual requiere formular una política económica internacional más amplia, de mayor integración con la política interna, con la política exterior, evitar la disrupción de cadenas de producción y de transporte, la rivalidad ente potencias y la inclusión de consideraciones de seguridad nacional, como lo es la dependencia energética. Para ello, Sullivan plantea la revisión de la política anterior.


El primer supuesto cuestionado es reducir la política económica a la disminución de impuestos para los actores más ricos y el entusiasmo con la desregulación y la privatización, así como la apuesta absoluta por la liberalización del comercio. Advierte que los mercados seguirán siendo importantes, aunque no siempre logran productividad y eficiencia.

Por otro lado, cuestiona que todo crecimiento es bueno, señalando que la vieja política apostó por los sectores financieros con olvido de la producción de microprocesadores, infraestructura, industria e innovación. Duda también de esa visión donde economía funciona a contrapelo de geopolítica.

En tercer lugar, enjuicia la creencia de que integrarse a la globalización crea países más responsables, cooperantes y con apertura política. Los subsidios estatales chinos a sus empresas sirven para rechazar que la integración a la economía internacional implica adhesión inmediata a la democracia. Los beneficios de libre comercio y crecimiento tampoco llegaron a todos, “el goteo” (trickle down) no ha alcanzado a las clases trabajadoras e implica recortes en inversión pública y concentración de riqueza. Sullivan introduce un elemento nuevo, la preocupación por el cambio climático, un entorno sano es visto como bien público que requiere inversión estatal para desarrollar energías limpias que faciliten la transición energética.

Luego de exponer desafíos y supuestos errados, propone soluciones. La nueva política económica promoverá inclusión de muchos actores internacionales, anticipará factores geopolíticos y pandémicos y se preocupará por inversión en bienes públicos como infraestructura física y digital. La nueva estrategia industrial requerirá de intervención estatal, no sólo de las fuerzas del mercado, pensar el largo plazo y factores de seguridad nacional.

Entonces, cita decisiones pasadas relacionadas con desarrollo de Internet y subproductos de la exploración espacial. Rechaza la autarquía, pero apunta hacia la resiliencia entendida como flexibilidad y capacidad de adaptación. Uno de esos campos son los semiconductores, donde EE. UU. sólo fabrica el 10% de la producción mundial con riesgo económico y de seguridad.

La búsqueda de una economía segura y sostenible genera críticas de aliados europeos en torno la Ley de Reducción de la Inflación, acusada de proteccionismo. Para despejar dudas, Sullivan acude a un comunicado conjunto entre Biden y la presidenta de la Comisión Europea, señalando la importancia de desarrollar capacidades industriales para la transición energética y su compromiso de trabajar para asegurar cadenas de producción y condiciones laborales.

En el foro de Brookings, el asesor de seguridad enfatizó que sus alianzas van más allá de las democracias industriales avanzadas, tratados comerciales tradicionales y reducción de tarifas. Para responder a la pregunta ¿cómo se inscribe el comercio en nuestra política económica internacional?, destacó: mediante creación de cadenas de producción diversificadas, movilización de inversión pública y privada para una transición hacia energías limpias, inversión en infraestructura digital, límites a reducción de impuestos para grandes empresas, y mayor protección de derechos laborales y ambientales.

La reforma a la Organización Mundial del Comercio (OMC) es otro gran punto: “… reformar el sistema de comercio multilateral para beneficiar a trabajadores, incluir los intereses de seguridad nacional legítimos (…) e insertar temas ausentes en el marco de la OMC, como desarrollo sostenible, transición hacia energías limpias y avances en biotecnología e inteligencia artificial”. La propuesta de crear una Asociación Global para la Infraestructura e Inversión para países de ingreso bajo y medio, es competencia para la iniciativa china de la Franja y la Ruta.

Controles para inversión extranjera y limitaciones a exportaciones de tecnología, se limitarían a áreas críticas de la seguridad nacional, aunque para Pekín se trata de bloqueo tecnológico y algunos analistas norteamericanos señalan la dificultad de establecer la línea entre lo militar y lo comercial, porque muchas de estas tecnologías son de uso dual. Sullivan insiste que no se trata de desconexión económica (decoupling), sino de evitar riesgos (derisking) y diversificar.

¿La gran conclusión de este discurso? En resumen: “Se trata de reemplazar un enfoque centrado en supuestos simplificados (…) con uno que promueve enfoques e inversiones bien identificadas en áreas que los mercados privados son inadecuados para lograrlo, a pesar de que continuamos aprovechando su poder y el de la integración”.

Resulta claro que la intervención estatal interna y su coordinación con la intervención pública externa, inician una nueva fase en la política de los Estados Unidos, marcada por un rol activo del Estado, por la integración de lo político con lo económico, y por el abandono del viejo eslogan de comercio y no ayuda (trade not aid).

La política al timón, sin olvidar que no se puede prescindir de los mercados.

*Artículo publicado originalmente en El Financiero.

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Constantino Urcuyo F.

Constantino Urcuyo F.

Abogado, académico e investigador costarricense. Director académico del Centro de Investigación y Adiestramiento Político Administrativo (CIAPA). Cuenta con títulos en Relaciones Internacionales, Cooperación Internacional y Sociología Política. Fue director de la Escuela de Ciencias Políticas, profesor invitado en diversas Universidades y diputado a la Asamblea Legislativa.

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