1 de enero 2023
“Todo lo que ves hacer a cualquier jugador, Pelé lo hizo primero”
Erling Haaland, futbolista noruego
¡Ha muerto el rey Pelé! La leyenda viviente se ha vuelto atemporal. El Cristo Redentor en lo alto de Río de Janeiro se iluminó en memoria del jugador de fútbol que más joven y más veces ha ganado una Copa Mundial. Hijo dilecto de Brasil, fundador del jogo bonito y deportista del siglo XX. Una aproximación filosófica sobre O Rei me ha llevado a valorar a Edson Arantes do Nascimento como el genio del balompié que encarnó la realización histórica del futbolista, sentando el precedente para las futuras generaciones del impacto de un jugador de soccer en el imaginario colectivo a escala global.
Se cuenta que cuando Brasil perdió la final del Mundial en 1950 (año en el que fue sede), un niño de nueve años vio que su padre lloraba desconsoladamente en su humilde hogar al atestiguar que los uruguayos les habían arrebatado a los brasileños la Copa Jules Rimet (antiguo trofeo del Mundial) en su propia casa. El coliseo fue el Maracaná y la derrota se recuerda amargamente como el “Maracanazo”. El niño le dijo a su papá que no llorara más y que ganaría un Mundial para él. Ocho junios después ese niño debutaría con 17 años de edad en la Copa Mundial de Suecia en 1958, portando el dorsal número 10 y anotando 6 goles en el torneo; hat-trick en semifinales ante Francia y 2 goles en la final ante Suecia, convirtiendo una de las mejores dianas en finales de copas mundiales (única selección americana en ganar un Copa del Mundo en Europa).
Brasil conseguiría un back to back en la Copa Mundial de Chile en 1962 gracias al talento de Garrincha y Amarildho, quienes asumieron el liderazgo de la verdeamarela tras la lesión de Pelé que le impidió continuar en la competencia. Los cariocas se impusieron ante Checoslovaquia en la final y se adjudicaron su segundo título de campeón mundial. La consagración final vino con la Copa Mundial de México en 1970. El Brasil del 70 fue la síntesis del genio futbolístico de Pelé y de aquella canarinha. El suelo azteca fue escenario del jogo bonito de jugadores como Tostao, Jarzinho, Gérson, Rivelino y Carlos Alberto. Los ingleses no pudieron retener su título ni con la atajada legendaria que le hizo a O Rei el portero inglés Gordon Banks en fase de grupos. Los brasileños llegaron a la final y vencieron a los italianos 4-1; Pelé contribuyó con un gol y una asistencia, convirtiéndose en el único jugador en anotar 3 goles en 2 finales de Copas del Mundo (récord igualado por Mbappé en 2022).
La «perla negra» cerró sus participaciones mundialistas con 3 campeonatos y 12 goles en 14 partidos. Ninguno fue de penal. El Brasil del 70 se quedó para sí el trofeo original de la Copa Jules Rimet por haberla ganado 3 veces (según las reglas), además de ser catalogada por muchos expertos como la mejor selección de la historia. En definitiva, cada vez que se mencione a la Brasil pentacampeona o los 10 campeonatos mundiales que ahora tiene América, piensen en que 3 fueron conquistados por Pelé y su seleção, como Jasón y los Argonautas fueron tras el vellocino de oro.
El palmarés de O Rei con el Santos FC de Brasil es sencillamente impresionante. Además de ganar las competiciones locales en múltiples ocasiones, con el equipo paulista se acreditó la Supercopa de Campeones Intercontinentales, 2 Copas Libertadores y 2 Copas Intercontinentales (venciendo a los equipos europeos Benfica de Portugal y AC Milán de Italia, respectivamente). Son incontables las veces que se han comentado sus goles de fantasía como el llamado «gol de placa» contra el Fluminense y el «gol de 4 sombreros» contra el Juventus (ambos equipos de Brasil). Del Santos FC pasó al Cosmos de New York y luego se retiró a finales de los 70’s. La Federación| Internacional de Fútbol Asociados (FIFA) le registra 757 goles oficiales, mientras que registros independientes le acreditan hasta 1,303 goles (contabilizando partidos oficiales, no oficiales, de exhibición, juveniles, amistosos, de clubes e internacionales). De cualquier manera, su promedio fue prácticamente 1 gol por partido.
