23 de septiembre 2022
Más allá de los discursos, el modelo económico que Daniel Ortega y Rosario Murillo impusieron en Nicaragua, es “una economía realmente fondomonetarista, neoliberal”, en la que el crecimiento económico se traduce en mayor desempleo, bajos salarios, hambre, pobreza y alta migración, explicó el economista Enrique Sáenz en el programa Esta Noche, que se transmite en línea para burlar la censura televisiva del régimen.
Sáenz, exiliado en Costa Rica, es uno de los más de 200 000 nicaragüenses que han buscado seguridad personal —o empleo— tanto en este país como en Estados Unidos o España, además de varios destinos en Centroamérica. “Este éxodo masivo es una evidencia de que la situación es insostenible para la inmensa mayoría de los nicaragüenses, y por eso se van”, sentenció.
Citando datos oficiales del gubernamental Instituto Nicaragüense de Información para el Desarrollo (Inide), el experto recordó que el principal componente (o sea, los alimentos), de la canasta básica, que superó la barrera de los 18 000 córdobas en agosto, mostró un aumento de 24% en los últimos doce meses, mientras que el sueldo promedio de los trabajadores asalariados de la economía formal, se elevó en 1%.
“Es tan pasmoso ese porcentaje, que tuve que volver a revisar las cifras y hacer el cálculo, porque es verdaderamente chocante que mientras el costo de la comida creció 24%, los datos del Banco Central de Nicaragua (BCN), indican que los salarios de los trabajadores… mejor posicionados, solamente se incrementó en 1%. Detrás de estas cifras hay frijoles que no llegan a la gente, tortillas que no llegan a la gente, queso que no llega a la gente. Es decir: detrás de esta cifra, lo que hay es hambre”, sentenció.
Un análisis simple de esos datos, muestra que las familias que no han tenido un aumento en sus ingresos, que sea equivalente al 24% en los últimos doce meses, están comiendo menos frijoles, menos queso, menos tortilla, o está comiendo salteado. La gran mayoría de los nicaragüenses se encuentra en la economía informal y en consecuencia, ni siquiera tiene un ingreso fijo, recordó el experto.
Sáenz mencionó estos tres alimentos en particular, no solo porque están en la base de la dieta del nicaragüense promedio, sino también porque “según el mismo Gobierno, los frijoles han aumentado más del 40%. Ya no estamos hablando del 24% de la comida. Estamos hablando que los frijoles y la tortilla han aumentado 43%, y el queso, de acuerdo con las cifras oficiales, 32%”.
“Es un sueño comer carne para la inmensa mayoría de las familias nicaragüenses”, aseveró recordando que no se trata de productos importados, sino de maíz, frijoles y queso que se producen en el país. “Los principales productos de consumo interno son los que más se han disparado”, insistió.
Crece la economía, ¿pero no el empleo?
Junto al incremento de los precios de la canasta básica, en especial los alimentos, el economista también hizo notar cómo se ha deteriorado el salario de los trabajadores del sector formal, o sea, aquellos que están afiliados al Seguro Social y tienen un sueldo fijo —que son una minoría que ronda el 30%— en contraposición con aquellos que trabajan para pequeñas empresas que operan en la marginalidad de la economía.
Si bien la estadística del BCN insiste en que el producto interno bruto (PIB) creció 10.3% en 2021, y 5% en el primer semestre de 2022, Sáenz hizo notar que “normalmente, cuando hay crecimiento en una economía normal, hay demanda de empleo y en consecuencia, aumenta el número de trabajadores”, con lo que también aumentan los salarios.
Al comparar el poder de compra del salario de los trabajadores “en el último año del Gobierno ‘neoliberal’ del presidente Enrique Bolaños, con el poder adquisitivo del salario en el último mes que reportó el Banco Central”, encontró que, en 2006 (el último año de la Administración Bolaños), los trabajadores “tenían un poder adquisitivo superior en 22%, que los asalariados en la economía ‘cristiana, socialista y solidaria’”.
