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Daniel Ortega se suicida todos los días

Las izquierdas latinoamericanas que apoyan a Ortega-Murillo permanecen en silencio cómplice ante la degradación del régimen

Iosu Perales Arretxe

3 de marzo 2023

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Ni el dictador Anastasio Somoza se atrevió a desplegar una represión tan cruel como la que viene ordenando y dirigiendo el autócrata Daniel Ortega. El exmandatario de Uruguay José Pepe Mujica dice que al presidente Daniel Ortega, “hace rato que se le fue la mano” en referencia a la ola de represión de opositores en Nicaragua.

Privar de la nacionalidad nicaragüense a 317 personas, de momento, y robar sus partidas de nacimiento, es algo así como tratar de borrar las huellas de sus vidas. Como si nunca hubieran existido. No se me ocurre algo más terrible. Solo un deseo monstruoso de venganza podría explicar por qué la pareja de dictadores Ortega-Murillo han dado un paso que pasará a la historia de Nicaragua y de América Latina como encarnación de la maldad de Nicolás Maquiavelo.

Daniel Ortega sigue huyendo hacia adelante, sembrando el terror. En este viaje de locura, una parte significativa de las izquierdas de América Latina, ha decidido acompañar a un régimen que no ha dudado en violar su propia Constitución, cambiándola con nocturnidad y alevosía, para sortear lo que en su artículo 20 dice: “Ningún nacional puede ser privado de su nacionalidad”. Daniel Ortega y Rosario Murillo están haciendo un viaje hacia su propia degradación que tendrá seguramente un mal final. Claro que cada cual es libre de destruir su propia biografía. El FSLN de Ortega y Murillo como izquierda alternativa, revolucionaria, será borrada del mapa. Ahora entiendo qué quiso decir Tomás Borge a Eduardo Galeano cuando le confesó: “Si Carlos Fonseca viviera mandaría fusilarnos”. Fue un arrebato de sinceridad del exministro del Interior y comandante que poco se corresponde con su final corrupto (apropiación de bienes del Estado). Una lástima.

Solo quienes se autoengañan pueden creer que apoyan la continuidad de la revolución sandinista de los años ochenta. Al menos, algunos dirigentes de las izquierdas latinoamericanas se oponen a los propósitos de la pareja gobernante y no han caído en la recurrente falsa coartada de justificar la represión como una autodefensa frente al imperialismo. Las figuras de Gustavo Petro (presidente de Colombia) y de Gabriel Boric (presidente de Chile) emergen como líderes de un pensamiento crítico y de una propuesta social y democrática. Ellos no comparten la farsa del imposible golpe de Estado. Ni los estudiantes de abril de 2018 eran milicia armadas, ni las vivanderas escondían bombas en sus delantales blancos con puntilla.


Precisamente, el único argumento de Daniel Ortega reside en la idea de un golpe de Estado (abril de 2018) que nunca existió. Sabemos que todos los aparatos del régimen fueron cooptados y era imposible un golpe sin apoyos militares, ni policíacos, ni de la judicatura, ni del Parlamento, ni de medios de comunicación ya intervenidos. Todo estaba atado y bien atado en la persona de Daniel Ortega, de modo que esa idea del golpe era tan sólo el intento de justificar los más de 400 muertos de la dictadura. El relato del golpe que nunca existió fue creación de una mente calenturienta, maquiavélica. En parte también paranoica. Algunas izquierdas latinoamericanas compraron ese discurso y se han atrincherado en la idea de que una mentira repetida cientos de veces, termina calando como la lluvia fina.

No sé si se han dado cuenta las izquierdas que todavía dan su apoyo a la autocracia de Nicaragua que, con sus hechos terribles, Daniel Ortega les está obligando a ser acompañantes de un viaje que tiene como horizonte un Estado policíaco, de partido único (ya es así de facto) y sin separación de poderes ( también lo es ya de facto). Hace unos pocos días las pocas alcaldías (once) que no quedaron en manos del régimen han sido disueltas y ocupadas por agentes de Ortega-Murillo. De manera que con métodos fraudulentos el Gobierno de Ortega-Murillo domina las 153 alcaldías del país, el 100% de las municipalidades.

