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Lesther Alemán y la esperanza del cambio: “La vida me ha graduado”

Fue blanco del odio y la saña de policías e interrogadores “por haber cuestionado al comandante” en el diálogo nacional

Lesther Alemán

Former political prisoner, Lesther Alemán

Carlos F. Chamorro

6 de marzo 2023

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Inmerso en un proceso de autosanación, reafirmación y redescubrimiento, Lesther Alemán, desde su destierro en Estados Unidos busca cómo recuperar el tiempo perdido con su familia, mientras define sus planes para el futuro.

Las complicaciones físicas persisten. Mentalmente, creo que estoy más fuerte después de esta experiencia. Con mayor aprendizaje. En las decisiones que voy a tomar para replantear mi vida, y también continuar en este proceso de liberación para Nicaragua, en el que obviamente se necesita estar bien”, dice Alemán al cumplir sus primeras cuatro semanas en libertad.

Mientras contempla el título obtenido en las aulas de la Universidad Centroamericana (UCA), que recibiera su madre porque él estaba secuestrado en las cárceles del régimen, se enfrenta a la tarea de comenzar a cimentar una carrera profesional, preferiblemente dentro del campo de la comunicación,

sin renunciar a sus aspiraciones políticas para luchar por una Nicaragua mejor.


“Lo más básico para honrar a mi madre y para honrar mis esfuerzos, es estudiar.

Estoy dispuesto a alcanzar algún espacio laboral dentro del campo de la comunicación, pero dentro de esos propósitos personales no está en ningún momento, la idea de ver hacia otro lado sin pensar en la solución para Nicaragua, pues estaría negándome a mí mismo, porque Nicaragua la vivo, Nicaragua la siento”, afirma el dirigente de la Alianza Universitaria Nicaragüense.

Alemán recuerda sus 584 días de la cárcel entre el aislamiento de los primeros meses. el odio y la saña con que lo trataron policías e interrogadores le acusaron de “haber cuestionado al comandante en el diálogo nacional, y de haber “irrespetado al Estado de Nicaragua”, léase a Daniel Ortega, hasta la convivencia con otros presos políticos que le permitió construir profundos lazos humanos.

Creo que en la cárcel “agotamos la etapa que debíamos agotar antes de cualquier alianza, de cualquier construcción de una plataforma política, y era conversar entre nosotros”, dice el joven de 25 años “graduado por la vida”.

En esta entrevista con Esta Semana y CONFIDENCIAL Alemán admite el altísimo costo humano que han tenido que pagar los jóvenes universitarios que encabezaron la rebelión de abril y aboga por una reorganización de las fuerzas juveniles en el movimiento prodemocracia. “Abril sigue vivo hasta que no se alcance justicia, se conozca la verdad de lo que sucedió en Nicaragua, y las familias obtengan reparación”, afirma.

¿Cómo has vivido estas primeras semanas en libertad, desterrado en Estados Unidos después de permanecer 584 días en la cárcel de El Chipote?

Por momentos hay sensaciones de estar desubicado; como venir cayendo sin paracaídas desde mucha altura, pero con la emoción que significa estar con tu familia, volverles a ver, poder interactuar con ellos.

Estos días son para sanar ante ellos. También para darles la sensación de que estoy bien, después de tantos días sin saber de mí, sin poder interactuar conmigo en el caso de mi padre. Mi mamá lo hacía un poco más frecuente, pero también con la deficiencia del tiempo, y de que ella no sabía si yo estaba siendo sincero con ella.

Además de poder interactuar con mi familia, también poderme reordenar y ubicarme en medio de este desorden que significa el destierro, porque la sensación es tener la pista [del aeropuerto] al frente tuyo -lo que significa la libertad- pero dejas tu vida, dejas tu desarrollo, dejas tu crecimiento, y en mi caso, dejaba a mi madre y parte de mi familia en Nicaragua, así que eran sentimientos contradictorios, tanto de alegría, como de la tristeza que te da que hubiesen tomado esa decisión en contra nuestra.

¿Cómo está tu salud física, mental, espiritual? En la cárcel se conoció que tenías distintas dolencias…

En un momento comencé a cojear, y eso ha repercutido en que hoy persiste el dolor en el fémur y la cadera. Estoy buscando atención médica en este país, donde se necesita siempre un seguro médico, y lo otro eran unas dificultades también en la frecuencia cardíaca. Hablo de taquicardia y cuadros de hipertensión. En estos 24 días, he estado con presión alta, pero antes de caer preso nunca había experimentado que se me subiera la presión.

