23 de octubre 2022
El obispo auxiliar de Managua, Silvio José Báez, aseguró que "hoy hay muchos políticos que manipulan y se sirven de la religión", dan gracias por las supuestas bendiciones que reciben", pero en realidad son "el fruto de estrategias y acciones políticas" que realizan para "afianzarse en el poder y lograr sus propios intereses", compartió este domingo desde la parroquia de Santa Agatha en Miami, Estados Unidos.
Báez, exiliado desde 2019—por orientación del papa Francisco— reflexionó sobre la parábola de dos hombres que subieron al templo para orar, un fariseo y un publicano; el primero, se centró en si mismo, sin prestar atención a las intenciones egoístas del corazón y el segundo, reconoció sus fallos y la misericordia de Dios.
La lectura social del evangelio, dijo el obispo Báez, se encuentra en políticos, que "generalmente son autoritarios y no están dispuestos a reconocer sus errores y pecados -como el fariseo-. Practican la religión del “yo”, exigiendo culto a sus personas, imponiéndose como pequeños dioses y utilizando la religión para justificar sus posiciones de poder, sus actos de corrupción y su crueldad", expresó.
Daniel Ortega y Rosario Murillo han impuesto el culto a su personalidad desde su regreso al poder en 2007. Sus rostros están por todos lados en una Nicaragua bajo un estado policial de facto desde la Rebelión Cívica de 2018.
Murillo agradece a Dios durante sus alocuciones diarias por las que denomina obras de progreso, cuando en realidad, son utilizadas para la propaganda orteguista. Y a la vez, mantiene un discurso de odio contra quienes los cuestionan, incluyendo la Iglesia católica.
"El político creyente, en cambio, muestra su fe en el Dios justo y bueno, reconociendo humildemente sus errores y aceptando su parte de responsabilidad en la problemática de la sociedad. Los políticos auténticamente creyentes viven escuchando a Dios y a los demás, examinan su conciencia constantemente, no culpan a otros de lo que ellos son responsables, sienten necesidad de convertirse y modelar su vida a la luz del evangelio, piden perdón y se abren con confianza al amor del Señor", reflexionó el obispo Báez.
La pareja dictatorial de Nicaragua en vez de reconocer sus abusos contra el pueblo, mantienen una política represiva contra cualquier persona u organización que cuestione su legitimidad en el poder.
En menos de seis meses han apresado a once religiosos, incluido monseñor Rolando Álvarez, responsable de la Diócesis de Matagalpa y administrador apostólico de la Diócesis de Estelí -en casa por cárcel hace dos meses-.
Dos han sido condenados por delitos comunes, y el resto -con excepción del obispo Álvarez- fueron acusados de "conspiración" y "propagación de noticias falsas" por mantener una voz profética y denunciar las violaciones de derechos humanos de la población en diferentes partes del país.
También han provocado una ola de exilio de sacerdotes tras las amenazas y el hostigamiento policial contra diferentes parroquias en el territorio nacional. Los Ortega- Murillo tienen más de 200 presos políticos en diferentes sistemas penitenciarios, y 27 de estos permanecen en aislamiento, incomunicación y torturas en la Dirección de Auxilio Judicial (DAJ), El Chipote, pese a los constantes llamados de la comunidad internacional de liberarlos.
Reconocerse ante el Señor
"Jesús nos enseña que la oración del soberbio no llega al corazón de Dios, pero la oración del humilde lo abre de par en par", señala monseñor Silvio Báez.
Reflexiona que "el fariseo vive como un narcisista, sin deseos de cambiar, seguro de ser bueno y mejor que los otros. Con su oración se cierra en sí mismo, deforma y empequeñece a Dios. El publicano, en cambio, se presenta a Dios sin engaños ni hipocresías, desea, espera, y quiere poder cambiar, pero no con sus fuerzas sino con la gracia del Señor".
Basado en el evangelio llama a los feligreses que pidan a Dios la "gracia de conocernos", de no despreciar a nadie, de sentirse pobres interiormente y necesitados de la misericordia del Señor, orando con las manos vacías y el corazón abierto hacia él.