Guillermo Rothschuh Villanueva
5 de febrero 2023
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El salto que da Linda Báez Lacayo, con la aparición de Tal vez si cierras los ojos, con respecto a su primera novela resulta notable
El salto que da Linda Báez Lacayo
“Si tan solo pudiéramos enamorarnos de quien
nos hace bien, ¡qué distintas serían nuestras vidas!”
Tal vez si cierras los ojos
En concordancia con el Movimiento de Mujeres (#MeToo), en su decisión por librarse de la violencia generalizada, enraizada en nuestra sociedad, por segunda vez, Linda Báez Lacayo, vuelve a incursionar en el universo de la violencia femenina. En la primera ocasión lo hizo con su novela, El mar no devuelve a sus muertos, (Editorial, Narratio Aspectabilis, México, 2018). Un clamor contra los desmanes sufridos por Emma, víctima de abusos recurrentes por parte de su padre. La historia conmueve e invita a compadecernos de las pesadumbres vividas por madre e hija, ultrajadas por quien estaba llamado a protegerlas. Levanta el telón para mostrarnos que por debajo del inmenso cariño que dice profesarles, su progenitor había convertido a su hija en simple pieza de sus apetencias sexuales. Algo que se está volviendo común en muchas familias
En esta nueva incursión sobre la plaga que azota a las mujeres, Báez Lacayo hizo un viraje y focalizó su mirada sobre un aspecto igualmente trascendente. Tal vez si cierras los ojos, (Editorial Narratio Aspectabilis, México, 2022), muestra la otra cara de la luna: la solidaridad que acompaña a quienes son atropelladas por sus parejas. Una forma de ilustrar que no se encuentran solas. La novela recrea un tema de suma interés para quienes no han renunciado a una plena igualdad entre los seres humanos, especialmente para los mexicanos, donde el movimiento femenino se abre espacio a manotazos. Algo que para mí resulta difícil de digerir. Totalmente inexplicable. Es increíble que un gobierno que apuesta por la transformación de los cimientos de la sociedad, no incorpore y acuerpe a las mujeres en su lucha contra el ostracismo. No acabo de concebirlo.
Esta reticencia no es nueva ni reciente, a cierta izquierda ha resultado imposible, entender que los cambios no se ciñen únicamente a las trasformaciones socioeconómicas. Ángela Davis, alumna sobresaliente de Herbert Marcuse, sufrió en carne viva las trompadas propinadas por su condición racial, costó muchísimo que entendieran que las agresiones de las autoridades estadounidenses contra los negros, tenían otras dimensiones. La persecución que sufrían y aún padecen, muestra que el racismo prima en buena parte de los estadounidenses. También son válidos los reclamos de las mujeres, en sus intenciones por recibir un trato digno en todas las esferas de la vida cotidiana. El trato desigual que reciben en el ámbito laboral y el espacio político, confirman sus demandas. Clase, raza, género y discriminación sexual, forman parte integral de la agenda moderna.
La escritora nicaragüense mete la cuña, sabe que el género literario más adecuado para plantear los horrores y estremecimientos de las mujeres, continúa siendo la novela. Tal vez si cierras los ojos, planta cara a las arremetidas violentas de los hombres en contra de sus mujeres. Especialmente en México, donde una densa resaca de machismo no acaba de extirparse. Báez Lacayo envuelve este drama, con el revés sufrido por Francisca, una profesional mexicana de clase media alta, ángel tutelar de quienes han sido abusadas y golpeadas. Una manera de demostrar que los sinsabores de las mujeres no se circunscriben a la pobretería. Todas están expuestas a ser heridas y humilladas. El dolor de Francisca tiene otras raíces. Descubre que Andrés, su esposo, empresario vinícola, se encama con sus compañeras de trabajo. Una punzada en el corazón.
Báez Lacayo siente un enorme placer por la minuciosidad, corta el hilo de la narración hasta rematar con solvencia cada párrafo. Posee un enorme gusto por el detalle. No muestra prisa en el diseño del trazado. Se contiene. Desea registrar cada paso o movimiento de los personajes. Sigo preguntándome si era necesario homologar el paginaje dedicado a plantear el amor retorcido entre Andrés y Francisca, con el número de páginas dedicado al infortunio de las mujeres con sus hombres. Es lo mejor logrado de la novela. Para concretar su aspiración de presentar la violencia contra las mujeres, debió reservarle más espacio. Explayarse en sus crueldades. Exponer sus aberraciones y falta de escrúpulos. No entra a detallar estos atropellos. No hace sentir la contundencia de sus golpes. La efectividad del relato exigía exhibir la maldad de sus verdugos.
