20 de agosto 2022
A Jesús lo fueron a capturar de noche al Monte de los Olivos, gente armada contra un hombre que solo había predicado que Dios es padre y que es amor. El ejército salvadoreño llegó de noche a masacrar a los jesuitas mártires de El Salvador por enseñar desde la universidad que era posible un mundo más justo.
Esta madrugada la Policía Nacional ha llegado a allanar la Curia Episcopal de Matagalpa para llevarse secuestrado a Monseñor Álvarez y a sus acompañantes fuera de toda legalidad, sin una orden judicial, sin una acusación formal y en una hora que la ley de Nicaragua no permite el allanamiento. Las fuerzas del mal siempre actúan en la oscuridad, en las tinieblas, le tienen miedo a la luz, literalmente, tienen miedo de que el pueblo los vea, que sepan lo que son, que el pueblo se revele. El mal es opaco y falto de transparencia y la dictadura de Ortega-Murillo ha demostrado una vez más que son eso.
Por qué secuestran a Monseñor si ya lo tenían sitiado en la Curia Episcopal sin dejarlo salir, ni tener contacto físico con el exterior. Lo secuestran simplemente porque Monseñor Álvarez continuaba orando, cantando, hablándole a su pueblo y el pueblo acompañándolo por Facebook live en su rezo del rosario (104 mil reproducciones en su última transmisión). Monseñor Álvarez no se calló, siguió haciendo lo que siempre hace y que es su deber como pastor: orar, predicar, darle esperanza a su pueblo diciendo que Jesús es el Salvador y que el mal no prevalecerá para siempre.
En los comentarios de la transmisión de Monseñor Álvarez la mayoría de los creyentes no usaban términos políticos como dictadura o el régimen para referirse a los Ortega-Murillo y sus secuaces, sino que hablaban del mal, del diablo y de la bestia. El Pueblo de Dios sabe quiénes son esos demonios, saben del mal que están haciendo, saben que encarnan el pecado. Para los cristianos nicaragüenses el mal tiene rostro, nombre y apellido y actúa contra el bien y contra lo bueno. Pero los cristianos tienen fe de que eso no perdurará, de que Jesús venció a la muerte, a las tinieblas y que en algún momento tendrán libertad.
Muchas personas nos indignamos y preocupamos al ver las fotos del padre Sebastián López de la parroquia Santa Lucia de Ciudad Darío. Era ya el colmo de que no dejaran entrar a los creyentes a celebrar la misa en su templo. Qué amenaza “golpista” podía tener esa celebración. Yo vi las fotos y quedé impresionado, no porque habían cercado la iglesia o que el padre tuviera que celebrar la misa en el patio, estaba impresionado de ver a la anciana comulgando y al resto de fieles detrás de ella esperando poder hacer lo mismo, comulgar con Jesús, comulgar con la Iglesia como pueblo de Dios.
La fe de aquella anciana y todos esos creyentes era más fuerte que el temor a aquellos policías armados que de manera amenazadora no los dejaban entrar a la parroquia. A eso le tiene terror la dictadura, a esa fe que quita el miedo, a esa fe que mueve a la gente. Un amigo de Managua al ver aquella foto me dijo, “ahora voy a ir a misa, es lo mínimo que puedo hacer en contra del régimen, apoyar a mi Iglesia”. La Eucaristía es un acto liberador y no dudo que los templos se llenarán más que nunca. Los sacerdotes no hablarán de política, solo le darán esperanza al pueblo de que el Reino de Dios está cerca.
Muchos analistas han escrito sobre el papel de la Iglesia Católica en la caída del régimen comunista de Polonia, que era intolerante con la religión. La acción reivindicativa de los polacos ante el régimen fue construir templos, en un período de 30 años construyeron cerca de 4,000 iglesias. Los católicos llevaban los materiales, piedra sobre piedra, los artesanos hacían los altares y elaboraban las bancas.
Aquello era un símbolo de protesta, callado, constante, que fue alimentando la esperanza de la gente. Esos son testimonios del poder liberador de la fe. En Nicaragua los cristianos apoyaron al derrocamiento de Somoza y en los 90 contribuyeron a la derrota electoral del sandinismo y la dictadura lo sabe.
El régimen cree que le ha quitado la libertad a Monseñor Álvarez, pero él es un hombre libre, quizás ya no le veremos en Facebook Live, pero los creyentes saben que Monseñor en donde quiera que esté seguirá orando, pidiendo por su pueblo y el pueblo orará con él y por él, lo tendrá presente todos los días. Monseñor Álvarez no ha sido derrotado.
El régimen debe saber que de la oración los cristianos pasamos a la acción. No tomaremos las armas porque la violencia no es el camino, pero cada uno hará todo lo que pueda dentro de sus posibilidades para derrotar a este demonio.