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Eva Perón: el mito persiste

Nos mete al aposento de Evita, para escuchar sus confidencias y angustias de adolescente, los reveses familiares, sus titubeos y firmezas

Tomás Eloy Martínez

Santa Evita se convirtió en un clásico de la literatura en español.

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“A un olvido hay que oponerle muchas memorias,
a una historia real hay que cubrirla con historias falsas”.
Tomás Eloy Martínez

I

Jamás un retruécano ha sido tan fiel en la expresión de su contenido, como el del escritor Tomás Eloy Martínez, en su celebradísima novela, Santa Evita, publicada nuevamente por Alfaguara, en agosto 2022. Homenaje a una de las mujeres más controversiales del universo. El año pasado Evita cumplió setenta de haber empezado a convertirse en mito. Cuando la descorché por vez primera en 2002, sentí levitar en el torbellino de su trama y la multiplicidad de recursos de los que el novelista hacía alarde. Un banquete hasta para los más exigentes. No hay forma de escapar al deleite provocado por un escritor, poseído por un entusiasmo embriagador. Sentí placer al reencontrarme con un texto que hizo renacer en el imaginario latinoamericano y mundial, el poder sedicioso de la literatura. Tomás Eloy Martínez aspiraba reconstruir una historia hasta entonces incompleta.

Todos quienes hayan leído Santa Evita se han quedado pasmados, ante la amalgama de géneros literarios y técnicas investigativas. Una mixtura cuyos resultados mutaron en una novela que cabalga a medio camino entre ficción y realidad. La vida de Eva Perón, navega sobre aguas procelosas, donde verdad y mentira se abrazan de manera inescindible. El relato está tan bien esculpido y la fidelidad del autor a su peregrinar por la política, que algunas personas han prescrito que esta novela constituye la verdadera biografía de Eva Perón. En estas valoraciones no hay exageración. La contrastación con los datos históricos aportados por Miguel Bonasso y Felipe Pigna, aun con toda la truculencia por los que discurre la novela, arrojan una obra llena de verismo. Los hechos históricos encajan en cada uno de los dieciséis capítulos que consta el edificio.

La gran diferencia entre los biógrafos más acuciosos de la primera dama argentina y las páginas de Tomás Eloy Martínez, dedicadas a escudriñar los recovecos más desconocidos de la señora de Perón, viene a ser la magia que destilan sus páginas. Uno se empina el texto, para luego dejarse arrastrar por las abundantes pruebas y numerosos testimonios esgrimidos por el novelista. Se empecina por hacernos creer que no adultera y tampoco miente. En la multitud de elogios dispensados por los millones de seguidores de Evita y los infinitos epítetos esgrimidos por sus enemigos a muerte, Martínez evita que la novela sea de una sola cara. No tiene pretensión aduladora. Tampoco pretende caer en lo contrario: arrasar con su imagen. Aunque no lo desee, terminamos convencidos que Santa Evita fue escrita para recuperar y engrandecer su figura. Algo sujeto a verificación.   


El estilo literario, la ductilidad y cambios bruscos, los testigos puestos frente a nuestros ojos, los registros temporales y la interpelación constante a la que somos sometidos, desechan toda duda. No puede haber mentira. Como todo novelista, desea que nosotros creamos en todo lo que dice. Los nombres de las personas convocadas para corroborar la información, contribuyen a desvirtuar cualquier asomo de engaño. ¿Acaso no fue el coronel Moori Koenig, jefe de los servicios de espionaje del presidente Pedro Eugenio Aramburu, el encargado de secuestrar el cuerpo embalsamado de Evita Perón, en las oficinas de la CGT, después que el general Juan Domingo Perón, fuese defenestrado por un golpe militar, en septiembre de 1955?  Su secuestrador aparece con nombre y apellidos, para reafirmar que todo cuanto dice es verdad y nada más que la verdad.

Martínez dora la píldora, “las fuentes sobre las que se basa esta novela son de confianza dudosa, pero solo en el sentido en que también lo son la realidad y verdades impuras”. La forma como reconstruye la historia, es una suma de retazos proveídos por el azar. Su esmero y prolijidad arrojan absoluta confianza. Tiene interés en remarcar que la sustracción del cuerpo y su ocultamiento, se convirtió en asunto de Estado. Evita, aún después de muerta, hacía temblar a los militares. La tragedia de los conjurados fue no darle sepultura. El cuerpo de Evita en vez de marchitarse permanecía lozano. Una espléndida metáfora de su presencia real entre los argentinos. El doctor Pedro Ara, cumplió con el pedido de Perón, realizó una obra de arte. Él mismo estaba persuadido. Tomás Eloy, siguiendo a Rodolfo Walsh, destapó el sacrilegio y la infamia de los militares.

