12 de septiembre 2022
La propuesta de nueva Constitución para Chile fue rechazada por casi un 62% de los votantes. Este porcentaje tan abultado asombró a todos y desató una búsqueda febril de explicaciones. A mí, la coincidencia con esa cifra me recordó la novela de Julio Cortázar, “62 / modelo para armar”.
Los valientes lectores de esta obra, la más difícil del escritor argentino, nunca han logrado desentrañarla del todo. Como ese “modelo” literario, este resultado político es un rompecabezas complejo.
Las encuestas quedaron muy lejos de predecir los resultados del plebiscito constitucional. Pocos días antes de la votación encuestadoras prestigiosas, centros de estudios y universidades, anticipaban que el Rechazo podría imponerse con una ventaja de cinco o seis puntos. Otros ampliaban esa brecha a diez o doce puntos. Por su parte, los modernísimos estudios algorítmicos de preferencias en redes sociales, que habían acertado en algunas elecciones recientes, anunciaban que el Apruebo ganaría con un 55%.
A la postre, los analistas de datos y las inteligencias artificiales, fallaron tan estrepitosamente como lo hicieron nuestras modestas “inteligencias particulares”. Nadie pudo predecir que apenas un 38% de los votantes aprobaría el proyecto constitucional, mientras que el Rechazo obtendría una ventaja enorme: 24 puntos porcentuales.
Un fallo tan masivo en las encuestas sugiere que muchos partidarios del Rechazo no se atrevían a confesar que lo eran, seguramente por miedo. El chilenísimo miedo a discrepar, y el moderno temor a ser cancelado por los grupos vociferantes que dominaron la discusión política en la Convención y en el país, se sumaron para acallar cientos de miles de preferencias. Pero, en la privacidad solitaria del cubículo de votación, esos silenciados sacaron su voz masivamente.
El resultado del plebiscito también desmoronó otras predicciones que parecían seguras. Esta propuesta de Constitución, plurinacional y muy indigenista, fue rechazada abrumadoramente en las zonas con mayor población indígena.
Por ejemplo, en Colchane, una comuna donde los aimaras suman el 78%, el Rechazo ganó con un 94,7% de los votos. En el Alto Biobío, con un 84% de población mapuche, sólo un 28% marcó Apruebo. Esa desaprobación mayoritaria confirma, además, que el terrorismo que asola sectores del sur de Chile es obra de grupúsculos mapuches radicalizados que no representan a su pueblo.
Algo semejante ocurrió en las comunas más pobres de Chile. Los desposeídos y “abusados”, que la propuesta constitucional decía representar, rechazaron ese proyecto aún más que los sectores socioeconómicos altos. En promedio, un 70% de los votantes de ingresos medios y bajos votaron por el Rechazo, mientras en los sectores de ingresos altos un 60% marcó esa preferencia. Incluso en comunas urbanas muy pobres, como La Pintana, cuya alcaldesa puso todo su poder municipal a disposición del Apruebo, resultó ganadora la opción contraria.
Ese último caso fue un ejemplo de la intervención gubernativa en favor del Apruebo. El presidente Boric recorrió parte del país explicando y firmando la propuesta constitucional. Recursos del aparato estatal fueron movilizados en apoyo de la opción aprobadora. Sin embargo, Chile votó mayoritariamente “Rechazo”.
Ese resultado evidenció, de nuevo, la existencia de un divorcio profundo entre las ideologías que dicen saber lo que quieren “los pueblos” y lo que estos realmente desean. Pasaremos mucho tiempo intentando armar el extraño “modelo” que nos dejó este resultado plebiscitario. Este puzle romperá muchas cabezas duras, introduciendo en ellas algunas interrogantes. Ojalá que así sea. En el proyecto constitucional que fue rechazado sobraron las certezas y escasearon demasiado las dudas.