4 de septiembre 2022
En San Juan de Dios, distrito del cantón de Desamparados, en San José, se ubica la “Fritanga Nicaragüense”. Un pequeño emprendimiento de Cándida López y de su hija Jenny Manzanares se ha convertido en uno de los lugares de comida nicaragüense más cotizados del sector —con significativa población nicaragüense—, gracias a su variado menú y auténtica sazón.
Originaria de Puerto Cabezas y criada en Carazo, López emigró hace 32 años a Costa Rica debido a la falta de empleo en Nicaragua. “Como pueden imaginarse, la vida de Nicaragua era muy dura. Tenía cuatro hijos pequeñitos y tenía que mantenerlos, entonces me vine buscando una mejor oportunidad de vida”, narra. Poco a poco, la familia entera se trasladó también al país vecino.
La venta de comida empezó a muy pequeña escala. “La idea vino de un amigo que vivía conmigo, vendíamos solo tacos y enchiladas por encargo, pero luego me independicé y al quedar mi mamá sin trabajo, le pedí que se uniera”, relata Manzanares. Luego de trabajar durante más de dos décadas en el servicio doméstico, López aceptó sumarse al emprendimiento de su hija.
Gracias a la asociación de madre e hija, lograron sumar más platillos típicos nicaragüenses al menú y atender a la clientela que requería el servicio de comida para llevar. Iniciaron con una parrilla improvisada: un aro de carro con tres patitas, un toldo, dos sillones donde las personas esperaban por su pedido. “Y luego la misma gente, poquito a poco, fue haciendo grande la fritanga, porque uno venía a comer y le decía al otro que había una fritanga aquí y por eso se fue haciendo más grandecito el negocio”, cuenta López.
“La gente quería venir a comer con su familia- continúa- y para eso logré sacar una patente, porque comenzamos sin papeles y sin nada, y aquí en Costa Rica no se mueve ningún negocio si uno no tiene una patente”. López hace referencia a los permisos necesarios que las personas deben solicitar a la municipalidad para emprender cualquier actividad comercial que necesita un local fijo.
En orden con la “muni”
La falta de permisos supuso el reto más grande que enfrentaron Cándida y Jenny. Cualquier negocio en Costa Rica, en especial de alimentos, debe cumplir una serie de trámites y requisitos que permitan formalizar el emprendimiento y evitar el decomiso de sus productos por parte la municipalidad, como fue su caso.
“Eso fue triste, porque al comienzo venía la “muni” y nos quitaban nuestras cositas, nos las botaban. Me quitaban las parrillas. Me quitaban el toldito. En Nicaragua en cada esquina hay una (fritanga) y nadie dice nada, en cambio, aquí no”, compara López.
Les tocó formalizarse para crecer. Luego de que se pusieran en orden con la “muni”, como le llaman comúnmente a la municipalidad en Costa Rica, comenzaron a invertir en el local haciendo un porche techado donde ubicaron entre cinco a seis mesas grandes. “Ya pagamos Ministerio de Salud, pagamos Hacienda, pagamos Municipalidad y nos tocó adaptarnos al ritmo de ellos”, dice López.
Una empresa familiar
Fritanga Nicaragüense tiene ya ocho años de existir y su personal está conformado por ocho mujeres nicas que se encargan de la preparación del menú y la atención a los comensales. López lo llama “una empresa familiar”, ya que son su mamá, hijas, nueras y cuñadas quienes trabajan junto a ella.
Atienden todos los días de la semana, hasta las once de la noche. De lunes a viernes, abren a las dos de la tarde; y los fines de semana comienzan a atender desde las once de la mañana. También cuentan con servicio de entregas exprés.
La clientela es diversa y la sazón nica ha fascinado a colombianos, venezolanos, dominicanos y los costarricenses que viven en esa zona de San José. “Vieras qué bonito, la gente que viene probó la sazón y le gustó”, indica López.
Ofrecen tajadas con carne de cerdo y res, enchiladas de arroz y carne, tacos de carne de res, papa rellena de queso con carne desmenuzada, vaho, chancho con yuca, sopa de mondongo, de res y de albóndiga, nacatamales, quesillos, buñuelos y cajetas. También ofrecen refrescos naturales, como el cacao y el arroz con piña.
Esta diversidad de platillos y la sazón que le caracteriza mantiene el lugar lleno de clientes que desfilan durante todo el día. “Venimos a este lugar por mi hermano, que es tico. Yo vivo en California y no quería regresarme sin comer algo de mi país”, comenta Carla Aguilar, una nicaragüense que emigró a Estados Unidos hace 20 años y está de visita por Costa Rica.
“La sazón es de calidad, cien por ciento delicioso, como puede ver no dejamos nada aquí (en el plato) y la conexión es maravillosa, es sentir como que vine a un pedacito de mi tierra”, cuenta Aguilar.
La atención es otra de las cosas que agrada a los comensales frecuentes. “Me hacen sentir que estoy en Nicaragua, la calidad de atención de las muchachas es muy buena y la sazón inigualable”, indica Efraín Marcia, un nicaragüense vecino de la zona quien, al menos una vez a la semana, pasa comprando enchiladas y nacatamales.
López reconoce con orgullo que su sazón es muy buena. “La forma en que arreglamos las carnitas y el amor que le ponemos a nuestra comida es lo que a la gente le gusta… las cosas se tienen que hacer bien, pónganle amor a la comida”, aconseja.