Guillermo Rothschuh Villanueva
13 de noviembre 2022
PUBLICIDAD 1M
PUBLICIDAD 4D
PUBLICIDAD 5D
La calle Palo Solo continúo siendo la calle más celebrada de Juigalpa. Continúa siéndolo. Sus vecinos se encargan de mostrar su importancia
Niñas jugando en el viejo Palo Solo. Foto: Confidencial | Cortesía.
A mis coterráneos, Tomás, Odily,
Francisco y Edgard Aguilar Bravo.
.
Crecí en un ambiente saturado de señales, bastaba saber leerlas para desplazarse sin tropiezos. Todos los pobladores de la calle Palo Solo podíamos enterarnos de las películas que presentarían durante la semana en el Cine Juigalpa. No teníamos que salir de las fronteras de nuestra calle para saberlo. Un cartelón colgado desde antes de las 7 a.m. en el poste luz adyacente a la alcaldía municipal, anunciaba en letras grandes y a tres colores (negro, rojo y azul), la cartelera del día. Si algún vecino se enfermaba, bastaba caminar unos pasos o pararnos en las aceras de nuestras casas, para ver si estaba encendida la luz roja en el quicio de la puerta de la Botica Juigalpa, propiedad de la doctora Elsa Hernández Rivera, la primera en su género en la ciudad de los caracolitos negros. Tres o cuatro golpes en la puerta de su dormitorio, era la señal para suplirles las medicinas.
No solo los vecinos de Palo Solo llegábamos entusiasmados al Hotel Imperial para enterarnos de las novedades de la Sonora Matancera. Su salón se convirtió en habitúe entre las mejores bailarinas y bailarines chontaleños. Cada vez que Mama Güicha renovaba los discos de la roconola, la ciudad palpitaba atraída por las voces infaltables de Celia Cruz, Nelson Pinedo, Toña La Negra, Celio González, Bienvenido Granda, Alberto Beltrán, Carlos Argentino, Carmen Delia Dipini, Laito Sureda, Leo Marini, Welfo y Vicentico Valdés. La voz gangosa de Daniel Santos nos llegaría después con su célebre composición, Sierra Maestra, homenaje a los guerrilleros barbudos. Un canto por la libertad. Los cubanos la escuchan en diferentes emisoras los 26 de Julio. “Adelante cubano, que Cuba premiará nuestro heroísmo, pues somos soldados que vamos a la patria liberar…”.
Los días que los diluvios empezaban a caer desde tempranas horas de la tarde y seguían durante la noche, las familias permanecían expectantes. ¿En qué momento llegaría a dejar el lechero las pichingas al puesto de doña Clotilde Díaz? La tardanza producía incertidumbre. Indicaba que el Mayales estaba a reventar. Campesinos y finqueros se armaban de paciencia para esperar que las aguas bajaran de nivel y poder atravesarlo. Las correntadas arrasaban con maizales y chagüitales. Llegaba la hora de contabilizar las pérdidas. Debían incluir el ganado y cerdos arrastrados y muertos por la corriente. En 1959 cayó un vendaval que bramó toda la noche. El asombro cundió entre los habitantes de Palo Solo. Toda Juigalpa fue partícipe. La cantidad de aguas caídas hizo que el rio irrumpiera y sobrepasara la empalizada de mangos, anegando los bajos de Comabanca.
Éramos los primeros en enterarnos de nuevos noviazgos, algo inevitable. Las parejas se enrumbaban por nuestra calle para darse cita en la Terraza Palo Solo. Durante buen tiempo, un lugar exclusivo para enamorados. Unas luces macilentas —cuando las había— iluminaban el sitio. El local permanecía casi siempre a oscuras. Los vientos frescos de la albarrada de Amerrique alborotaban las hormonas. Pocos novios escapaban de la mirada aviesa de los mirones. Llegaban exprofeso a agriarles la fiesta. Vilipendiaron a varias parejas. Levantaban falsos contra damas ajenas a la insidia y envidia de los mequetrefes. Visitar la Terraza Palo Solo por un tiempo mudó en suspicacia y desprestigio. Juigalpa seguía siendo una sociedad pacata y de doble moral, hubo que esperar años para que algunos juigalpinos empezaran a librarse de un mal encaminado a sembrar cizaña.