Eso significa que, si se establece que en 2006 un salario promedio otorgaba un poder de compra de 10 000, los salarios promedio, que han crecido con el paso de los años, otorgan ahora solo una capacidad adquisitiva de 7800, lo que es “resultado de este modelo que descansa en el abaratamiento de la mano de obra y la concentración del ingreso”, y tiene que ver con el queso, los frijoles, el maíz, y el cada vez más caro kerosene, que se utiliza para encender fuego para cocinar, en las casas de los ciudadanos más pobres del país.
“Eso es una expresión más de la insensibilidad de quienes gestionan la economía del régimen de Ortega”, sentenció.
Junto a esa menor capacidad de compra, también destacó que el crecimiento del PIB no significa una mejora en el empleo formal, detalle que también ha reconocido el presidente del consejo directivo del BCN, Ovidio Reyes.
Citando datos del Banco Central, Sáenz dijo que en los últimos cuatro meses, el INSS ha perdido 8000 afiliados, (4500 entre junio y julio), lo que significa que las empresas que les daban trabajo, cerraron o disminuyeron sus actividades. “¿Cómo se explica un crecimiento económico que no genera empleo, encarece las condiciones de vida de la población”, y mantiene los salarios en una tendencia declinante de su poder adquisitivo?, cuestionó.
La ‘patraña’ del precio de los combustibles
De regreso a la falacia discursiva del régimen, Sáenz advirtió que “bajo el discurso antiimperialista populachero, se esconde un modelo brutal”, que prioriza cumplir una determinada meta de reservas internacionales, sostener a rajatabla la estabilidad del córdoba, y controlar el déficit fiscal, alardeando con eso, “que nada tiene que ver con la realidad de las empresas y de las familias, porque lograr esos resultados macroeconómicos se traduce en sufrimiento para las familias, para millones de nicaragüenses, y zozobra para las empresas”.
El experto dijo que las familias están prácticamente sin salida “frente a este modelo económico impuesto por la dictadura, porque en el fondo, lo que subyace como causa es el modelo económico que concentra los ingresos por un lado, y que por otro lado, despoja de sus ingresos a la inmensa mayoría de los nicaragüenses, aunque no se vea”.
Explicó que este ‘despojo’, ocurre —entre otros— con los precios del combustible, o de la electricidad. “Es una economía que descansa en unos pocos rubros, y las ganancias, las utilidades de esos rubros, se concentran en una minoría y en consecuencia, no filtran al conjunto de las empresas ni al conjunto de las familias”.
Si bien la propaganda oficial alaba la decisión de ‘congelar’ el precio de los combustibles, Sáenz opina que eso es “una patraña”, porque congelaron los precios del combustible, pero no congelaron las ganancias de quienes están en el negocio del combustible.
Su criterio es que cuando disminuyen los precios internacionales del petróleo, debería haber un alivio en los precios internos, “pero los mantienen congelados”, lo que “no tiene ninguna lógica”, por lo que instó a convertir cada disminución internacional del precio, en un alivio para las empresas -que son las que generan empleo- para las familias, y para la economía del país.
En vez de ello, las empresas deben soportar una persecución gubernamental que se apoya en la Dirección General de Ingresos, la Dirección General de Servicios Aduaneros o las alcaldías, con lo que los recursos del sector empresarial “que podrían destinarse a generar más empleo, a mantener la actividad económica, a modernizar las plantas dentro de… este ambiente de incertidumbre donde la falta de libertades, de derechos, es una limitante para los inversionistas, pasan a poder del Estado para que puedan mostrar estos indicadores”.
El resultado es una migración masiva que calcula en unas 300 000 personas (incluyendo a miles de simpatizantes del régimen) y que, de seguir igual, podría llevar a la expulsión del 9% de la población al final del año. Esto es “una de las mayores tragedias de la historia de Nicaragua, porque ni hay guerra, ni hay una catástrofe natural”, señaló.
Si bien es cierto, eso llevará a que las remesas se acerquen a los 3000 millones de dólares en el este año, mucho más que los ingresos tributarios presupuestados para el mismo período, Sáenz invita a leer esas estadísticas desde la perspectiva del sufrimiento, la separación de las familias, las personas que murieron tratando de llegar a Estados Unidos, y la pérdida de la esperanza entre los jóvenes, que ven cómo su nación no puede ofrecerles oportunidades para forjarse un futuro mejor.