Guillermo Rothschuh Villanueva
2 de abril 2023
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Los audiolibros son más baratos que los impresos, razón de más para sentirse atraídos por estas ofertas
Ilustración / Cortesía
“Leer no es superior a escuchar, pero tampoco es equivalente”. Daniel Willinhgam
En la era audiovisual hay quiénes se preguntan, qué resulta mejor, si leer un libro o que te lo lean. Alternativa aun no resuelta. Los neurocientíficos estudian el fenómeno. Eso no impide que la cantidad de personas que compran libros para escucharlos, continúe aumentando. Las estadísticas son significativas. Solo en España, la plataforma de audiolibros de Amazon —según registros dados a conocer por Audible— muestran cada mes, un número mayor a los 1.4 millones de horas de escuchas de libros. Testimonia que los indicadores seguirán creciendo. A muchas personas les gusta estar a la moda, sin tomar en consideración las diferencias prevalecientes entre una y otra modalidad.
Los audiolibros son más baratos que los impresos, razón de más para sentirse atraídos por estas ofertas. La concentración editorial pareciera que no hay forma de detenerla. En el futuro no sería nada extraño que, las editoriales se decanten por la publicación de esta versión. Especialmente de obras literarias. Son las predilectas de muchos lectores. Sobre todo, de quienes tienen pereza de leer. Cadencia y entonación constituyen un aliciente y una provocación. Lectura ensayada por nuestros padres, cuando éramos niños y adolescentes. La magia de transportarnos a través de universos desconocidos, donde la inventiva y nuestra creatividad, resultaban fundamentales para completar el goce.
Con la aparición, desarrollo e innovación de las plataformas digitales, estos cambios eran de esperarse. Los primeros en sentir el rigor de las transformaciones fueron los dueños de los medios impresos. Unos más, otros menos, han sorteado las vicisitudes. Se han visto obligados a aceptar nuevas reglas de juego. Un proceso similar ha tenido que soportar el grueso de propietarios de radioemisoras. Más allá de la intensidad y severidad de las desgarraduras, llegaba el momento de migrar hacia las redes a un costo muy alto. Con una merma sensible en la captación de anuncios publicitarios. Muchos medios han tenido que cerrar. La vertiginosidad del cambio de época trajo aparejada una época de cambios.
La explosión no reconoce fronteras, la pasividad y connivencia de los mandamases locales, posibilita la expansión acelerada de las propuestas surgidas en los laboratorios primer mundistas, para usar a una expresión en boga. ¿Será posible que a estas alturas puedan subsanarse todas estas omisiones? Todavía queda tiempo. Existe espacio suficiente para suplir los vacíos jurídicos y la carencia de políticas tecnológicas. De lo contrario continuaremos siendo engullidos por los elefantes tecnológicos. No pararán hasta conseguir sus objetivos. En nuestros países existe una marcada tendencia de suscribir e imitar sin pudor, todo lo que viene de afuera. Copiamos al son que nos tocan.
La aparición de las tabletas significó un paso adelante, muchísimos lectores dejaron de adquirir libros impresos. Estaban de por medio dos poderosos motivos. En un entorno donde la lectura de libros nunca ha sido un hábito generalizado, buena parte de quienes acostumbran leer, prefieren libros en línea. Son más baratos y asequibles. La otra razón obedece a la tardanza con que llegan a las librerías locales. Son poco sensibles a la inclusión de algunos ensayos y obras literarias. A todo lo anterior, debemos sumar el tiempo de espera, para que los libros sean puestos en sus anaqueles. Con una atenuante. La inmensa mayoría nunca ha sido proclive a la lectura. Les provoca escozor.
En un país mayoritariamente juvenil como el nuestro, es bastante probable que los audiolibros queden enmarcados dentro de sus preferencias. Las plataformas digitales ejercen un enorme atractivo. Los jóvenes se informan y ven televisión a través de las redes sociales. Un signo de distinción. Las ganancias que obtienen las empresas que ofrecen servicios de internet, son millonarias. La cantidad de teléfonos móviles supera con creces, el número de habitantes que tiene Nicaragua. Sienten predilección por los móviles de última generación. Para adquirirlos piden préstamos o los compran al crédito. Pueden quedarse sin ingerir alimentos, antes que dejar de comprarlos y recargarles.
