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A 78 años: verdades y mentiras sobre origen de una ley

Desde que fue anunciado el Código del Trabajo contó con el rechazo de políticos y patronos conservadores y liberales, que lo vieron como confabulación

Monumento a obreros, en Managua. // Foto: Tomada de Mapio.net

Onofre Guevara López

20 de septiembre 2022

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En el calendario histórico no hay día que no señale el aniversario de cualquier suceso, aunque hay sucesos cuyos aniversarios no son objeto de conmemoración. Hay otros sucesos que solo merecen un mal recordatorio. Vamos a referirnos al Código del Trabajo, que el 23 de septiembre 2022 cumplirá 78 años de haber sido aprobado (y promulgado en febrero de 1945).

En torno a la ley citada hubo y hay intereses de clase contradictorios. En 1944 y  1945, las contradicciones políticas produjeron muchos sucesos que tuvieron relación intrínseca con la política partidaria dictatorial de entonces, entre ellos la aprobación del Código del Trabajo, único suceso que perdura.

El origen del Código del Trabajo comenzó a finales de la década del 30, y se trató de un asunto que –como todo asunto social y político— aún tiene un inevitable componente dialéctico: bueno para unos y malo para otros.

Aquellos sucesos fueron parte de los años inaugurales de la carrera de Anastasio Somoza García hacia el poder, y después pasó a la lucha contra la oposición a sus maniobras reeleccionistas. Pero la idea de explotar políticamente con una ley laboral, comenzó cuando estaba en pleno arranque de su mandato dictatorial originado en el período final de la presencia física de la intervención armada de los Estados Unidos, 1927-1933.


El 1927 había significado el principio de los seis épicos años de la lucha del general Sandino y sus combatientes campesinos en contra del Ejército estadounidense de ocupación que, para entonces, comenzaba a lucir sus credenciales imperialistas ganadas en la guerra de rapiña contra la España colonial decadente de 1898. Lo que no quiere decir que no cuenta el despojo de la parte norte del territorio mexicano, aunque aún no tenía un pleno carácter imperial, sino en su aspecto expansionista.

Catorce años después de haberse engullido Las Filipinas, Cuba y Puerto Rico, en 1912 ese Ejército pisoteó tierra nicaragüense convirtiéndola en un protectorado, con todas las indignidades del caso y lo que le pudo ofrecer la colaboración la oligarquía conservadora, y más tarde la burguesía liberal.

II

Obligado a salir del país por la lucha sandinista en 1933, Estados Unidos dejó estructurado un Estado con una Guardia Nacional bajo su dependencia política, militar y diplomática, y se cobró a través de Somoza García la humillación que le propinó Sandino, asesinándolo un año después (1934).

No obstante, en aquella situación, no se pudo evitar el proceso del desarrollo político y social, aun con sus naturales limitaciones, se manifestaron las inquietudes organizativas de los trabajadores en un país capitalista atrasado y mediatizado.

El primer sindicato, el de zapateros, se organizó hace cien años (1922) y en el resto de los años veinte creció la organización sindical; en 1931, se organizó el Partido Trabajador Nicaragüense, y –sindicatos y partido— definieron entre sus objetivos inmediatos la demanda por una ley laboral que protegiera a los trabajadores.

Un año después de que Somoza García se hiciera del poder con el golpe de Estado a Juan Bautista Sacasa, ascendió a la presidencia, y en 1939 una Constituyente elaboró su nueva Carta Magna. En vísperas de esta Constituyente, fue el momento en que Somoza García lanzó su primer anzuelo al movimiento sindical organizado por el PTN: prometió a cuatro dirigentes de este partido que los haría diputados para que defendieran su proyecto de ley de garantías laborales.

Atraídos por esa promesa, aquellos líderes comenzaron su labor política para tratar de convertir al PTN en el brazo político de Somoza entre la clase trabajadora, lo cual no lograron, pero dividieron a la dirección del partido entre somocistas y quienes siguieron siendo independientes.

No pudieron cumplir su misión, porque estaban en minoría, y por eso Somoza les negó las curules. Sin embargo, como ya estaban comprometidos con el aspirante a dictador, no cejaron en su empeño de atrapar la conducción del partido, ayudados por la persecución, los encarcelamientos y el destierro de varios dirigentes. Lograron liquidar al PTN (1939) pero el código laboral siguió siendo un deseo para los trabajadores.

III

El trabajo político y organizativo sindical no cesó. En 1940 se avanzó con las actividades sindicales y para 1944 el movimiento ya había crecido, y las demandas –entre ellas la ley laboral— de nuevo estuvieron en su agenda. Para este año, Somoza ya había iniciado su campaña política para su relección y también había encontrado una fuerte oposición, aunque, como siempre, dispersa.

Ya había surgido el Partido Liberal Independiente –desprendido del partido Liberal somocista en abril de 1944— y el Partido Socialista Nicaragüense surgió en julio de 1945; además, el movimiento estudiantil universitario se había activado desde 1944 contra la reelección de Somoza. El Partido Conservador –disminuido, dividido y sin el favor imperial que entonces era para Somoza— seguía al frente de la oposición formal, porque era el único con personería jurídica después del partido oficialista. La tarea del momento era oponerse a la reelección de Somoza García, para disputarle al somocismo el poder en las elecciones de noviembre de 1946.

A pesar de la dispersión opositora –cada quien luchaba por su lado— Somoza se sintió presionado y, buscando salvar su situación recogió el olvidado proyecto del Código del Trabajo, y su congreso lo aprobó en la fecha señalada. Pero tampoco le resultó, porque la presión política contra su reelección lo obligó a renunciar y a buscar un sustituto –el doctor Leonardo Argüello— quien 26 días después fue víctima del golpe de Estado de su propio padrino. Una historia muy conocida.