Las complicaciones físicas persisten. Los médicos de la Dirección de Auxilio Judicial, que conocemos como El Nuevo Chipote, se limitaban a proporcionar medicinas básicas: si tenías dolor, te daba una acetaminofén, pero nunca hubo atención especializada, así que el reto es valorar mi salud física.

Mentalmente, creo que más fuerte después de esta experiencia. Con mayor aprendizaje. Valorando cada detalle del día, por muy pequeño que sea. El tiempo y la libertad hoy no tienen precio para mí. Si antes no lo tenía, imagínate después de haber experimentado el silencio, el aislamiento, y sobre todo la prisión por más de 584 días.

Lo que persiste ahora es el deseo de continuar fortaleciendo mi vida en lo espiritual,en las emociones, en la fortaleza que te genera el cuerpo sano para continuar. En las decisiones que voy a tomar para replantear mi vida, y también continuar en este proceso de liberación para Nicaragua, en el que obviamente se necesita estar bien.

El odio de Policías e interrogadores

Durante tu captura, los policías fueron especialmente agresivos y violentos con vos. ¿Expresaron cuál era el motivo para esa saña?

En su mente, estaban ante uno de sus peores enemigos, porque hubo una sensación de ira, de odio, en contra mía, a tal punto que no hubo espacio -en la captura y en los interrogatorios también- donde no me dijeran que les repitiera lo que le había dicho a Ortega. “Repetinos una vez más lo que le dijiste a nuestro jefe. ¿Cómo vas a cuestionar al hombre? ¿Cómo vas a cuestionar al comandante? Sí tenés los h… decírmelo a mí”.

Esa saña al momento de la captura, que yo no quería que mi madre presenciara, estaba anunciada con el odio que yo sabía que experimentaban hacia mí. En los interrogatorios me decían que yo había ‘faltado el respeto al Estado de Nicaragua’, entiéndase Daniel Ortega y lo que representa para ellos.

Lo otro era que yo había sido tan irrespetuoso, que las familias nicaragüenses se sentían ofendidas a tal punto que ellos daban garantía de que yo estuviera preso y el país por primera vez hubiese tenido respuestas -según los investigadores- a que las 385 muertes en el marco de las protestas en abril de 2018, fueron una reacción desmedida de Daniel Ortega, después de yo haberlo increpado.

El argumento de los interrogadores era que Ortega actuó así, después de haberlo increpado en el diálogo. A ese punto llegaba el nivel de saña con la que me cuestionaban, al decirme que si todo no hubiese girado como sucedió en el primer diálogo nacional, Ortega no hubiese sido tan crudo y tan sanguinario.

¿Te acusaron de otro crimen específico?, porque te acusan de conspiración, te condenan por supuesta conspiración y menoscabo contra la soberanía nacional. ¿Qué querían saber los interrogadores?

Lo primero es que quién me había entrenado, quién me había capacitado, y cuánto financiamiento había recibido. Todo en el marco de lo absurdo. Me señalaban de ser operador directo de los obispos, en especial de Su Eminencia el cardenal Leopoldo [Brenes], así como de monseñor Rolando [Álvarez] y monseñor Silvio [Báez] que fueron quienes -según ellos- me habían preparado en política nacional, porque la política internacional, el ‘entrenamiento bélico y militar’, me lo proporcionó la CIA a partir de los diez años, por una fotografía que suministraron en el juicio, tomada en la entrada del parque Disney cuando yo tenía esa edad.

Según ellos, a partir de los diez años fui entrenado por la CIA, y en 2018 me entregan a los obispos, para que me terminaran de dar el último baño de realidad de la política…

¿Eso te lo dijeron ante una autoridad judicial que te condenó con esa ‘prueba’?

Fue ante Nadia Tardencilla. La señora aceptó una fotografía de Disney a los diez años. Aceptó boletos aéreos que yo tenía de recuerdo, como el primer boleto en el que viajé en el año 2010. Aceptó también de la manera más desquiciada, entrevistas que no tenían nada que ver con el supuesto delito, a tal punto de decir que del delito de conspiración no tenían por qué acusarme, porque yo no había conspirado.

