23 de octubre 2022
“Stars at Noon” es una película de Claire Denis, basada en una novela de Denis Johnson ambientada en Nicaragua. Dos de mis favoritos, jugando en el campo minado de mi país. Es como una provocación del universo. O una broma genial.
Trish (Margareth Qualley) es una periodista sin oficio, a la deriva en Nicaragua. Se prostituye con el subteniente Veraguas (Nick Romano), el militar encargado de vigilarla. Vive en el hospedaje que le paga el viceministro (Stephan Proaño), un burócrata de poca monta. No puede volver a Estados Unidos porque la policía retiene su pasaporte, y no tiene dinero para su pasaje. “¿Qué haces aquí?”, le pregunta Daniel (Joe Alwyn), el misterioso ejecutivo petrolero inglés que seduce en el bar del Hotel Intercontinental. “Quería conocer la dimensión exacta del infierno”, contesta con desparpajo. Te entiendo, Trish.
La pareja inicia un romance bajo el asedio de fuerzas que apenas comprenden: un policía encubierto costarricense (Danny Ramírez), un consultor con estilo de agente de la CIA (Bennie Safdie). Daniel no es lo que parece ser, pero eso no le importa a Trish. Al principio, porque en afán de sobrevivir, él es solo un cliente más. Después, porque se enamora, y cualquier otra consideración deja de importar. Los amantes huyen hacia la frontera sur, pero lo único seguro, por un tiempo, es el contacto de sus cuerpos.
A pesar de mi afición por Johnson, evité durante años “Stars at Noon”. El autor visitó Nicaragua a inicios de los 80. La novela fruto de esa visita se publicó en 1984. Mi interés era mínimo, pues me temía que se hubiera enceguecido con el espejismo revolucionario de la época. Cuando supe que la directora de “35 Shots of Rum” (2008) y “Beau Travail” (1999) lo llevaría a la pantalla, ya no pude evitarla. Fue una feliz sorpresa descubrir que Johnson no se embriagó con la propaganda de la época. La corrupción reverbera bajo el triste ‘affair’ de los protagonistas anónimos.
La astuta adaptación autoría de Denis y Andrew Litvack no puede evitar asignarle nombre los personajes. Ya no son abstracciones, sino individuos. Trasladan la acción a la época contemporánea, prescindiendo de la distancia idealista de una pieza de época. La primera toma es un Árbol de la Vida a escala, parcialmente destruido. La imagen quizás no le diga mucho a un extranjero, pero a nosotros nos ubica de inmediato. Guardias armados son visibles en las calles, a la par de sordos indicios de rebelión: pintas y volantes claman la caída del régimen. No son los únicos uniformados. Brigadistas de blanco dispensan exámenes de covid-19. En los restaurantes no hay carne, y se anuncia que hay cerveza con rótulos, cuando hay.
Estamos, entonces, es un pastiche de los años ochenta y la década de 2010, las dos etapas de la revolución fundidas en un miasma. En su carrera, la directora ha sido implacable observadora de la herencia del colonialismo francés. Hay algo honesto en la manera de no pretender explicar lo que pasa en nuestro país. En la novela, como en la película, la crisis sirve de trasfondo para definir los contornos de alienación de sus protagonistas. Trish y Daniel son dos extraños en tierra extraña. Bien podrían estar en cualquier otra zona de peligro. Unidos en esa burbuja, rescatan su humanidad a través del vínculo carnal que los une. Es el deseo el que los hace humanos.
Qualley es brillante como la caótica Trish, incapaz de asirse a su identidad de periodista, torpe pero voluntariosa a la hora de definir los términos de la explotación sexual a la cual sucumbe, creyendo que es su única tabla de salvación. Es un personaje desesperado, fuerte y frágil simultáneamente. Verla como depone todas sus defensas al enamorarse del misterioso inglés es todo un espectáculo. Denle puntos extra a la actriz por su magistral acento de gringa que aprendió español a la brava, en Nicaragua. “¡Sos bien fiera!”, le dice al taxista que les ayuda a perder a un siniestro agente secreto, dándole un puñado de córdobas de propina. La fiera sos vos, chavala. Filmada en Panamá, la película logra recrear la idea de Nicaragua, con planos cerrados en calles banales, o el ruido de la lluvia recia sobre los techos de zinc. Quien sepa buscar, encontrará nostalgia sin idealización. Puntos extra por la hermosa banda sonora de Tindersticks.
“Stars at Noon”
Dirección: Claire Denis
Duración: 2 horas, 15 minutos
Clasificación: * * * * (Muy buena)