5 de octubre 2022
Casualmente las protestas de los últimos días ocurrieron justo después de un referendo, que el domingo 25 de septiembre confirmó la aprobación del Código de las Familias, una legislación de avanzada y de amplio respaldo social que, entre otras novedades, recupera derechos para sectores antes agraviados como la comunidad LGBT y las mujeres víctimas de violencia.
A diferencia de otros referendos, como el de la Constitución de 2019 o de comicios regulares, esta vez había otros factores en juego, como diferencias de fondo sobre la familia, equidad de género o la autoridad parental; hubo llamados a votar “no” como rechazo al sistema y a votar “sí” por el contenido del Código, sin considerar discrepancias de otro tipo.
El resultado, aunque favorable, revela el peor saldo para el Gobierno en una votación nacional.
Según los resultados finales, el número de electores era de 8 447 467, de los cuales ejercieron el voto de 6 269 427, una concurrencia de 74.22 por ciento. En consecuencia, la abstención llegó al 25.78 por ciento, equivalente a 2 178 040 ciudadanos.
Durante décadas la abstención o el voto contrario a proyectos o candidaturas oficiales fue mínimo en Cuba.
La abstención empezó a crecer en las últimas consultas, pero nunca había llegado hasta el nivel actual.
El Consejo Nacional Electoral omitió desglosar los votos anulados o en blanco, pero al descontarse del total de boletas depositadas las que resultaron válidas, 5 909 385, resulta una diferencia de 360 042, un 5.74 por ciento, muy parecido a la tendencia de las última década.
Votaron por el “sí” 3 950 288, un 66.85 por ciento. Por el “no”, 1 959 097, un 33.15 por ciento, una proporción de dos a uno, sin precedente en la trayectoria electoral cubana.
Al parecer se fueron para siempre las cifras apabullantes de estirpe soviética y emerge el registro de la sociedad realmente existente.
* Texto original publicado en La Jornada