6 de febrero 2023
Yanis Varoufakis, intelectual y político griego, que pasó brevemente por el Ministerio de Finanzas del gobierno de Alex Tsipras y Syriza, entre enero y julio de 2015, estuvo en La Habana y la Ciudad de México. El académico y activista, que integra la Internacional Progresista, encabezada por Bernie Sanders, también está muy involucrado en la campaña por la liberación de Julian Assange.
Varoufakis se autodefine como “marxista libertario” y “socialista democrático” y es un crítico del sistema financiero global y del estado de la democracia en Estados Unidos y Europa. A raíz de la publicación de su libro Otra realidad (2021), una mezcla de novela y ensayo utopista, cuya premisa es que la igualdad y la democracia deben empezar por la economía, Berna González Harbour lo entrevistó para el diario El País de España.
Ahí decía Varoufakis que en la Unión Europea “había tanta democracia como oxígeno en la Luna” y que, entre todos los países del mundo, “quien lo estaba haciendo mejor era China”. Poco después de China, Estados Unidos. En China, decía Varoufakis, “la educación es próspera, producen ingenieros, expertos en lenguas, inteligencia artificial, tecnología de bacterias…, están a años luz de Europa porque están invirtiendo”.
En Estados Unidos, a juicio de Varoufakis, también se está produciendo una democratización de la economía por la vía tecnológica: “es un país de gran desigualdad pero con espacios en Seattle, Texas o Silicon Valley donde se invierte mucho dinero en el futuro”. Las nuevas tecnologías, dice el político griego, “proletarizan la sociedad”. La fuerza laboral se multiplica a tal grado que convierte a cada usuario en un trabajador gratis.
La utopía de Varoufakis, localizada en un año tan próximo como 2025, recuerda al viejo sueño anarquista de Piotr Kropotkin. Comparadas con las viejas empresas del capitalismo industrial, Google, Facebook, Apple y Amazon transfieren la producción de capital a los consumidores. La contracara de ese efecto democratizador es el perfeccionamiento de los aparatos de control, fiscalización y censura, que ha llevado al actual aterrizaje en las ficciones de Huxley u Orwell.
Este mismo Varoufakis, economista sin corbata, estuvo en La Habana. La menos imprecisa cobertura de lo que el socialista griego dijo en la isla no hay que buscarla en Granma o Cubadebate sino en páginas independientes como On Cuba y en agencias internacionales, con corresponsalía habanera, como la española EFE. En los buscadores de páginas oficiales, Varoufakis aparece, mayormente, asociado a su renuncia al gabinete de Tsipras, en 2015, por rechazar el carácter moderado o reformista del gobierno de Syriza.
De acuerdo con esos pocos medios, el líder del Movimiento para la Democracia en Europa (DIEM25) dijo que era preciso “energizar las pequeñas empresas”, “mejorar la situación de los derechos humanos” y “recuperar el concepto de libertad”, ya que “a causa del gulag y de la tendencia a crear campos de concentración para su propia gente”, la izquierda había cedido a la derecha el reclamo de los derechos humanos.
Si eso fue lo que dijo Varoufakis en la Habana no habría mucha diferencia entre sus palabras y las de los tantos intelectuales, académicos y activistas de la isla que, en los últimos años, han sido acusados de “centristas”, “reformistas” y “contrarrevolucionarios”. Algunos de ellos, como los impulsores del proyecto Cuba Posible (2014-19), están ahora exiliados; otros, los muchos que salieron a protestar pacíficamente en las calles el 11 y 12 de julio de 2021, están presos.
La visita a la Ciudad de México y el encuentro con el presidente López Obrador fue más predecible. Ambos líderes demandan enfáticamente la liberación de Julian Assange, coinciden en una visión crítica de la Unión Europea y en una valoración positiva de Estados Unidos, aunque, por lo visto, no en el papel protagónico de China en el orden global.
*Publicado originalmente en La Razón