Me declaró inocente de conspiración, porque me encuentra culpable de ser autor directo y material del delito de menoscabo a la soberanía nacional. Pidió dos entrevistas con vos que fueron utilizadas después de una entrevista a Univisión. Después de una entrevista con vos acerca de los movimientos estudiantiles, pidió que todo ese material fuera incluido intacto para probar el delito de menoscabo.

También presentaron el vídeo del diálogo nacional, como ‘prueba’ del delito de menoscabo, y 27 fotografías de mi casa: la sala, la cocina, del cuarto... a ese nivel de absurdo llegaron tanto la señora jueza como la fiscal de hablar ‘desde el hígado’, como una fanática sandinista. Cuando mi abogado -que nunca tuvo acceso a hablar conmigo. Nunca, ni en el ‘juicio’- pidió que yo pudiera conversar con mi madre, la jueza Tardencilla dijo que no estaba autorizada para permitir que yo hablara con mi abogado, o que yo saludara a mi madre.

Ese simulacro de juicio ocurrió en 2022. Tenías para entonces más de seis, ocho meses en la cárcel. ¿Cómo fueron tus primeros meses de aislamiento, y cómo lo enfrentaste?

Viendo hacia el pasado, los primeros meses nunca los vamos a poder comparar con los últimos. Fueron una prueba de fuego, parte de una estrategia deliberada para quebrarnos mentalmente, para perjudicarnos a tal punto que no me permitían hablar. No me permitían conversar con los compañeros de celda o los más cercanos. Tampoco rezar, ni leer.

En uno de los interrogatorios pedí un libro, y me dijeron que un libro era “peligroso para mí”. Luego les pedí que me permitieran el medicamento de mi casa -esto fue en las primeras cuatro semanas- y dijeron que no había llegado. Que no me lo iban a dar, porque mi madre ni se acordaba de mí. Que nunca llegó a preguntar por mí al portón. Que nunca tuve un abogado de defensa solicitando verme.

Por cuatro semanas no tuve pasta ni cepillo dental. No tuve desodorante, ni cambio de ropa interior, o jabón para bañarme. Comí por 40 días junto a Miguel Mendoza, sin cuchara, en unos platos rojinegros, para que no quedara duda de dónde estábamos. Después de cuatro semanas permitieron el ingreso de un pedazo de toalla de unas dos cuartas de largo y una cuarta de ancho, más la limitación de probar algo que no fuera lo que suministraban como alimento, que era muy poco: dos cucharadas de gallo pinto. En esos primeros meses, yo parecía su juguete nuevo porque los interrogatorios eran unas tres veces al día; dos de ellos tal vez en la madrugada.

Los primeros días fueron totalmente incomunicados de nuestras familias. Pedí información para saber qué había pasado con mi madre después de mi captura, pero no la suministraban. Pude saberlo hasta que permitieron aquella visita exprés, que fue una prueba de vida. En ese momento, mi mamá vio mi peor versión, porque no me permitían ni una afeitadora, y eso que no tengo [vello facial], pero creció a tal punto que estaba comiendo de los bigotes.

La falta de acceso al tiempo, a saber la hora; si era de día o de noche, era parte de esa estrategia deliberada de quebrarnos, de enloquecernos, pero recuerdo haber dicho con Miguel Mendoza: “no podemos darles ese gusto. Debemos salir cada vez más fortalecidos”, y aunque me prohibían rezar y orar, llegué hasta a cantar, para distraer la mente.

Siempre estaba pensando en cuáles eran mis primeros recuerdos; quienes eran mi familia, o estaba preparando la tesis de mi maestría o para un doctorado… le daba ese ejercicio a mi mente en todo momento, aunque no tenía absolutamente ningún acceso, al punto que me tiembla la mano al escribir, y continúo renqueando.

El sueño me cuesta todavía, porque por 180 días tuve una colchoneta sumamente delgada. Creo que la tenían preparada para mí: la más delgada y la más corta. Medía la mitad de mi cuerpo, al punto que me incomodaba que anocheciera, porque yo sabía la complicación que era dormir casi en el suelo. Al final, dormí muchos días en el suelo por la complicación de la pierna.

Miguel Mendoza dormía en el camarote de abajo. A mí me correspondía el de arriba, pero como yo no podía escalar, me tiraba al suelo, pues era más práctico.

Las enseñanzas de la cárcel

¿Qué te dejó la convivencia en la cárcel con otros reos políticos cuando pudiste conocer a tus compañeros de celda,provenientes de diferentes sectores o grupos de este movimiento plural prodemocracia?