Linda Báez Lacayo tuvo el acierto de hacerse cargo de un tema de gran actualidad, refrenda su condición militante y un compromiso abierto con las mujeres. La alternancia en el tiempo y la brevedad de cada capítulo, constituyen una prueba que sabe aprovechar los recursos técnicos a los que se atienen la mayoría de los novelistas contemporáneos. El primer capítulo anuncia el posible desenlace. No podemos anticiparlo de antemano. En la medida que vamos conociendo el carácter de Francisca, podemos intuir su rompimiento con Andrés. La novelista dispone de suficientes elementos discursivos para despistarnos. Introduce la duda. La partida de Andrés de la casa de Francisca solo ocurre a medias. Desea preservarla. Una pista sobre la posibilidad de que el matrimonio podía salvarse del naufragio. Un hiato que prolonga deliberadamente hasta el final.
Trata de explicar las causas que inducen a Andrés, a encamarse con jovencitas muchísimo menores que él. Los estragos de los años le atormentan e invitan a demostrar que todavía se trata de un galán que puede seducirlas. Está convencido que los suyos son encontrones pasajeros. Se siente a salvo de cualquier enamoramiento. Jamás sospechó que terminaría colgado en brazos de Gabriela. Báez Lacayo lleva a preguntarnos: ¿Cómo Andrés, un galán curtido, no sospechó que Gabriela había planificado todo desde el momento que aspiró asumir el cargo que ofertaban en su empresa? Demasiado vanidoso. Ni siquiera lo pensó. El conquistador a su vez es conquistado. Cae rendido ante su inteligencia y juventud. Tejió las redes en las que quedó atrapado, hasta desembocar en la ruptura de los lazos que le ataban con Francisca. Pudo más la astucia femenina.
Las calles de Coyoacán por donde caminaba Francisca, son las mismas calles que yo transitaba cuando estudiaba en México. En la parte este de su plaza central había una repostería que visitaba asiduamente. Era el único lugar donde ofertaban hojaldras. Domingo de por medio me aparecía con puntualidad religiosa a degustarlas. En mi última visita por Ciudad de México, mi hermano Vladimir, me citó en Coyoacán. Conocía los lazos afectivos que me ligaban con este lugar. La Casa Azul es para mí sitio de peregrinación. Me reencuentro con Frida, evoco sus amores prohibidos con Trotsky y me recuerda a Ramón Mercader, el carnicero enviado por Stalin a asesinarle, perfectamente esculpidos por Leonardo Padura, en El hombre que amaba los perros. Por esas calles acompañé a Francisca en sus tribulaciones. Avizoré que ataría su corazón con “Picasso”.
El salto que da Linda Báez Lacayo, con la aparición de Tal vez si cierras los ojos, con respecto a su primera novela, resulta notable. Manifiesta mayor un oficio en su arte narrativo. La limpieza de su prosa es superior que la vertida en El mar no devuelve a sus muertos. Otra gran diferencia entre ambas novelas, se debe a la manera como se hace cargo del incesto. Lo asume de forma directa. Va al grano. En Tal vez si cierras los ojos no se ocupa del maltrato contra las mujeres de igual manera. ¿No estaré excediéndome en mi apreciación? Mientras me adentraba en la lectura de este último parto, era notorio el énfasis puesto en desarrollar el amor descarriado entre Francisca y Andrés. Da la impresión que el miedo y sufrimiento de las mujeres acosadas y despreciadas por sus parejas, solo eran un pretexto para redondear la otra historia.
Lo más destacado en Tal vez si cierras los ojos, es la entrega amorosa de Francisca a un hombre que no la merecía. Todas las vueltas y reacomodos del relato están atadas al destino de esta relación. La pausa que se toma Báez Lacayo, para enmarcar el rompimiento de la pareja ante la infidelidad de Andrés, mientras su amada Itzel agonizaba en un hospital, víctima de quienes se oponen y atacan en un intento por evitar que sus luchas fructifiquen, resulta prodigiosa. La indecisión consume a Francisca, su falta de resolución para separarse de Andrés, mientras inicia un nuevo noviazgo con “Picasso”, tiene mucho parecido con los titubeos que consumen a las mujeres golpeadas que ella trata de proteger, antes de por poner punto final al dolor que martirizaba sus vidas. Entre tanta turbulencia, Tal vez si cierras los ojos, es una novela con happy end.
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Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.
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