II
Existe una razón adicional para la compra de audiolibros. Es la forma idónea de vencer censuras y prohibiciones. En la era de las comunicaciones globales, trancas y barreras impuestas por gobiernos, resultan fácilmente burladas. Solo basta disponer de un móvil o una tableta. Se valen de estos dispositivos para leer obras de su preferencia. Especialmente las incluidas en el Índex de sus respectivos países. Cada día se vuelve más difícil imponer restricciones a la lectura. Esto no implica que la censura haya sido dada de baja. Es el mecanismo predilecto utilizado por políticos y gobernantes. En ciertos estados, de Estados Unidos —como Florida— la censura se ejerce de forma inmisericordiosa.
Todo está cambiando, hace solo unos años resultaba fácil acallar a las voces disidentes. Bastaba con cancelar las licencias otorgadas a los prestatarios de los servicios de radio y televisión. En otros casos, confiscando los instrumentos tecnológicos. Nada de esto es posible. El prodigioso desarrollo satelital traspasa fronteras. Equipos periodísticos ubicados en sitios lejanos, transmiten sin tropiezos sus emisiones de radio o televisión. No hay manera de impedirlo. A los gobernantes cada vez cuesta más lidiar con sectores opuestos a la manera cómo conducen y administran la cosa pública. Vivimos otro momento. Mantienen una presencia permanente a través de las redes sociales.
Para lavar la mala fama que pende sobre quienes no gustan leer, expertos como Kepa Paz-Alonso, alegremente sostienen: “Hace 150 años la lectura era una habilidad adquirida que separaba a las clases sociales, pero hoy, desde un punto de vista pragmático, las herramientas de escucha suponen un ahorro de tiempo y tienen claras ventajas”. Ungüento inservible para curar las heridas y real separación, entre quiénes se entregan al goce de la lectura y quiénes se repantigan en un sillón, sosteniendo una tableta entre sus manos, con audífonos inalámbricos colgados de sus orejas. Por muy partidario que sean de los audiolibros, prevalece un mar de diferencia entre ambos segmentos. El hiato es profundo.
Tratando de emparejar acciones, Daniel Willinhgam, adopta una posición que pareciera salomónica. En el fondo no lo es. “No, no hacéis trampa, solo estáis teniendo una experiencia diferente”. Él más que nadie sabe las diferencias entre escuchar obras literarias y libros científicos. Los lectores de libros retienen un 80% y los escuchas solo un 20%. Trish L. Varao Sousa, de la Universidad de Waterloo en Ontario, Canadá, citado por Karelia Vázquez, en un ensayo inspirador, dice que los audiolibros resultan atractivos y convenientes, pero generan “más altas tasas de divagación mental”. Umberto Eco sostenía que enciclopedias y diccionarios eran los que deberían estar disponibles en línea.
¿Toda esta discusión terminará a favor de los audiolibros? Existen una serie de inconvenientes que no sabemos aún cómo serán superados. La lectura nos permite identificar palabras desconocidas, de seguro pasadas por alto por los escuchas. Esta circunstancia producirá un empobrecimiento en nuestro vocabulario. Un enorme desafío. Los argumentos esgrimidos por algunos apologistas de los audiolibros —totalmente debatibles— viene a ser el tiempo ganado y la posibilidad de realizar diversas actividades, mientras estamos escuchando. Una manera elegante de obviar el empobrecimiento educativo y cultural que se avecina. Triste encrucijada, ¿verdad?
Todo quedaría zanjado si aceptáramos la existencia de obras imposibles de ser escuchadas. Además de problematizar el tema, Karelia Vázquez, en su trabajo, ¿Libro o audiolibro? Esa no es la cuestión, (El País, jueves 23 de marzo, 2023), pega un sombrerazo donde nos alerta y deja aturdidos. Para no generar dudas, sienta su posición de manera tajante: “Lo de leer o escuchar a Cervantes sigue siendo un asunto sin resolver”. Se trata de un asunto mayor. Es posible que en algún momento termine imponiéndose la cordura. Cultura y educación deben ser celosamente custodiadas, para lograr un mayor enriquecimiento, entre quienes apuestan a su favor. Una divisa innegociable.
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Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.
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