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“Argentina, 1985”: cuando la justicia deja de ser un sueño

La película es un drama de procedimiento legal, compuesto en clave inspiradora, engalanado por la importancia que le prodiga el evento que dramatiza

Juan Carlos Ampié

9 de octubre 2022

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En 1985, la naciente democracia argentina se planteó una prueba de fuego: llevar a juicio a las Juntas Militares que entre 1976 y 1983, impusieron un régimen de terror que cobró centenares de muertos y desaparecidos. El director Santiago Mitre acomete la tarea de recrear el juicio, con una efectividad que no estaría fuera de lugar en un producto de Hollywood.

37 años más tarde, este hito legal tiene la contundencia de lo inexorable. Por supuesto que estos criminales de lesa humanidad serían castigados. Pero nada era seguro en los primeros años del Gobierno de Ricardo Alfonsín. El poder civil coexistía con los militares, cerrando filas alrededor de la vieja guardia. Las elites económicas asumían las coartadas ideológicas, viendo para otro lado, mientras los familiares de las víctimas hacían recuento de sus pérdidas.

Nadie creía que podía hacerse justicia, ni siquiera el fiscal Julio Strassera (Ricardo Darín). Conocido como “el Loco”, Strassera opera convencido de que el Gobierno solo quiere lavarse la cara, haciendo la mueca de buscar justicia en un proceso encarrilado al fracaso. Cumplir el trámite para voltear la página, a costa de la credibilidad del fiscal. Para empezar, tiene pocos meses para armar un caso con miles de ofendidos. Su fiscal adjunto, Luis Moreno Ocampo (Peter Lanzani), carece de experiencia. La causa se ve tan perdida, que ningún veterano quiere el trabajo. Solo un puñado de jóvenes al inicio de sus carreras se pueden arriesgar.

El guion de Mitre y Mariano Llinás expande el foco de atención más allá del juzgado. La atención prodigada al hogar de Strassera, que incluye a su esposa María Eugenia (Antonia Bengoechea), su hija adolescente Verónica (Gina Mastronicola) y el pequeño Javier (Santiago Armas Estevarena), no solo provee momentos de certera comedia doméstica. También sirve para revelar la textura de la vida este momento de transición, donde los temores del pasado se resisten a morir. La joven tiene un novio que bien podría ser un espía de los militares. Las llamadas anónimas amenazantes son tan frecuentes que se vuelven un chiste.
En forma y esencia. “Argentina, 1985” es un drama de procedimiento legal, compuesto en clave inspiradora, engalanado por el halo de importancia que le prodiga el evento que dramatiza. En un momento de exasperación, Strassera recuerda los juicios de Nüremberg, pero bien podría estar invocando “Judgement at Nuremberg” (Stanley Kramer, 1961), prístino ejemplo de cine prestigioso de Hollywood.


Es ineludible que el recuento de un proceso legal como este –y la dramatización– incluyan testimonios desgarradores, contrincantes despreciables y alegatos finales que arrancan lágrimas. Lo esquemático está inserto en el inicio, en el evento real. La licencia de los realizadores viene en el trabajo de adaptación, e ineludible compresión.

El problema está en que sintetizar esta historia monumental en una sola película es virtualmente imposible. Múltiples incidentes se evocan, y no hay chance de ponderar sus consecuencias. Véase el atentado por coche bomba ejecutado para intimidar a la Corte, o la historia de un testigo amistoso que pertenecía al ‘staff’ de la Escuela de Mecánica de la Armada –la tristemente célebre ESMA–. Desearía saber más de su arco narrativo, pero no hay tiempo. Queda ahí, suspendido en un mar de eventos. Videla y sus secuaces permanecen remotos, como quimeras. Quizás una serie de televisión le habría hecho justicia a este material.

Darín es, como siempre, una presencia magnética. Imagine a Dustin Hoffman, Gene Hackman y Al Pacino en una sola persona, y hablando en español. Si no tuvo la suerte de ver la caprichosa épica “La flor” (Mariano Llinás, 2017), Laura Paredes será una revelación en el papel de una víctima de torturas que toma el estrado para compartir su trauma.

En forma y estilo, parece uno de esos dramas inspiradores de corte legal. Entre la preocupación por la familia, la movilidad certera de la cámara y la música emotiva, no podía dejar de pensar en “Amistad” (Steven Spielberg, 1997). No es de extrañarse que Argentina haya escogido a esta película como su candidata al Óscar a ‘Mejor Película Extranjera’, o que en el Festival de Cine de Venecia, conquistara el premio de la Federación Internacional de Críticos de Cine. Está hecha para complacer. Para los nicaragüenses, viviendo el momento más oscuro de una dictadura, se siente como un cuento de hadas. O una pequeña dosis de esperanza. La justicia es posible.

“Argentina, 1985”
Dirección: Santiago Mitre
Duración: 2 horas, 20 minutos
Clasificación: * * * (Buena)


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