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Tipicidades en la compleja realidad política

¿Acaso con la revolución y la guerra hubo alguna solución a los históricos problemas de Nicaragua?

La actitud de Daniel Ortega y Rosario Murillo como gobernantes de Nicaragua es de violencia machista

Onofre Guevara López

27 de septiembre 2022

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Ninguna voluntad personal determina ni determinará –como nunca ninguna ha determinado— el transcurrir de la marcha de nuestro histórico proceso político. Son los hechos objetivos de la realidad social los que lo van determinando, aunque dentro del mismo proceso surgen individuos que se destacan por sobre los demás actores sociales, y llegan a ser reconocidos y aceptados como conductores, líderes o dirigentes.

Nadie alcanzaría ese nivel de liderazgo si sus posiciones y conductas no fueran consideradas correctas por la mayoría dentro de un movimiento, o de buena parte de la sociedad; tampoco lo alcanzarían ese liderazgo, quienes no lograran despertar empatía, confianza, comprensión y solidaridad de la mayoría de sus compañeros de lucha y de buena parte del sector social y político al que pertenecen.

De la voluntad de este conjunto es de donde proviene el reconocimiento o el crédito de un liderazgo de todo movimiento político, económico y social. Eso es lo que sugiere la teoría, pero solo se confirma en la práctica, incluso, en la práctica de los transgresores del buen liderazgo que los hay…y son muchos.

Quien aspira a conductor, a líder o dirigente, tiene que esperar el resultado de las contradicciones que inevitables surgen en torno de sus aspiraciones dentro de un movimiento, porque siempre hay quienes aspiran a lo mismo; otros que no simpatizan con ningún aspirante, que no le tengan confianza ni lo quieran tener en el cargo principal de su organización. Llegan momentos, sin embargo, cuando toda contradicción se mitiga, pero no desaparece. Esa es una realidad en todo tipo de organización, de movimiento y, desde luego, de toda sociedad.

II


Por ser este un punto de vista particular sobre un asunto de orden ideológico dentro del movimiento político en general, y de los tiempos políticos en los cuales a mi generación le ha tocado participar, tal vez lo planteado aquí no será un tema que interese a todos los que pertenecen a generaciones distintas. Esto es lógico, pero no solo por una cuestión generacional, sino también por las disímiles experiencias que a cada persona le toca vivir en su respectiva atapa de vida y de época.

Suponiendo haber aclarado la intención por la cual se escogió este tema, antes necesito disculparme por tener que recurrir a una   experiencia generacional de larga data, pero es que no se puede esquivar, porque es la única a la cual se tiene derecho a recurrir.

Para situar el tema en el tiempo transcurrido, pues de otra manera no habría ningún tema del cual hablar en el presente, recordamos que desde 1944 hasta 1979 se pasaron 35 años bajo la dictadura de los Somoza, compartiendo con la mayoría de la población la angustia de sentirse sin libertades plenas ni respetados los derechos humanos.

Luego, pasaron 11 años del período revolucionario, gozando de las libertades quienes se sabían partícipes del movimiento político dominante. Después, 16 años (1990-2006) bajo tres gobiernos neoliberales que hicieron el tránsito democrático hacia la dictadura actual, con la tranquilidad de quienes se sentían libres de la persecución política. Más 17 años conociendo la corriente autoritaria del antiguo FSLN, quince años de los cuales participando otra vez de la angustia colectiva de no sentirse libre en ningún sentido.

Suman 79 años de vida política recogiendo alguna experiencia. Todo eso, por sí mismo, no da ninguna autoridad a nadie, a menos que sea de carácter moral, lo cual tampoco ofrece derecho al reconocimiento más allá de la propia familia y las amistades.

III

A todo movimiento social y político se suma quien lo desea, pero si se trata del ingreso a una organización en particular, habrá que llenar rutinarias exigencias, más el compromiso de cumplir sus normas y principios. Eso, cuando la organización tiene actividades públicas cívicas abiertas.

Pero cuando el Gobierno es irrespetuoso de los derechos democráticos y de las libertades públicas, se alteran las rutinas sociales por su violencia, y la ciudadanía agredida se ve obligada a defender sus derechos, y entonces las contradicciones políticas crecen, creando situaciones conflictivas motivadoras de la intranquilidad social en todos los terrenos de modo intolerable.

Esa contradicción ha estado presente en nuestra realidad histórica con altibajos. Ahora estamos en un período demasiado bajo, cuando imperan todas las formas de represión sin ningún respeto a los derechos humanos. Sin embargo, esto no ha motivado respuestas armadas, como sucedió varias veces bajo la dictadura somocista en sus tres etapas, hasta culminar con la revolución de 1979, la cual también tuvo que enfrentar situaciones armadas.

Aquí salta una interrogante: ¿por qué si en los últimos quince años de la actual dictadura –que utiliza sin pudor todas las formas represivas cada vez más crueles— no ha surgido ningún movimiento político con serias intenciones de defenderse con acciones armadas?

Si fuera cierto el decir popular: “Quien se ha quemado hasta la cuajada sopla”, esa sería una forma coloquial de explicar el fenómeno de una oposición que responde con civismo, aun cuando esta dictadura le está quemando virtualmente la vida. Pienso que no es por puro civismo, sino por la convicción de que la violencia armada nunca ha resuelto ninguna de las contradicciones sociales y sus consecuentes problemas humanos.