Creo que en ese espacio agotamos la etapa que debíamos agotar antes de cualquier alianza, de cualquier construcción de una plataforma política, y era conversar entre nosotros. No con todos, porque no teníamos oportunidad de hablar y creo que ese era el mayor cuidado que tenían, que no habláramos entre todos, pero con quienes compartí celda encontré testimonios humanos, una faceta más humana de la política, entre aquellos que ejercieron cargos en algún momento, y así también pudieron conocer de mí.

Creo que aquellos supuestos, aquellas conjeturas que muchas veces hacemos porque alguien nos dijo, compensó mucho ese tiempo de aislamiento para conocernos más, y poder tejer un lazo. No es un vínculo aislado el que estamos viviendo: es una misma realidad.

Entonces sí, hubo resiliencia y fortaleza entre unos y otros. Creo que el espacio de conocer las vidas, las anécdotas, fortaleció el lazo de poder ver a alguien y estrechar su mano sin anteponer cualquier corriente ideológica de pensamiento. Igual, espero que ellos también hayan disminuido sus prejuicios hacia nuestro comportamiento como jóvenes, nuestras causas, nuestras luchas, nuestras energías, y muchas veces hasta los atrevimientos que son típicos de nuestra edad.

Los universitarios que lideraron las protestas de abril han pagado un costo altísimo por la represión. Vos y muchos estuvieron en la cárcel. Otros han estado exiliados, perdieron sus carreras universitarias… Hoy están dispersos en diferentes agrupaciones. ¿Cómo ves el papel de los jóvenes universitarios y trabajadores en el futuro en este movimiento prodemocracia?

Daniel Ortega se ha encargado de cercenar al joven universitario, al campesino y al nicaragüense de a pie. El joven ha tenido que pagar con su vida: los que fueron asesinados, los que fueron encarcelados, como los que fueron obligados a exiliarse.

El objetivo de esas medidas por parte de Ortega, es que no nos dediquemos a espacios públicos; que no nos involucremos en lo que traerá la solución a Nicaragua, pero el reto, además de la dispersión en tantos grupos, está también en los territorios. ¿Dónde están los jóvenes? Dispersos por el mundo. Nos enfrentamos a una crisis de fuga de cerebros de Nicaragua, de mano de obra con mucho potencial, y eso me duele.

El reto está en saber con quién contás; la reorganización de estas entidades estudiantiles, juveniles, políticas, movimientos políticos, y la definición misma, porque, aunque nos han arrancado nuestra raíz, que es una universidad, una comunidad o un barrio, ahora corresponde organizarnos donde estemos para presentarnos como una alternativa, siendo jóvenes por el cambio en Nicaragua, contribuyendo -sin condescendencia por nuestra edad- con las altas visiones y expectativas que tenemos.

Yo anhelo ser libre, pero en Nicaragua. Anhelo construir mi carrera, mi patrimonio en Nicaragua. Eso nos pasa a muchos, pero estamos viendo que Nicaragua cada vez se hace un pantano de nuestros sueños y deseos como jóvenes. Si en un momento fuiste orillado al exilio por razones políticas, lo más razonable es que sigamos esforzándonos para construir la alternativa para solucionar la crisis política en Nicaragua.

En mes y medio se cumplen cinco años de la Rebelión de Abril, cuyos crímenes están en la impunidad. Naciones Unidas acaba de confirmar que hay pruebas para procesar a Daniel Ortega, Rosario Murillo, y toda la cadena de mando del Estado, por crímenes de lesa humanidad, pero el país sigue viviendo bajo un estado policial y en impunidad. ¿Cómo ves estos cinco años de la Rebelión de Abril?

Lo primero es que voy a contradecir a todo aquel que diga que abril ya se acabó. Mientras las familias de más de 300 nicaragüenses estén pendientes de recibir justicia, y la sociedad nicaragüense esté pendiente de recibir reparación, no podemos hablar de dar vuelta a la página, y ‘ver hacia adelante porque un futuro nos espera’. Ese argumento se lo dejo a aquel que quiera difamar una causa justa.

Abril sigue vivo hasta que no se alcance justicia, se conozca la verdad misma de lo que sucedió en Nicaragua, y las familias obtengan reparación. Acerca del informe que presentó la ONU, qué bueno que un organismo internacional como ese esté hablando con los puntos sobre las íes, sobre lo que en realidad pasó.