Las izquierdas que apoyan a Ortega-Murillo permanecen en silencio. Con sus silencios, cómplices ante decisiones ilegales, ilegítimas e injustas, certifican que probablemente son conscientes de la degradación del régimen. ¿Qué ideas emancipadoras van a sembrar estas izquierdas conservadoras? Sí, conservadoras. Pues no han sabido superar su propia guerra fría y observan la realidad desde un marco teórico preconcebido, según el cual su prioridad no es la transformación social sino sostener el poder de una autocracia que pretende perpetuarse. Así es como parecen entender la ampliación del campo socialista. El tufo anticuado que despiden algunas izquierdas es demasiado evidente. Jugar a la geopolítica le ha llevado al régimen de Ortega-Murillo a votar en la asamblea de Naciones Unidas junto con Corea del Norte, Siria y Bielorrusia en contra de una condena a la invasión rusa. Cuba se abstuvo, he hizo bien.

El caso es que una locura festiva se desató en Managua entre seguidores del régimen dos días después del despegue del avión que volaba con 222 desterrados. Pocos días más tarde, a otras 94 personas, entre las que se encontraban Sergio Ramírez, Gioconda Belli, Mónica Baltodano y Julio López Campos, se les arrebató la nacionalidad y propiedades. Más locura para celebrarlo. Otra vez, parte del pueblo fue arrastrado por Ortega-Murillo a una celebración inmoral, absurda, que aplaude la violación de los derechos humanos.

¿Qué pretende Daniel Ortega con sus últimas decisiones represivas? Asegura que no quiere nada de Estados Unidos. Pero el secretario de Estado Antony Blinken repite una y otra vez que la liberación de los presos políticos permite pensar en un diálogo constructivo. Algo no cuadra. Detrás de todo puede haber varias verdades. Me inclino a pensar que no había un intercambio planificado, pero tanto Joe Biden como Daniel Ortega se han encontrado en un escenario en el que vale la pena valorar posibles trueques. La familia gobernante está muy presionada por la salud de sus cuentas corrientes y propiedades. Vive refugiada en su propio país, sabiendo que un cruce de fronteras puede terminar en detenciones. Es ya una familia multimillonaria y a toda costa busca que desde fuera del país afloje la presión, para dejar de ser parasitaria. A cambio la libertad de las y los presos políticos. Pienso que la pareja cogobernante está preparando el futuro, su futuro. Y necesita mucho más que el tonel de Diógenes. Necesita que el imperio y la Unión Europea aflojen su presión.

El futuro que está dibujando la dictadura contempla nuevos pasos De ahí la propuesta de Daniel Ortega para que Rosario Murillo pueda ser nombrada copresidenta de la República. Ello supondría revisar y cambiar de nuevo la Constitución y en eso están. Aunque sea escrita en una servilleta de bar, hay que dejar atada y bien atada la sucesión de Daniel Ortega para que la dinastía tenga recorrido. Al parecer, el diputado Gustavo Porras cuenta con la confianza del presidente para este cometido.

El caso es que las izquierdas latinoamericanas están metidas en un fango espeso en Nicaragua. Aunque no se quiera creer, Ortega-Murillo han gobernado para la derecha con un lenguaje de izquierdas. De hecho, el Gobierno y el Cosep (el empresariado nicaragüense) llevan años de magníficas relaciones. Ah, el comercio de Nicaragua con Estados Unidos va en aumento pese a las sanciones, habiendo crecido un 67%. Nicaragua depende del comercio con Estados Unidos, al que vende la mayor parte de sus exportaciones, más que ningún otro país centroamericano en términos relativos y el único de ellos que mantiene superávit en ese intercambio con la potencia norteamericana. Una cosa son los discursos y otra las realidades con sus propias lógicas.


*Politólogo especialista en Relaciones Internacionales y Cooperación al Desarrollo. Publicado en Noticias de Gipuzkoa.

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Iosu Perales Arretxe

Iosu Perales Arretxe

Politólogo especialista en Relaciones Internacionales y Cooperación al Desarrollo, vinculado a redes sociales transnacionales y a oenegés. Ha publicado numerosos artículos de opinión y es autor de varios libros, entre ellos: “El perfume de Palestina” (2002) y “Los buenos años: Nicaragua en la memoria” (2005).

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