10 de febrero 2023
En un discurso de casi una hora, Daniel Ortega confirmó que el obispo de Matagalpa y administrador de la diócesis de Estelí, monseñor Rolando Álvarez, fue trasladado hacia la cárcel La Modelo de Tipitapa, luego que rechazara abordar el avión que lo trasladaría a Estados Unidos junto a otros 222 reos políticos que fueron desterrados.
Este jueves 9 de febrero, el Gobierno de Joe Biden fletó un avión para transportar a los presos políticos hasta Washington DC. Según Ortega, la lista inicial era de 228 personas, pero cuatro de ellos habrían sido rechazados por Estados Unidos, mientras que dos rehusaron abordar la aeronave: el obispo Álvarez, así como Fanor Alejandro Ramos. Ambos habrían sido enviados a La Modelo, en Tipitapa.
En su relato, Ortega dijo que cuando “el personaje Álvarez” estaba haciendo fila para subir al avión, “empieza a decir que él no se va. Que primero tenía que reunirse con los obispos, y exige una reunión con los obispos. Cosa absurda, si hay una disposición del Estado nicaragüense, que él no puede cuestionar”.
“Frente a una decisión del Estado nicaragüense, dice que él no la acata. Es una resolución de un tribunal de justicia que lo está mandando fuera del país, y que no acata, si no se reunía con los obispos, y como los demás sacerdotes ya estaban en el avión, que le llamen a los sacerdotes, porque él tenía que hablar con ellos”, narró.
Al rememorar los siete años y un mes que él mismo estuvo preso en los años 70 del siglo pasado, Ortega dijo que al religioso “se le había tratado de manera increíble, como a ningún prisionero en la historia de este país”, confirmando que se le envió a la cárcel Modelo, porque “es un hombre común y corriente”.
“Lo que tenemos es un comportamiento de soberbia, de quien se considera el jefe de la Iglesia en Nicaragua, el líder de la Iglesia latinoamericana, y debe pensar que está a punto de optar el cargo de Su Santidad el papa. Está desquiciado. Ahora que llegó a La Modelo, llegó que era un energúmeno. No puede tener el coraje de Cristo, que aguantó los azotes y soportó la crucifixión. No acepta que lo metan en una celda donde hay centenares de presos”, aseguró.
El dictador dijo que a Álvarez “se le tenía en su casa. Se le hacía comida especial; había médicos que lo visitaban dos veces al día, llegaban las hermanas a cocinarle… era una mansión. Está irritado porque ahora sí está en la cárcel. Es la rabia de no acatar la decisión de las autoridades nicaragüenses, del Estado nicaragüense”.
En comparación, Ortega dijo que otros once religiosos y sacerdotes, “no hicieron alboroto y se montaron en el avión”, detallando que, después de eso, quedan solo tres sacerdotes presos: “uno, de Boaco, que tiene acusaciones por violación a una niña de trece años (en relación a monseñor Leonardo Urbina), otro de Nandaime, por lesiones y violencia física y sicológica (en referencia al sacerdote Manuel García). No es nada de política”, y “el obispo”, que está detenido “por terrorista”.
Ortega, el sorprendido
En otro momento de su alocución, narró que la liberación de los presos políticos fue idea de su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo, en negociación con el embajador de Estados Unidos en Nicaragua, Kevin Sullivan.
“Este día se produjo un hecho que yo llamaría sorprendente. Ustedes tienen que recordar que ya en varias ocasiones, en diferentes actos públicos, yo venía planteando de toda esta gente que estaba en prisión, detenida por atentar contra la soberanía, la paz, contra el pueblo nicaragüense… como todos ellos eran agentes de potencias extranjeras… que se los llevaran. ¿Por qué no se los llevan?”, preguntó de forma retórica.
“Hace pocos días, iba hacia Estados Unidos el embajador de Estados Unidos, y me dice Rosario ¿por qué no le decimos al embajador que se lleven a estos terroristas? Decile vos, a ver si lo oyen allá”, dice Ortega que le respondió a ella, narrando a continuación que su esposa llamó a Sullivan.
“Yo no esperaba una respuesta positiva, además que ellos se habrán imaginado que íbamos a pedir que levantaran las sanciones. No estamos pidiendo que levanten las sanciones. No estamos pidiendo nada a cambio. Es un asunto de honor, dignidad, patriotismo. Que se lleven a sus mercenarios, como se los llevaron después de la invasión a Cuba”, insistió.
Siguiendo con su narración, dijo que el diplomático les respondió que “iba a consultar, y luego todo vino caminando a una velocidad vertiginosa. Cuando nos preguntan que a cuántos vamos a soltar: a todos. Y nos preguntan en particular por una sola persona: ¿También a Álvarez? También. No queremos que quede ningún rastro de esos mercenarios en este país”.
A partir de ahí, refirió “las carreras de Gobernación, la Corte Suprema”, para tener todo listo para la mañana del 9 de febrero, en que llegaría el avión a Managua, pero “para no crear expectativas”, decidieron hacer todo en silencio. “No podíamos comenzar a hablar, porque si no se producía el hecho, quedábamos en ridículo”, pero “cumplieron ellos, y cumplimos nosotros también”.
A continuación, dijo que los ahora expresos políticos fueron trasladados “desde San Carlos, Chinandega, León… en todos los departamentos había (prisioneros)”, aunque la mayoría estaba en Managua, tanto en La Modelo, (Tipitapa), como en Auxilio Judicial, también llamado el nuevo Chipote.
Fiel al secretismo con que opera el régimen, Ortega detalló que “era un operativo que había que hacerlo con mucha disciplina, mucha organización, había que evitar un accidente. Los prisioneros especulaban, porque no sabían a donde los llevaban”, y luego “se les trasladó en un punto para luego concentrarlos en la Fuerza Aérea”, donde abordaron la aeronave que los llevó al destierro.
Al final, de los 228 reos que estaban en la lista inicial, solo 222 hicieron el vuelo. En Managua quedaron monseñor Álvarez y Fanor Alejandro Ramos, que decidieron no hacer el viaje. Otros cuatro -Eliseo Castro Baltodano, Walter Antonio Ruiz Rivera, José Manuel Urbina Lara, y Jaime Enrique Navarrete Blandón- habrían sido rechazados por las autoridades estadounidenses, según Ortega.