II

El sentimiento del coronel Koenig por el cuerpo de Evita, no debe resultar extraño. Su amor desmedido por los restos de una mujer poderosa, tienen su origen en el trabajo realizado por el doctor Ara, no la creía muerta. La disociación de la realidad le provoca goce de saberla su prisionera. La Yegua era considerada entre sus compañeros de armas, como enemiga acérrima. Disfrutaba con tenerla sometida a sus caprichos enfermizos. Una relación amor-odio de la que no pudo librarse. La aberración se convierte en el aspecto mejor logrado de la novela. Un magnifico ardid para que Tomás Eloy Martínez, desplegara su ingenio creativo y fructificase su deseo de hacer un recorrido por la historia de un país que no terminaba de librarse de las atrocidades de los militares. De sus muertos y desaparecidos. El novelista sufrió en carne viva sus atropellos.  

Tomás Eloy Martínez heredó del periodismo la capacidad de utilizar cualquier documento que pudiera servir a sus fines. El desafío consistía en mutar cada una de estas páginas en ficción. Entre tantos embustes, se muestra fiel a la realidad histórica. La novela se acerca y debe mucho a la crónica, a la investigación detectivesca, a las pesquisas policiales, a los textos de historia, al testimonio y al obituario. La suma de estos elementos, constituyen las razones por las que su relato cautiva a millones de lectores en todos los idiomas. Si por algún motivo, alguien me pidiera que le sugiriese un libro para conocer los motivos por los cuales, a pesar del tiempo transcurrido, muchísimos argentinos guardan un cariño especial por Evita, les recomendaría la lectura de esta novela. En medio de la ficción, encontrarán las respuestas que andaban buscando.

Tomás Eloy Martínez escribió una de las mejores novelas latinoamericanas del siglo veinte.

Nos mete al aposento de Evita, para escuchar sus confidencias y angustias de adolescente, los reveses familiares, sus titubeos y firmezas. Su desesperación por convertirse en actriz. Para dolemos de su aborto y aplaudamos su terquedad por cristalizar sus sueños. La percibimos consumida por las dudas y la pobreza. Las faltas ortográficas y confusiones en que incurre al leer los libretos radiales. Su dominio del escenario político y su cambio de vestuario, su enorme capacidad de trabajo y su infinito amor por los pobres. Con el tiempo, “aquella chica iba ser Evita. Tampoco Evita lo sabía. La historia tiene esas trampas. Si pudiéramos vernos dentro de la historia… sentiríamos terror. No habría historia porque nadie quería moverse”. Tuvo carácter suficiente para alzarse contra la adversidad. Un coraje puesto a prueba. Una vez a la orilla de Perón, alzó la voz en favor de los descamisados.

Para Tomás Eloy Martínez, siete elementos contribuyen a forjar el mito de Evita Perón. 1. Ascendió como un meteoro, desde el anonimato de pequeños papeles en la radio hasta el trono en que ninguna mujer se había sentado antes: Benefactora de los humildes y Jefe Espiritual de la Nación. 2. Murió joven, como otros grandes mitos argentinos. 3. Fue el Robin Hood de los pobres. 4. Perón la amaba con locura. 5. Para mucha gente tocar a Evita era tocar el cielo y 6. El relato de los dones: cada familia peronista circula un relato: su abuelo no conocía el mar, la abuela no sabía que eran las sábanas o las cortinas, el tío necesitaba un camión para repartir soda, la prima quería una pierna ortopédica, la madre no tenía para comprar el ajuar de novia, la vecina enferma de tisis no podía pagar una cama en el hospital. Acudieron ante Evita y ella subsanó todas sus carencias.

Después de setenta y un años de ocurrido su fallecimiento, el mito persiste. Su nombre sigue siendo sagrado entre la pobretería. Una militante peronista de primera línea. Se anticipó a los hacedores de imágenes. Sus discursos estaban construidos por frases cortas. Sus intervenciones enervaban los ánimos. “Mi vida es de ustedes”. “Renuncio a los honores, no a la lucha”. “El enemigo acecha”. Es la mujer más conocida y famosa de Argentina. Una leyenda que sobrevive en el tiempo. A sus honras fúnebres asistieron millones de personas. Tenía convicción acerca de su trascendencia histórica. No en balde afirmó: “Seré millones”. Su estandarte continúa siendo bandera de lucha entre los peronistas. Una sola frase resume su osadía: “— Coronel, dijo clavándole los ojos castaños. —¿Qué hija? —respondió el sin mirarla. —Gracias por existir”. El principio de una historia que no acaba.

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Guillermo Rothschuh Villanueva

Guillermo Rothschuh Villanueva

Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.

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