23 de diciembre 2022
La fotografía de monseñor Rolando José Álvarez Lagos -nombrado personaje del año por CONFIDENCIAL-, con evidente pérdida de peso y palidez, sentado en una sala de audiencia de los juzgados de Managua, sin su investidura de obispo, y tras 116 días secuestrado por la Policía Nacional, fue “impactante” y “doloroso” para el sacerdote “Carlos”.
El sentimiento, asegura, es compartido con otros religiosos en silencio, debido a la escalada represiva del Gobierno contra la Iglesia católica.
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“Al poder mirarlo por primera vez después que fue arrestado fue una situación muy dolorosa. Al verlo, como no lo habíamos visto antes- en referencia a su contextura física-, ya con un rostro demacrado, y se le nota que su cuerpo ya tiene debilidad, quizás por la falta de medicinas, falta de una buena alimentación. El encerramiento no deja de causar estragos en el cuerpo del ser humano”, reflexionó el sacerdote nicaragüense a quien llamaremos “Carlos” para evitar represalias en su contra.
La Fiscalía acusó el martes 13 de diciembre al obispo, responsable de la Diócesis de Matagalpa y administrador apostólico de la Diócesis de Estelí, monseñor Rolando Álvarez, por los supuestos delitos de conspiración para cometer menoscabo a la integridad nacional y propagación de noticias falsas, indicó el Poder Judicial en una nota de prensa, acompañada por dos fotografías del prelado, de quien no se sabía nada desde el 19 de agosto.
Ese día la Policía asaltó la Curia Episcopal de Matagalpa y lo trasladó a la casa de sus padres, en Managua, -en arresto domiciliar, oficializado este martes- mientras que a sus acompañantes- seis religiosos y un laico- los llevaron a la Dirección de Auxilio Judicial (DAJ), El Chipote. Todos están a la espera de sus respectivos juicios.
Diez días han pasado desde que se conoció públicamente la causa judicial- calificada de "cínica" e "infame" por defensores de derechos humanos y la comunidad internacional-, en contra del primer obispo encarcelado en la historia moderna de Nicaragua.
La jerarquía católica del país continúa guardando silencio. Los sacerdotes también temen hablar, confiesa el padre “Carlos”, pero a lo interno viven con dolor, sufrimiento e impotencia la situación que atraviesa monseñor Álvarez.
Cuestiona falta de beligerancia del CEN
El religioso cuestiona la falta de beligerancia de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) respecto al secuestro de monseñor Álvarez y el encarcelamiento de diez sacerdotes más- dos de ellos condenados-. Sin embargo, reconoce que el contexto nicaragüense es complejo y cualquier acto podría tener consecuencias.
El pasado 19 de diciembre el papa Francisco aseguró que la Santa Sede siempre trata de salvar a los pueblos, “y su arma es diálogo y diplomacia” en referencia a la situación de Venezuela y Nicaragua.
La posición del sumo pontífice y de la CEN ha sido duramente cuestionada por defensores de derechos humanos que no comprenden su silencio frente a un régimen orteguista que no ha dado pautas para lograr un entendimiento pacífico y más bien, ha recrudecido la represión contra la Iglesia católica, acumulando casi 400 agresiones desde 2018.
La inconformidad ante “tanta prudencia” que señala el sacerdote “Carlos”, quedó evidenciada en una carta pública dirigida al cardenal Leopoldo Brenes, suscrita por una treintena de religiosos, en la que lo exhortan a dejar “de ser un panfletario que actúa como político ‘al son que le tocan’”.
La carta cuestiona duramente la actitud del cardenal Leopoldo Brenes. “Vemos en usted, desgraciadamente, una falta de solidaridad no solamente con sus hermanos obispos y sacerdotes encarcelados y exiliados, sino con toda la comunidad nicaragüense sufriendo la opresión de esta dictadura”, sostuvieron los firmantes.
“Mientras —prosiguen— los obispos Silvio Báez y Rolando Álvarez están pagando un alto precio por su postura profética frente a la dictadura, su silencio grita conformismo e indiferencia”, indicaron.
Para el padre “Carlos” este malestar está relacionado al hermetismo que persiste incluso dentro de la institución. Asegura que si fueran informados sobre lo que está pasando, comprenderían mejor la postura de sus autoridades. “
A nosotros no se nos dice nada, no se nos informa nada. A nosotros solo nos resta, a los sacerdotes, la fe, la esperanza de que tarde o temprano nuestros obispos tienen que salir al frente de esta situación dolorosa que el pueblo católico está viviendo”, expresó.
También señaló que pese al dolor humano está la fortaleza espiritual, y que como obispo, monseñor Álvarez, mantiene su fe y la esperanza de que de esos momentos difíciles salen cosas buenas.
Feligresía conmovida
La feligresía también está conmovida. "María" se congrega en una iglesia en Matagalpa y asegura que fue "doloroso", "angustiante" e "indignante" ver a monseñor Álvarez con su rostro de dolor. Aunque creen en el poder de la oración, reconoce -junto a otros feligreses- sentirse impotentes por no poder hacer nada más más para ayudar al obispo, que ha sido violentado desde que lo privaron de su libertad y ahora, se le ve maltratado físicamente, lamentó.
La fuerza de esta mujer está en Dios, que va "actuar y cambiar la situación", mientras los actores de "estas cosas malas, perversas", tendrán "su paga", sostuvo.
La prudencia que ha mostrado la CEN ante el Gobierno no pareciera estar dando frutos. Este 19 de diciembre, en una promoción de nuevos cadetes de la Policía, dedicada a Gaspar García Laviana, un cura y guerrillero español que luchó contra la dinastía de Somoza y murió en combate con la Guardia Nacional, Daniel Ortega arremetió nuevamente contra los sacerdotes y obispos.
Los acusó, sin pruebas, que algunos llamaron al derramamiento de sangre en el contexto de 2018, cuando más bien, las iglesias fueron refugios para los ciudadanos víctimas de la brutal represión. “Esos curas, esos obispos, y lo digo como cristiano, yo me formé en una familia católica, cristiana, pero aprendí con el paso del tiempo, que, al final de cuentas, detrás de una sotana está un ser humano, la sotana no hace santo a nadie, el hábito no hace al monje”, expresó.
Para Ortega, obispo Rolando Álvarez es un "sacerdote malo"
Ortega exaltó la labor del cura Gaspar García en su defensa de los campesinos y criticó la posición de los jerarcas católicos durante la dictadura somocista. "Yo nunca les tuve respeto a los obispos, no podía creer en los obispos, con algunos sacerdotes sí había acercamiento, eran la excepción los sacerdotes que tenían una práctica cristiana, como Gaspar García Laviana, que sin ser nicaragüense tuvo más compromiso con el pueblo, con los pobres, con los campesinos...", dijo el dictador.
Desde la perspectiva del padre “Carlos”, Ortega intentó diferenciar a su conveniencia entre sacerdotes buenos y malos. Explicó que para el dictador, el sacerdote bueno es aquel que lo escucha, habla cosas buenas de él y acepta todo lo que el Gobierno ve como bueno.
Mientras, el sacerdote considerado malo es el crítico, el que trata de iluminar la mente de los seres humanos para un bien común, y quien cuestiona que hay beneficios que solo llegan a un sector y no a toda la sociedad, convirtiéndose en injusticia. Dentro de esta segunda clasificación antojadiza de Ortega se podría encontrar monseñor Rolando Álvarez, quien ha destacado por mantener un mensaje profético, señala el padre "Carlos".