6 de mayo 2023
En marzo, el Grupo Intergubernamental de Expertos de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (IPCC) publicó su «informe de síntesis», que es el último apartado de su sexto informe de evaluación (AR6). El informe, que se basa en miles de artículos publicados en revistas con referato por cientos de científicos de todo el mundo, ofrece una reseña integral de los efectos del cambio climático y de lo que debe hacer el mundo para limitar el calentamiento global a no más de 1,5 °C respecto de los niveles preindustriales.
La buena noticia es que según el IPCC, «ya existen opciones de mitigación y adaptación viables, eficaces y de bajo costo». Pero para garantizar «un futuro vivible y sostenible para todas las personas», también se necesita una amplia transformación y voluntad política para tomar medidas audaces.
Los informes del IPCC son invalorables. Al poner conocimiento científico en negociaciones climáticas que de lo contrario estarían dominadas por consideraciones políticas y económicas, informan y al mismo tiempo promueven la rendición de cuentas. Cada uno de los informes (que a menudo exceden las mil páginas) incluye un resumen para responsables de políticas, que debe pasar por la aprobación oficial de los estados miembros. Este proceso permite a representantes de los gobiernos y observadores hacer comentarios sobre los borradores en redacción y a los científicos rechazar sugerencias que pongan en duda la integridad de sus investigaciones. Pero durante el proceso de aprobación, puede ocurrir que algunas oraciones se refuercen, se suavicen o incluso que se eliminen del borrador final.
El último informe advierte que la frecuencia e intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos ya supera las predicciones, y que la acción internacional ha sido mucho más lenta de lo esperado. Cada fracción de grado importa, y con el ritmo actual de emisión de gases de efecto invernadero, el mundo se precipita hacia un aumento de 3,5 °C en 2100, con consecuencias devastadoras para la humanidad y para el planeta.
El informe advierte que de no mediar acciones urgentes para reducir a la mitad la emisión de gases de efecto invernadero de aquí a 2030, «lo más probable» es que el calentamiento global llegue a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales en el transcurso de la próxima década. Pero si las autoridades actúan de inmediato, todavía pueden evitar que los mantos de hielo se derritan, que el permafrost se descongele y que se desintegren los ecosistemas, y salvarán al hacerlo incontables vidas.
Para cambiar de rumbo, debemos enfrentar la causa raíz del cambio climático: «el uso insostenible de la energía, los usos y cambios en el uso de la tierra, los estilos de vida y las pautas de consumo y producción en las diversas regiones, en los planos nacional e internacional y entre los individuos». Los gobiernos tienen a su disposición muchas formas viables y económicamente eficientes de reducir las emisiones. Las más prometedoras son aquellas que incorporan enfoques basados en derechos con inclusión de una participación pública significativa en la toma de decisiones, equidad de género, protección de la biodiversidad, los derechos humanos y los derechos de los pueblos indígenas. El informe del IPCC señala que las políticas que promueven la equidad y la justicia climática «llevan a resultados más sostenibles» y «reducen las tensiones entre objetivos contrapuestos, sostienen cambios transformadores y promueven modelos de desarrollo con resiliencia climática». Básicamente, las políticas climáticas que son más justas reciben más apoyo y por eso son más eficaces.
El mejor modo de reducir las emisiones es abandonar el uso de combustibles fósiles y acelerar la transición a las fuentes de energía renovables, en particular la energía solar y eólica. Pero el informe también identifica importantes medidas orientadas a toda la economía y del lado de la demanda, por ejemplo la búsqueda de «suficiencia», los flujos circulares de materiales, la eficiencia energética, pautas de consumo y producción sostenibles, el uso generalizado del transporte público y prácticas agrícolas basadas en «enfoques de gestión de la tierra sostenibles».
También pueden ayudar a reducir las emisiones cambios conductuales como la adopción de una «dieta saludable sostenible», reducir el uso de electrodomésticos y renunciar al auto privado en favor de caminar y pedalear. Como señala el informe del IPCC, el 10% superior de los hogares con mayor nivel de emisión per cápita genera entre 34 y 45% de las emisiones hogareñas derivadas del consumo en todo el mundo, mientras que el 50% inferior sólo contribuye entre un 13 y un 15%.
Curiosamente, a pesar de los beneficios ambientales comprobados de reducir el consumo de carne para adoptar dietas más saludables, ni el resumen ni el informe completo mencionan la carne o los productos lácteos, y ambos relegan la expresión «basado en plantas» a una nota a pie de página.
También se eliminó del informe una oración esperanzada y calificada como muy fiable que hablaba de políticas a corto plazo urgentes, rápidas, viables y equitativas para enfrentar el cambio climático y mejorar el bienestar humano que ya están disponibles para usar a gran escala. Esto provocó la indignación de muchos observadores y de una variedad de estados que querían mantener el dato científico. Pero tras horas de discusión, la oración quedó afuera; se consideró que expresiones como «urgente», «rápido» y «disponibles para usar a gran escala» podían dificultar la aprobación universal del informe. Esto remarca la tensión entre la ciencia y la voluntad política.
Tensión que fue evidente en las tres sesiones que precedieron la aprobación del sexto informe de evaluación. Los países en desarrollo expresaron malestar con los desarrollados por no hacer lo suficiente, a pesar de la responsabilidad histórica que tienen por el cambio climático y a pesar de sus promesas de proveer financiación y transferencias de tecnología para facilitar los esfuerzos de adaptación. Además, se debilitaron las expresiones referidas a la reducción de los combustibles fósiles, la eficiencia económica de las fuentes renovables y la equidad en la posesión de esas fuentes, lo que refleja el activismo de actores que quieren que la extracción de combustibles fósiles continúe.
La falta de suficiente voluntad política mundial llevó a que en el resumen se hable más de «emisión neta nula» (net-zero) que de la necesidad de una reducción rápida y real de las emisiones de gases de efecto invernadero. Esto puede llevar a funcionarios mal informados a concluir que como por arte de magia podemos plantar árboles y seguir como hasta ahora. Además, se ha dado más espacio a soluciones de geoingeniería como la eliminación de dióxido de carbono y la captura y almacenamiento de carbono (CCS) que a las fuentes de energía renovables, pese a investigaciones que muestran que el empleo de esas tecnologías supone enormes riesgos ambientales. A lo que se suma el hecho de que en comparación con una transición rápida a las energías renovables, la CCS mantiene la dependencia de los combustibles fósiles, es más cara, no está disponible para usar a gran escala y es menos eficaz para reducir las emisiones. El resumen menciona algunos de estos riesgos, pero ocultos en una nota a pie de página.
Los informes del IPCC siguen siendo un recurso indispensable para informar a la gente de los efectos del cambio climático. Pero los lectores que busquen una evaluación clara de los esfuerzos actuales por reducir las emisiones globales y limitar el calentamiento global a 1,5 °C deben pasar por alto el resumen y leer en cambio el informe completo.
*Texto original publicado por Project Syndicate