La fortaleza física del jugador brasileño era hercúlea. Altura, peso y estabilidad en armonía como la de un guerrero indoamericano. Un cabeceador que saltaba como si despegara un avión, habilidad con las 2 piernas, potencia y precisión con la pelota, peligrosísimo en los tiros libres y una destreza singular de superar rivales con un repertorio inagotable de fintas. Innovador de la chilena y osado con jugadas acrobáticas; siempre desafió las leyes de la Física. Era inteligente, velocista, buen asistidor y letal cerca del área, autor de más de mil metrallas en una carrera de más de 20 años. El más querido y el más derribado en una cancha. Con estas cualidades, algún irreverente podría decir que deportivamente era un superhombre nietzscheano.
Su historia de éxito es el trinomio perfecto de idea, voluntad y acción. Concretó al individuo realizando el ideal de atleta, con voluntad de triunfo y campeón, actuando al máximo en pleno goce de las facultades con que la Naturaleza lo dotó para superarse a sí mismo, a su familia y a su gente. Desde tierras amazónicas, emergió para descolonizar su país en lo futbolístico e independizar creativamente el estilo de juego carioca. Fue sumamente cuidadoso en no ensuciar su carrera con el abuso de sustancias prohibidas o cualquier otra conducta antideportiva. Irrumpió en un deporte inventado por los ingleses, con alto nivel de competitividad europea, para plantar con insolencia juvenil un estilo de juego (latino)americano y ser el patriarca de una descendencia brillante de jugadores brasileños (Zico, Sócrates, Romario, Ronaldo, Rivaldo, Ronaldinho, Roberto Carlos, Cafú, Kaká, Neymar, etc.).
No ganó Balón de Oro (en aquellos años sólo lo ganaban europeos) y no jugó en Europa por más oferta que le hicieron. Acá radica lo increíble y original de su trayectoria. Cualquier jugador de nuestros días busca jugar en Europa, coronarse en la UEFA Champions League y ganar el Balón de Oro (el eurocentrismo futbolístico imperante). El personaje brasileño le dio identidad, gloria y autoridad deportiva a su país sin necesidad de irse a jugar profesionalmente al otro lado del Atlántico. Los uruguayos se habían adelantado a nivel de selección, pero no produjeron ningún prodigio semejante.
Fue distinguido por el Comité Olímpico Internacional como uno de los mejores deportistas del siglo XX junto al boxeador estadounidense Muhammad Alí. Del mismo modo, fue elegido como mejor jugador del siglo XX por la Federación Internacional de Historia y Estadísticas del Fútbol (IFFHS por sus siglas en inglés). La FIFA también lo galardonó como mejor jugador del siglo XX junto al futbolista argentino Diego Armando Maradona. Fue premiado con Balón de Oro honorífico, incluido en la selección histórica de la Copa América por la Confederación Sudamericana de Fútbol (CONMEBOL), agregado al Dream Team histórico del Balón de Oro e ingresado al Salón de la Fama del Fútbol Internacional en Hidalgo, México.
Además de futbolista, el personaje brasileño fue actor, cantante, ministro extraordinario de deportes en su país y Embajador de Naciones Unidas, así como ante el Foro Económico Mundial. Fue actor de reparto en la película Evasión o Victoria (1981), compartiendo pantalla con Sylvester Stallone, versión occidental de la historia del llamado «partido de la muerte», que cuenta la victoria de un equipo ucraniano contra el equipo nazi en una competencia local de la Ucrania ocupada durante la Segunda Guerra Mundial., lo que costaría la vida de varios jugadores ucranianos. El deportista brasileño no estuvo exento de críticas, principalmente cuando decidió guardar silencio y jugar con la seleção, mientras su patria estuvo bajo el yugo de una dictadura militar.