Tampoco desaparece de la mente colectiva nacional el recuerdo de los horrores vividos durante la violencia militar de los tres Somoza… ¡y la sangre que se tuvo que verter para verse y sentirse libre, más la sangre derramada durante la guerra de los años ochenta!

¿Quién, entonces, con un sentido humanitario pensaría montar un nuevo escenario armado para sufrir otra vez las viejas tragedias? ¿Acaso con la revolución y la guerra hubo alguna solución a los históricos problemas de Nicaragua? ¿Acaso se puede olvidar que en muchos aspectos esos problemas y otros peores siguen afectando la vida de los nicaragüenses?

No obstante, para desgracia nacional, los nuevos dictadores han visto en el civismo consciente del movimiento opositor con oportunismo… ¡pues les ha parecido que su violencia es el camino efectivo para imponerle su continuismo a un pueblo desarmado!  

IV

Esa realidad, de la violencia oficial imponiendo el terror a una población desarmada, obliga a plantearse otra interrogante:

¿Qué ha sucedido para que, quienes combatieron la dictadura anterior y junto al pueblo conquistaran la libertad, ahora son quienes usan la violencia en contra del pueblo solo porque aspira con todo derecho a ser y sentirse libre?

Esa interrogante, pudiera tener las respuestas que se quisieran, pero no sería posible ofrecerlas todas; es necesario limitarse a responder con los porqués políticos que nos ha tocado ver:

Porque todo movimiento político partidario es promovido por personas que no tienen cualidades angelicales, sino ambiciones desmedidas; intenciones oportunistas de beneficiarse de los esfuerzos colectivos sin ningún reparo ético.

Porque ningún movimiento político partidario –de Gobierno y oposición— es ideológica y éticamente homogéneo; la homogeneidad política partidaria no se refleja uniforme en todo, solo en una bandera, como el uniforme de un equipo deportivo donde juegan los buenos, los regulares y los malos. Por eso, se debe valorar a las personas según su desempeño y no por el uniforme del equipo al que pertenecen.

Porque en las estructuras partidarias hay categorías: dirigente máximo, dirigentes nacionales, dirigentes municipales, dirigentes de barrios, dirigentes de áreas productivas, sociales, culturales, etcétera; ninguno de ellos tiene exactamente la misma condición social ni de ingresos, ni el mismo nivel ideológico, la misma conducta política, la misma relación familiar o social. Tampoco tienen igual actitud ante los problemas y ante la población, y su foco ambicioso no alumbra a la misma distancia. Solo los miembros de un sindicato tienen intereses económicos y sociales comunes, porque son desposeídos y venden su fuerza de trabajo para poder sobrevivir. En lo demás, también tienen diferencias.

Porque no existe ética única en el comportamiento de las personas en el curso de sus actividades políticas, pues…

Los desleales traicionan principios y causas que dicen defender, y su actuación favorece intereses políticos ajenos.

Los tránsfugas se trasladan a otra tienda política con posiciones contrarias a las de antes, o cambian su ideología por otra opuesta a la que alguna vez tuvieron.

Los oportunistas se adhieren a un partido con el ulterior interés de aprovecharse, utilizar su cargo para beneficio personal y buscar ventajas desde su posición.

Los demagogos engañan a sus compañeros exagerando falsamente sus actitudes a favor de lo que pregona sin sentirlo realmente, buscando captar simpatías.

Los serviles y los autoritarios son aliados naturales y sus actuaciones son complementarias; los aduladores alimentan el culto a la personalidad de los autoritarios.

Los infiltrados entran a una organización con el único propósito de informar a los órganos de espionajes de la dictadura.

Los desertores abandonan sus cargos o actividades, sin ninguna causa que lo motive.

No son todos los especímenes viciosos en todo movimiento político, y estos pueden combinar en su conducta las características mencionadas; son inevitables en toda organización, como los parásitos en el cuerpo humano. No existe fórmula para evitarlos, pero hay actitudes que pueden funcionar como antídotos:

  1. a) Tener plena conciencia de por qué lucha tu organización; b) tener claridad de cómo se cumplen los deberes del militante; c) tener, para exigirla a otros, una conducta ética en todo lo que se hace; b) vigilancia consciente de cómo se aplican o se violan los principios adoptados por dirigentes y militantes; c) evitar el amiguismo en las decisiones políticas; d) saber utilizar la crítica y no molestarse por ser criticado cuando lo merezca; e) educarse en política para evitar caer en el fanatismo y la adulación.

Algo más sobre el tema…

Al margen de estas cuartillas

*Nada de esos fenómenos viciosos que hemos visto es un motivo para no participar en política, sino lo contrario, exige participar más y de la mejor forma…

*No asustarse ni rehuir los deberes ciudadanos cuando conozca cualquiera de los vicios señalados; sería no tener conciencia de la sociedad en que se vive…

*Sería hacerse cómplice inconsciente de los viciosos, pues todos somos actores, aun sin quererlo, del mismo drama…

*Sería convertirse en un extra anónimo del que se los protagonistas viciosos para alcanzar lo que buscan…

*Sería suponer vivir al margen de la historia cuando, en realidad, por omisión estaríamos funcionando como un tornillo de la maquinaria de cualquiera con poder…

*Mejor dicho, sería autoexcluirse de la vida misma…

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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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