5 de diciembre 2022
La democracia, a escala global, está bajo asalto. La mayoría de ellas sufren acoso, otras están estancadas y un tercer grupo se encuentra en claro retroceso (backslinding). La mitad de los Gobiernos democráticos del mundo están en declive mientras que los regímenes autoritarios aumentan y profundizan su represión. Consecuencia de todo ello, más de dos tercios de la población mundial vive ahora en democracias en retroceso o en regímenes híbridos y autoritarios. Esta es la principal conclusión que surge del reciente informe elaborado por el Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral: “Informe sobre el estado mundial de la democracia 2022 – Forjando contratos sociales en tiempos de descontento”, presentado por el secretario general Kevin Casas-Zamora, el pasado miércoles 30 de noviembre en Estocolmo, Suecia, cuya lectura recomiendo.
Tendencias
Del citado informe surgen cuatro tendencias principales. La primera. En casi la mitad del mundo las democracias sufren procesos de erosión, deterioro o retroceso. De un total de 104 democracias que hay a nivel global, solo 14 (13.4%) están mejorando su calidad; 42 (40.4%) muestran cierta estabilidad; 37 (35.6%) se están deteriorando moderadamente; y 11 (10.6%) evidencian un deterioro significativo.
La segunda. El número de casos que registra un retroceso democrático está en su nivel más alto. Siete son los países que entran dentro de esta categoría: el Brasil de Bolsonaro, El Salvador de Bukele, Hungría y Polonia sufren un retroceso severo. En India, Mauricio y los Estados Unidos es -o ha sido- moderado.
La tercera. Los autoritarismos a escala mundial siguen en aumento y el número de países que avanzan hacia el autoritarismo es más del doble del número de países que avanzan hacia la democracia.
Y la cuarta. Las democracias se encuentran estancadas en cuanto a sus capacidades para profundizar sus estándares democráticos y dar respuestas a unas demandas ciudadanas que han crecido por las consecuencias de la pandemia de la covid-19 y de la guerra en Ucrania.
Estado de la democracia en América Latina
América Latina no es ajena a esta tendencia global de declive. La situación de la democracia en la región se ha venido deteriorando progresivamente. Por un lado, mientras hace 15 años solo Cuba era considerado como un régimen autoritario, actualmente tres países se sumaron como dictaduras: Nicaragua, Venezuela y Haití (este último convertido en Estado fallido). Por el otro, un tercio de las democracias latinoamericanas presentan declives en al menos tres atributos durante los dos últimos años, siendo Brasil, El Salvador, Bolivia y Guatemala los países con mayor erosión democrática.
El retroceso democrático en Brasil se aceleró y profundizó durante la presidencia de Bolsonaro como consecuencia de sus frecuentes e injustificados ataques a la justicia y, especialmente, a la autoridad electoral, sus denuncias infundadas de fraude electoral, y el uso desvirtuado de las redes sociales para propagar noticias falsas. El Salvador vive de la mano del presidente Bukele un proceso de creciente autoritarismo cuyas consecuencias -severo deterioro en materia de derechos humanos y libertad de expresión, debilitamiento del control parlamentario y pérdida de independencia judicial- han convertido al país en un régimen híbrido. Por su parte, Bolivia como Guatemala son democracias de baja calidad y con pronóstico reservado.
En México destacan los ataques dirigidos a debilitar los órganos autónomos, en especial a la autoridad electoral (INE) y el hostigamiento a periodistas y medios de comunicación de parte del presidente Andrés Manuel López Obrador; en Perú la permanente inestabilidad política y los frecuentes choques entre el Gobierno de Castillo la y oposición (acaba de dar inicio el tercer intento de vacar al presidente); y en Ecuador, además de la tensa situación política entre el presidente Lasso y la oposición, preocupan la grave situación en las cárceles y los brutales ataques del crimen organizado y de la narco violencia.
Todo ello dentro de un contexto caracterizado por la caída del apoyo a la democracia, aumento de la indiferencia entre un régimen democrático y uno autoritario, y descontento ciudadano al alza alimentado por los efectos de la pandemia, el incremento de la pobreza y la desigualdad, la inseguridad y la corrupción.
Un malestar que está teniendo un efecto doble a nivel regional: en las calles, provocando una ola de protestas a partir de 2019 (el número casi se ha doblado entre 2013-16 (cuando hubo 44) y 2017-2020 (77), y en las urnas, a través del voto de castigo a los oficialismos; entre 2019 y 2022, en todas las elecciones presidenciales (15 en total) ha ganado la oposición, salvo en la farsa electoral nicaragüense.
Un nuevo contrato social
Pese a la complejidad de este preocupante cuadro global y regional, no todo es negativo. Hay numerosos ejemplos, en muchas partes del mundo y en nuestra región, que muestran la resiliencia democrática y permiten tener esperanza. En algunos países, las personas se están uniendo en formas innovadoras para renegociar los términos de los contratos sociales, presionando a sus Gobiernos para que cumplan con las demandas del siglo XXI.
En otros, los ciudadanos se están organizando con éxito fuera de las estructuras tradicionales de los partidos, especialmente los jóvenes, para hacer oír y exigir sus demandas, desde las protestas en favor del medio ambiente hasta aquellas en favor de los derechos de las mujeres o de los pueblos originarios. A todo ello debemos agregar, como destaca Luis Bassets, que la autocracia últimamente cotiza a la baja, como lo demuestran, entre otros hechos, las dificultades que atraviesan los dictadores de Rusia, Irán y China, el reflujo del trumpismo en EE. UU. y la derrota de Bolsonaro en Brasil.
De ahí la importancia de evitar caer en un pesimismo paralizante. Hoy más que nunca es tiempo de actuar con sentido de urgencia y firme compromiso, de salir en defensa de la democracia, de protegerla, repensarla y fortalecerla.
En este sentido, el informe de IDEA propone como vía principal para evitar el deterioro persistente de las democracias, renegociar el contrato social y adaptarlo a los retos del siglo XXI para que sea capaz de revigorizar las democracias, dotándolas de mayor cohesión social y de una gobernanza con capacidad de dar respuesta a las nuevas demandas ciudadanas. Para ello es preciso acompañar a la democracia de buen gobierno, unido a un Estado moderno, robusto y estratégico, con capacidad de ofrecer resultados concretos y oportunos a los problemas reales de la gente. La amenaza es real. No hay tiempo que perder.
Director Regional. IDEA Internacional @zovatto55