Pelé logró todo esto en una época sin redes sociales, televisión satelital, contratos mil millonarios ni chequeras portentosas de corporaciones deportivas como Real Madrid, Manchester City o Paris Saint Germain. No obstante, el brasileño llegó a ser el primero con una cobertura mediática casi de tiempo completo, una verdadera celebridad con una mística de los jugadores de antaño y un ícono en la cultura popular de los países latinoamericanos. Personalidades del ámbito político, artístico, empresarial e intelectual deseaban fotografiarse con O Rei. Su mito precede los califatos de Avelange y Blatter que contaminaron el desarrollo institucional de la FIFA.
El atacante polaco Robert Lewandowski, mejor jugador del mundo según la FIFA, dijo con prudencia: no hay un único mejor jugador de la historia. De hecho, cada época tiene grandes jugadores con sus grandes proezas deportivas. Tanto mérito tienen los referentes de nuestros tiempos recientes, en los que hay técnicas estadísticas para sacar récords inverosímiles como la cantidad de palpitaciones del corazón por minuto de Messi y Cristiano Ronaldo, como aquellas glorias de tiempos idos que jugaron sin que hubiera un registro estadístico sofisticado sobre cada partido y cada jugador, sin computadoras, celulares, transmisiones en vivo ni vídeos compartidos en tiempo real, que pudieran capturan todas y cada una de sus hazañas dentro del terreno de juego.
A decir verdad, aunque una discusión sobre el mejor jugador de la historia sea apasionante y obsesiva, al final de cuentas, es estéril y pueril. Para nuestros mayores, todo tiempo pasado fue mejor. Para cada nueva generación, lo mejor es el presente que conocen. Cada fan (chico o grande) siente y admira los referentes futbolísticos de su época, aquellos que inspiran y emocionan, que hacen gritar coral y estentóreamente un gol en las mesas de un sport bar; capaces de hacer fácil lo imposible en una cancha de fútbol. A los Di Stéfano, Cruyff y Maradona les sucedieron los Ronaldo, Zidane y Ronaldinho, a éstos los Messi, Ronaldo (portugués) y Modric. Ahora la industria, el mercadeo y la prensa hablarán de los Mbappé y Haaland. Mientras unos mueren, otros se retiran, pero el balón sigue en juego para quienes quedan.
No obstante de lo anterior, Pelé es el primer GOAT (greatest of all time), arrogándose el privilegio y la ventaja natural de ser el primer ídolo entre las multitudes (quedando como base de comparación), el de mención obligatoria en una acalorada tertulia y una crítica especializada. El carioca es para el fútbol lo que Beethoven es para la Música, Sean Connery para James Bond, Babe Ruth para el béisbol y Michael Jordan para el baloncesto. En esencia, es el genio y pionero que inauguró la fiebre del fútbol moderno, quien lo popularizó, al tiempo que el futebol penetró hasta en los estratos más desposeídos, jugándose con balones hechizos, sin calzado y/o en condiciones sociales proletarizadas.
El niño que lustró zapatos para ayudar económicamente a su familia se erigió como ídolo deportivo en su país y a nivel internacional, trascendiendo los límites de su propia ocupación y transfigurándose en un personaje mítico merced a sus propias cualidades. Se trata del célebre 10 que una vez fue expulsado y fue el árbitro quien tuvo que salir del campo ante la indignación del público; el mismo de quien se cuenta suscitó un cese al fuego en la llamada «guerra de Bafra» en Nigeria, mientras el Santos FC hiciera su exhibición deportiva en dicho país como parte de una gira internacional.
Tras un escandaloso y atípico Mundial en Catar; con un Cristiano Ronaldo en banca, Neymar eliminado tras anotar un golazo en tiempo extra y un Messi coronándose con 4 penales anotados de 5 otorgados; el pitazo final llegó a la vida de la leyenda brasileña. El respeto que le damos a su título de “Rey” no radica en hacer exaltación de privilegios aristocráticos de viejas prosapias, sino de glorificar al niño de hogar humilde que, cumpliéndole a su padre, consiguió reinar a fuerza de talento y tenacidad el deporte más famoso del mundo. Sin duda alguna, el Rey Pelé –un jugador libre, creativo y guerrero– encarnó la realización histórica del futbolista.
¡Muito obrigado, Edson Arantes do Nascimento!