7 de marzo 2023
El Banco Mundial pronto elegirá un nuevo presidente. Ahora que el mundo enfrenta una confluencia de crisis climáticas, de deuda, energéticas y de seguridad, el cambio de conducción se produce en un momento crucial para la institución. Un líder más activo podría colocar al Banco en una posición de ventaja para asistir a los países en crisis, ayudar a combatir el cambio climático y facilitar la cooperación entre Estados Unidos y China, a pesar de su creciente rivalidad. Pero, para hacerlo, el nuevo presidente debe evitar las trampas en las que han caído sus antecesores bienintencionados.
La carrera por el liderazgo ha cobrado un ritmo veloz. Una semana después de que, el 15 de febrero, el actual presidente, David Malpass, anunciara que renunciaría, el Directorio Ejecutivo del Banco Mundial anunció que se recibirían nominaciones hasta el 29 de marzo, e instó a los países a presentar candidatas mujeres. Pero, a un día del comunicado del Directorio, Estados Unidos anunció que su candidato sería Ajay Banga, poniendo así fin a la contienda real, ya que cada presidente del Banco Mundial ha sido el candidato de Estados Unidos (de la misma manera que el director gerente del Fondo Monetario Internacional siempre ha sido un candidato europeo).
Banga, por cierto, está calificado para el puesto. Al haber sido CEO de Mastercard, tiene experiencia en la conducción de una empresa global con personal que brinda servicios en todo el mundo. También ha trabajado en el sector de las microfinanzas y ha asesorado a la vicepresidenta norteamericana, Kamala Harris.
Pero el Banco Mundial es una organización grande y compleja cuya misión es la de brindar servicios y financiamiento a sus miembros más necesitados. Como tal, su nueva conducción debe guiarse por varios imperativos prácticos.
En primer lugar, el presidente no debería sentirse tentado de emprender una nueva reforma de la organización. Por el contrario, debería enfocarse en marcar una verdadera diferencia para aquellos a quienes el Banco debe atender. En el pasado, algunos presidentes del Banco Mundial contrataron de inmediato asesores para transformar al banco, dedicando enormes recursos a cambios impulsados por promesas vacías para “ahorrar dinero” u “ofrecer mejores resultados”. Es una manera tentadora de dejar una huella con celeridad, pero es mucho mejor lograr que el Banco cumpla con dos o tres prioridades urgentes. Los expresidentes han subestimado su poder para lograr cambios al reconocer la excelencia y promover a innovadores desde el interior de la institución.
En segundo lugar, el nuevo presidente debe liderar en nombre de todos los países, aunque esto sea más fácil de decir que de hacer. En teoría, el presidente es elegido por el Directorio Ejecutivo y encabeza la organización en nombre de todos los países pertenecientes (y que contribuyen a ella). En la práctica, sin embargo, los presidentes del Banco Mundial se desempeñan a discreción del secretario del Tesoro de Estados Unidos, que los nombra y decide si los vuelve a designar para un segundo mandato, o inclusive los presiona para que se retiren antes de tiempo. Esto limita la responsabilidad del Banco ante sus otros socios.
Para ser efectivo, el próximo presidente debe abstenerse de acatar órdenes de la Casa Blanca. Por el contrario, debería usar su posición para informar, explicar, persuadir y seducir a un Gobierno norteamericano que no siempre entiende el papel del Banco. Cuando los republicanos del Senado de Estados Unidos acusan al Banco de darle dinero de los contribuyentes norteamericanos a China, la organización tiene que dejar en claro que no es dinero de los contribuyentes norteamericanos, y que no es una dádiva. En el transcurso de los años, el propio Estados Unidos ha instado al Banco Mundial a autofinanciarse cobrándole a China y a otras economías emergentes una prima de endeudamiento, y esto genera un ingreso considerable para el Banco.
El tercer imperativo para el próximo presidente es no dar por sentado el mandato de la organización. El Banco Mundial puede y debe liderar en la respuesta a las crisis en lugar de simplemente adherir a restricciones y prácticas anticuadas. El nuevo presidente no debe ser un rehén pasivo del directorio.
Ser presidente del Banco Mundial no es tan simple como ser el CEO de una empresa pública. Exige una gestión hábil y capacidades políticas excepcionales. Como cabeza del Directorio Ejecutivo del Banco, el presidente debe trabajar en bambalinas para sellar acuerdos. Es responsabilidad del director del Banco ayudar a los países de bajos y medianos ingresos a enfrentar ocasionalmente a los miembros más poderosos y presionar a la institución para actuar en caso de que fuera necesario. El presidente del Banco puede trabajar de manera discreta para ayudar a formar coaliciones y darle una voz a un rango más amplio de socios. Por ejemplo, el próximo presidente podría instar a los países a considerar la Iniciativa Bridgetown de la primera ministra de Barbados, Mia Mottley, que busca reformar las finanzas globales para abordar la crisis de deuda del mundo en desarrollo.
Ahora que decenas de países luchan por cumplir con sus objetivos de desarrollo en medio de una tormenta perfecta de crisis alimentarias, energéticas, de deuda y climáticas, el Banco Mundial debe desplegar más recursos. Aquí también el nuevo presidente del organismo prestador, Banga o quien sea, podría marcar una verdadera diferencia. Por ejemplo, podría destrabar los recursos existentes del Banco al persuadir a los gobiernos miembro de ser menos reticentes al riesgo y reducir sus ratios de capital mínimos. Más allá de esto, el nuevo presidente podría persuadir a los países de aumentar sus aportes al Banco y demostrar que cada dólar que se le otorga al Banco se puede apalancar y utilizar de manera mucho más eficiente que cualquier dólar invertido por un gobierno individual, como han demostrado informes de expertos al G20 y al G7.
Como posible próximo presidente del Banco Mundial, Banga enfrenta un conjunto particularmente difícil de desafíos. Si logra incrementar el préstamo, podría impedir que los países más pobres del mundo perdieran el progreso que tanto les costó conseguir en la década pasada en educación, salud e inclusión social y política. También debe instar a los Gobiernos y movilizar recursos y conocimiento con el fin de mitigar los efectos desastrosos del cambio climático en los países de bajos y medianos ingresos. Pero, para lograr todo esto, el próximo líder del Banco debe sentirse apremiado por la urgencia del momento actual y sacudir al organismo hasta que logre salir de su estado esclerótico.
*Artículo publicado originalmente en Project Syndicate.