13 de octubre 2022
En la pasada sesión de la Asamblea General de la ONU, la mayoría de los mandatarios o representantes latinoamericanos se opuso a las guerras y al uso de la fuerza en conflictos internacionales. El pronunciamiento iba dirigido, en primer lugar, contra la invasión rusa de Ucrania —que varios mencionaron por su nombre—, pero también contra una desbocada reacción de Occidente, en respaldo a Kiev, que se desentienda de cualquier formato de salida pacífica al conflicto.
La posición del Gobierno de México, en foros internacionales como la ONU, siempre ha sido ésa. La propia Cancillería ha condenado varias veces la invasión y un temprano plan humanitario, junto con Francia, y presentado por Juan Ramón de la Fuente en marzo, a un mes del inicio de la invasión, llamaba al “cese inmediato de hostilidades de Rusia contra Ucrania, y en particular de ataques contra personas e instituciones civiles”. Ese plan fue aprobado por mayoría en la ONU.
A inicios de esta semana, el Estado mexicano ha reiterado la misma posición por medio de dos actos: el voto de su representación ante el Consejo de Seguridad de la ONU, contra la anexión a Rusia de Lugansk, Donetsk, Jersón y Zaporiya —argumentando el ineludible antecedente histórico de las invasiones y anexiones que han cercenado el territorio mexicano—, y el comunicado conjunto del canciller Marcelo Ebrard y sus homólogos de América del Norte, Antony Blinken y Mélanie Joly, en apoyo a “la independencia, soberanía e integridad territorial de Ucrania” y en “condena de la invasión no provocada de Rusia contra su vecino soberano y democrático en violación del derecho internacional”.
Siguiendo la pauta trazada desde los primeros meses de la invasión, el presidente Andrés Manuel López Obrador intenta compensar simbólicamente esa postura oficial por medio de reiteradas declaraciones de “neutralidad” y otros gestos de amistad o cercanía con Rusia. Tanto su crítica a la candidatura al Premio Nobel de la Paz para el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, que impulsa el Parlamento Europeo, como su desatendido “plan de paz mundial”, dirigido al papa Francisco y al Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, forman parte de esas maniobras compensatorias.
La neutralidad de México no es real, si se toma en cuenta la documentación oficial de la Secretaría de Relaciones Exteriores y de la representación mexicana en la ONU. La condena de la invasión y el rechazo a la anexión de territorios ucranianos son consistentes, además, con la posición pública de otros Gobiernos de izquierda en América Latina como el argentino, el chileno y el colombiano.
El rechazo de la guerra y la búsqueda de la paz no son contradictorios con la condena a la invasión y las anexiones. Solo lo serían si, como sucede en los Gobiernos bolivarianos (Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia), la neutralidad es entendida como justificación, por una lógica defensiva frente a la OTAN, del ataque ruso contra Ucrania.
*Artículo publicado originalmente en La Razón de México.