Cuando la muchachada pasaba en grupo por nuestra calle era por dos motivos, para asistir a El Huerto que se instalaba durante las celebraciones de Semana Santa o con la intención de elevar sus cometas y barriletes en la Terraza Palo Solo. El arribo masivo y la algarabía de la chavalada, señalaba que noviembre había llegado. Tiempo de festividad. Una de carácter religiosa y la otra, una conmemoración incluida en el calendario nacional para aprovechar los vientos de temporada. Se armaban competencias. El dinero que nuestros padres nos regalaban se invertía en la compra de barriletes fabricados por Rito, El Toro, Flores. Yo prefería los cometas hechos a mi medida por el sastre José María, Chemita, Báez. La alegría que deparaban quienes ponían sus barriletes a la altura del centro histórico de la ciudad, era única. Siempre se sabía quiénes resultaban ganadores.
Dos rituales, uno religioso y otro pagano, señalaban la importancia de la calle Palo Solo. Durante muchísimos años Palo Solo fue escogida por las autoridades religiosas, para iniciar el recorrido de El Santo Entierro, por las principales calles de Juigalpa. Los feligreses católicos que llegaban tarde, si apuraban el paso alcanzarían la procesión, al momento de enrumbar por nuestra calle. Una ceremonia cargada de solemnidad. La marcha fúnebre empezaba a las 6 p.m. y concluía casi siempre entre las 12.30 y 1 a.m. del día siguiente. Igual ocurría con la apertura de la rifa de los terneros donados por los finqueros. El primer recorrido se efectuaba durante los primeros días de mayo. La calle Palo Solo era el punto de partida. Sones de toros, estallido de cohetes y decenas de muchachos toreando al animal, daban por iniciadas las festividades agostinas.
Las veces que algunos vecinos trasnochaban, después de un día de parranda, si encontraban a su paso a doña María Teresa Sandoval, estaban seguros que habría misa cantada a las cinco de la mañana. El ritual terminó imponiéndose. Esta devoción hizo que doña María Teresa fuese muy apreciada entre la feligresía católica. Más difícil resultada saber si cantaría durante el rosario de las siete. Ella aprovechaba el momento para salir temprano por la tarde de su casa en Palo Solo y así poder conversar por largo rato con la niña Anita Jarquín. Algunas familias celebraban misas cantadas de aniversario a sus deudos, como muestra de afecto. La voz que se escuchaba era la de doña María Teresa. El ritual todavía se ofrecía en latín. El padre Francisco Romero, Esperanza González y María Teresa Sandoval, constituían un trío inolvidable. Insustituible.
Las ocasiones que la camioneta de La Mejoral amanecía aparcada a orillas de los cuartos del Hotel Imperial, ubicados frente a la calle Palo Solo, dábamos por descontado que por la noche habría cine gratis. Este era el motivo por el cuál en Juigalpa vivíamos pendientes de la llegada de La Mejoral. Las visitas se sucedían cada dos o tres meses y la estancia se prolongaba por una semana. Mejor mejora Mejoral, el analgésico más popular de Nicaragua, durante los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, costaba solamente diez centavos. Esteban Roque, encargado de realizar la publicidad, recorría las calles anunciando que esa noche presentarían una película de Charles Chaplin o de Tarzán, con Johnny Weissmuller como protagonista. El Tarzán admirado por mi generación en el Cine Juigalpa. Esa noche las bancas de luneta y las sillas de palco lucirían vacías.
En la pequeña sala de su casa en Palo Solo, don Panchito Urbina, instalaba algunos modelos de ataúdes para que la gente pudiera apreciarlos y escogieran el que mejor apetecieran. Los curiosos se asomaban a ver quiénes y qué tipo de ataúdes estaban escogiendo los dueños del muerto. En la parte oeste tenía instalado el taller donde elaboraba las cajas mortuorias. Don Panchito, ebanista de alta alcurnia, por razones de oficio empezó a asistir a cuanto entierro acontecía en Juigalpa. Nos fuimos percatando de su presencia en los funerales de cualquier persona fallecida. Se transformó en una persona ubicua. Aun cuando no había sido a él a quien habían comprado el ataúd, no faltaba a ningún sepelio. Don Panchito tampoco faltaba a las procesiones. Decenas de fotografías de aquellos años testimonian su solidaridad humana y fervor cristiano.