Nosotros lo vivimos. Por tanto, también estamos a la espera de alcanzar justicia y mientras las familias estén así, aquellos que hemos asumido un rol político -a cualquier edad, de cualquier organización, y de cualquier procedencia- tenemos el deber de continuar presentándole a Nicaragua la esperanza de que sí puede haber una solución, y que eso le permita a las familias, víctimas directas de un asesinado a raíz de las protestas, alcanzar justicia.

Mientras su memoria esté pendiente, nosotros no podemos descansar.

Además de sanar, de involucrarte en este proceso de la esperanza del cambio, ¿tenés planes personales? Recibiste un título universitario en la UCA. ¿Pensás trabajar como comunicador? ¿Seguir estudiando? ¿Cuál es tu aspiración ahora?

Lo primero es superar los límites que tenemos en estas condiciones, porque el estatus migratorio es incierto. Yo tengo acá parte de mi familia, y me resulta muy preocupante aquel que no tiene a alguien en Estados Unidos, o que está alrededor del mundo y tampoco tiene familia. Es sumamente complicado lo que estamos viviendo los nicaragüenses.

En lo personal, lo primero es alcanzar el orden espiritual, mental, emocional y físico que pueda tener, para que no haya un problema, o alguna secuela que no haya sido tratada, junto al deseo frenético! de estudiar, de aprender. Sobre todo porque desde la cárcel, uno de los impulsos -después de amar a Dios, amar a mi patria y amar a mi madre- era pensar en mi tesis. Buscaba las hipótesis de por dónde ir en esta investigación en mi tesis dentro del campo de la comunicación.

Ya pude tocar mi título (universitario), pude verlo, pude contemplarlo, ya que no lo conocía. Eso se lo merece mi madre, que fue quien lo recibió. En su momento se lo iba a dedicar a Nicaragua, por no pude hacerlo, porque no pude participar en la graduación en 2021, pero creo que la vida me ha graduado, y ahora el reto que tengo es seguir creciendo a nivel profesional, como patrimonio personal mismo. Lo más básico para honrar a mi madre y para honrar mis esfuerzos, es estudiar.

Estoy dispuesto a alcanzar algún espacio laboral dentro del campo de la comunicación -que me desvive, y me desvivo por ello- pero dentro de esos propósitos personales no está en ningún momento, la idea de ver hacia otro lado sin pensar en la solución para Nicaragua, pues estaría negándome a mí mismo, porque Nicaragua la vivo, Nicaragua la siento.

Como profesional, tengo el reto de alcanzar cierta estabilidad en el hogar, porque amerita, y a mi edad nos queremos comer el mundo. Hay que reconocer al periodismo nicaragüense, a la comunicación, que ha sido una ventana de esperanza para Nicaragua. A aquellos hombres y mujeres que a pesar de cualquier costo han tenido que informar.

He visto que quise ser comunicador y es delito en Nicaragua. Después quise hacer política, y también resultó ser delito, así que está complicado cada plan que hago para mi vida, pero también debo reconocer tu esfuerzo por derrotar cada día la censura. En cada visita había algún análisis que era extraído de Esta Semana, de algún editorial que usted hubiese hecho, y eso para mí es de admirar.

Gracias también porque usted ha sido un impulso en mi carrera. Usted era una cátedra antes que yo lo conociera, y aunque el régimen piense lo contrario, yo vine a conocerlo personalmente hasta 2018. Cada éxito que usted o cualquier comunicador alcanza, es un éxito para el campo de la comunicación en Nicaragua, y da mayor visibilidad a nuestra crisis.


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Carlos F. Chamorro

Carlos F. Chamorro

Periodista nicaragüense, exiliado en Costa Rica. Fundador y director de Confidencial y Esta Semana. Miembro del Consejo Rector de la Fundación Gabo. Ha sido Knight Fellow en la Universidad de Stanford (1997-1998) y profesor visitante en la Maestría de Periodismo de la Universidad de Berkeley, California (1998-1999). En mayo 2009, obtuvo el Premio a la Libertad de Expresión en Iberoamérica, de Casa América Cataluña (España). En octubre de 2010 recibió el Premio Maria Moors Cabot de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia en Nueva York. En 2021 obtuvo el Premio Ortega y Gasset por su trayectoria periodística.

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