IV

Pero el Código del Trabajo ya estaba vigente. Bueno es recordar que el proyecto original de la ley laboral había sido elaborado a petición de los sindicatos por los abogados amigos: doctor Ramón Romero, liberal, y doctor Gustavo Manzanarez, conservador. La suerte del Código estaba echada. Seguiría vigente hasta el día de hoy –78 después— pero fue objeto de sabotaje desde el primer día por los mismos funcionarios somocistas. Primero, por el Ministerio de Agricultura y Trabajo y después por el Ministerio del Trabajo, y en ambos casos estuvo al frente Ramiro Sacasa Guerrero.

Desde que fue anunciado el Código del Trabajo contó con el rechazo de políticos y patronos conservadores y liberales. Subsistir entre ese rechazo y su sabotaje ha sido la historia de esta ley laboral. Antes y después de aprobado, recibió furiosos ataques clasistas ultrareaccionarios, calumniosos, con argumentos primitivamente anticomunistas nunca vistos antes contra ninguna otra ley en la historia nacional.

La condena de clase fue inapelable: los políticos y patronos reaccionarios determinaron que el Código del Trabajo lo quería Somoza para “implantar el comunismo”, y que los obreros “comunistas” lo apoyaban porque también eran “somocistas”. Fue un carnaval grotesco en donde la atrasada burguesía exhibió una colección arqueológica de sus ideas con todos los matices de su egoísmo de clase social subdesarrollada.

Pero esas ridiculeces que exhibieron los enemigos de la ley, rompieron la unidad de los trabajadores que apenas despertaban a la lucha social en busca de una conciencia de clase, y cuyos sindicatos apenas habían crecido bajo la permanente represión. Y la campaña reaccionaria tuvo sus efectos:

  1. a) La parcialidad burocrática en favor de la patronal a la hora de aplicar la ley laboral; b) muchos trabajadores que habían pensado que el Código resolvería todos los conflictos laborales a su favor, comenzaron a desanimarse; c) aceleró a la represión antisindical en fábricas y talleres; d) algunos jueces e inspectores del Ministerio del Trabajo, encontraron una fuente de coimas en los conflictos obrero-patronales; e) hubo deserciones entre la militancia de los sindicatos.

Todo eso significó una victoria patronal sobre los trabajadores. Para el somocismo el Código del Trabajo fue siempre un doble jugo político: los 34 años posteriores de dictadura somocista (1945-1979) fue utilizado en su propaganda política como símbolo de su “amor” a los trabajadores y por progreso social; pero durante todo ese lapso la misma dictadura se encargó de administrar el Código del Trabajo a favor de los intereses patronales, los cuales también eran sus intereses.

Y hasta hoy, la derecha conservadora ha visto el Código del Trabajo, desde los últimos años del decenio de 1930, como resultado de una confabulación de los “comunistas” con Anastasio Somoza García, o viceversa: de Somoza con los “comunistas”. Todo un ejemplar de primitivismo ideológico.

Otros aspectos sociales…

Al margen de estas cuartillas

*Aquel reflujo de la lucha sindical no fue para siempre, y pronto se reactivó la reorganización…

*Se superó el desánimo causado por los despidos, las expulsiones del país de dirigentes, el encarcelamiento de sindicalistas, y las deserciones…

*El sindicalismo creció y dio nuevas peleas bajo el somocismo hasta llegar a 1979...

*La ilusión de nuevo hizo crecer la organización sindical en mucha mayor cantidad que…

*Se abocó a nuevas tareas… y nuevos obstáculos aparecieron: la revolución les encargó a los obreros misiones armadas que nunca rehuyeron…

*No se lo permitían sus convicciones, pero fue una tarea no apta para su escasa preparación militar…

*Una serie de complejos sucesos determinaron aquella situación, pero se puede intentar una explicación somera:

*Es verdad que con el cambio revolucionario se logró una libertad de organización sindical nunca antes gozada…

*Pero la ampliación del sindicalismo no significó un crecimiento ideológico de los trabajadores al mismo tiempo…

*El sindicalismo sandinista (CST) nació sobre la base del sindicalismo histórico socialista de la CGT-Independiente…

*No obstante, sus dirigentes fueron sustituidos por obreros sin mucha experiencia sindical, solo por su participación armada en la insurrección…

*Ese sectarismo minó la capacidad de dirección, y la orientación del sindicalismo pasó a depender de funcionarios del FSLN…

*A pesar de eso, se hicieron esfuerzos por crear la unidad con los sindicatos no sandinistas en una sola central, pero no fue posible…

*A la derrota electoral del 90, líderes del sindicalismo oficial emularon a muchos funcionarios del Gobierno con la fatal práctica de la Piñata…

*Con semejante mala experiencia el sindicalismo cayó en manos de oportunistas ligados al orteguismo autoritario…

*Y, en la campaña electoral para las elecciones de noviembre del 2006, Daniel Ortega y Gustavo Porras, redefinieron sus tareas comenzando con Fetsalud, con el fin de que…

“… disminuya su beligerancia para que al estar en el Gobierno contemos con una fuerza sindical adormecida y que apoye los planes y estrategias del Minsa que será administrado por nuestro partido en el poder y sirva de barrera a las otras organizaciones sindicales que tratarán de levantar protestas y reclamar sus derechos”...

(Párrafo de un documento firmado por Gustavo Porras)

Más claro no podía cantar un gallo ennavajado. La tarea la han cumplido con creces, y a 78 años del Código del Trabajo, el sindicalismo oficial es la barrera que impide la autonomía sindical.

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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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