Los integrantes de Los Bárbaros del Ritmo, cada vez que eran contratados para cualquier festejo, asistían a realizar sus ensayos en casa del baterista, Rolando Sequeira, Jicarito, en Palo Solo. Los vecinos lo celebraban. Contaban con dos voces femeninas. Esmeralda Montoya y Graciela Flores. Una novedad. La mayoría de los miembros eran vecinos de Palo Solo. Los hermanos Germán y Wilfredo Bermúdez, vivían frente a don Panchito Urbina, tocaban el saxofón y la trompeta. Gustavo Flores, saxofonista, una al norte de la casa las Chacón. Los demás, como su cantante estrella, Ernesto Montoya y su hermana Esmeralda, media al este de la Chompipera. Su trompetista, Rolando Flores, Florito, y su hermana Graciela, al final de la Cruz verde. El aterrizaje de Los Blues Star en 1964, con su música electrónica, marcó un giro en los gustos musicales de los chontaleños.
El 15 de julio de 1957 el Ministerio de Educación Pública, autorizó oficialmente la apertura de la primera Escuela de Mecanografía en Chontales, bajo la dirección de doña María Delia Matamoros. El profesor Guillermo Rothschuh Tablada, su vecino desde hacía un año atrás, hizo las gestiones que culminaron exitosamente. En su apertura funcionó en casa de la niña Anita Jarquín. Después se trasladó a su lugar de siempre en Palo Solo, en su casa de habitación, frente a las viviendas de los hermanos Rosibel y Guillermo Castrillo Morales. Doña María Delia compartió sus conocimientos de manera entusiasta. Un avance educativo. De sus aulas egresaron diversas generaciones de secretarias formadas en las viejas máquinas de escribir Remington, Underwood y Olimpia. Casi todas se incorporaron a trabajar en instituciones públicas o privadas.
Esquina opuesta a la alcaldía funcionaba el puesto de la Sanidad, ofrecía atención a todos los chontaleños. El cuerpo médico estaba conformado por los doctores Adán Barillas Huete y Numa Ignacio Barquero. Sus enfermeras, Paquita Sáenz, Lilian Cruz, Esperanza Figueroa y Lilian Lanzas, se mostraban solícitas. Los estudiantes de primaria pasábamos por el suplicio de los purgantes. Después de recibir la poción venían las arcadas. Para atemperar el mal sabor, algunos cortaban naranjas para chuparlas en el único árbol sembrado en el patio de los Castrillo Morales. Los estudiantes de los dos primeros grados llegábamos a beber leche Klim y a disfrutar de la mantequilla. Nos la untaban en la tortilla o en el pedazo de pan que nuestros padres entregaban en casa. Una delicia. Algunos estudiantes podían repetir el vaso de leche. Con la mantequilla no ocurría igual.
Una de mis grandes sorpresas fue cuando parte de la casa de mi tío Guillermo Castrillo Morales, fue convertida de pronto en sede de la Dirección de Policía. Otra institución gubernamental plantaba pies en Palo Solo. Con esta sumaban tres las radicadas en nuestra calle. Mi ánimo para asistir a escuchar las acusaciones y alegatos de los acusados, dependía de la naturaleza de los diferendos que a diario eran resueltos en dicha institución. “Lechuguita”, el secretario, experto en la aplicación del Código de Policía, con sus pantalones y camisas blancas arremangadas, su pelo negro chuzo domado a base de brillantinas y otros menjurjes, daban al local un toque especial. Los pleitos de putas, robos de gallinas, peleas entre vecinas y pequeñas estafas, se dirimirían casi siempre de manera salomónica. La gente se aglomeraba gozosa a escuchar los dimes y diretes.
El hecho que la Alcaldía Municipal, el Juzgado Único Local para lo Civil y Penal, Sanidad y la Dirección de Policía quedaran sobre la calle Palo Solo, conferían al paisaje un deje burocrático. Las autoridades edilicias laboraban de dos a cinco de la tarde. José Santiago Bendaña Castrillo, responsable del juzgado, operaba con el mismo horario. Decenas de personas llegaban a la alcaldía a realizar sus trámites (inscribir fierros de ganado y a sacar copias de sus partidas de nacimiento). En el juzgado se ventilaban casos por heridas leves y se otorgaban títulos supletorios. Cuando las tres instituciones mudaron de sitio no pasó nada. La calle Palo Solo continúo siendo la calle más celebrada de Juigalpa. Continúa siéndolo. Sus vecinos se encargan de mostrar su importancia y de exaltar la impronta que ha tenido en sus vidas y demás juigalpinos.
Archivado como:
PUBLICIDAD 3M
Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.
PUBLICIDAD 3D