19 de agosto 2022
Flanqueado por las banderas de Nicaragua, el Frente Sandinista, y la Iglesia católica, el obispo de la diócesis de León y Chinandega, monseñor Sócrates René Sándigo, posa junto al alcalde Róger Gurdián. Su rostro sonriente celebra la inauguración del nuevo jardín trasero de la catedral de León, una obra de la alcaldía sandinista para embellecer el templo madre de la ciudad. Mientras, en la diócesis de Matagalpa, ese mismo régimen que custodia a Sándigo mantiene secuestrado al obispo Rolando Álvarez en la Curia Episcopal y otros tres sacerdotes se encuentran en las cárceles de diferentes partes del país.
Pero monseñor Sándigo permanece indiferente, no pronuncia ni una palabra sobre la escalada represiva del régimen sandinista en contra de la Iglesia. En cambio, se levanta de su silla para cortar el listón, que este 12 de agosto colocaron trabajadores de la municipalidad, para inaugurar el jardín de la catedral. Sonríe mientras es ovacionado por comerciantes del mercado central y otro religioso le acerca una pana con agua bendita para que les eche la bendición.
Contrario a lo que sucede en el norte del país, donde el régimen ha cerrado decenas de radioemisoras católicas y asedia los templos en Matagalpa, Ciudad Darío, Sébaco, y Mulukukú, en la Diócesis de Occidente prevalece un ambiente festivo. Es la víspera de la celebración de la tradicional Gritería Chiquita y las autoridades trabajan a marcha forzada para garantizar una gran celebración en la plaza Juan José Quezada de la ciudad. La Policía, que en Managua hostiga a los asistentes al Congreso Mariano, en Occidente acompaña a los peregrinos hasta el volcán Cerro Negro con una imagen de la Virgen María.
El silencio de monseñor Sándigo tiene contentas a las autoridades del Gobierno. La presidenta de la Corte Suprema de Justicia, Alba Luz Ramos, originaria de León, asiste puntual a la misa solemne de este 14 de agosto. Se sienta en primera fila junto al alcalde Gurdián. Ambos se santiguan, escuchan atentos el sermón del obispo y después de comulgar se retiran del templo minutos antes que inicie la celebración popular.
En sus homilías monseñor Sándigo nunca habla de los problemas que agobian a la sociedad, el desamparo de los desempleados y la migración masiva. No menciona las violaciones a los derechos humanos de los nicaragüenses, ni la persecución religiosa que hay en el país. Sin embargo, prevalecen en la memoria colectiva sermones y declaraciones que brindó cuando aún era obispo de la diócesis de Juigalpa, Chontales, en los que dejaba en evidencia su simpatía con el régimen sandinista.
El 8 de mayo 2018, por ejemplo, durante el 38 aniversario de las apariciones de la Virgen María en Cuapa, el entonces obispo de Juigalpa criticó durante su homilía el papel de mediador de la Iglesia católica en las protestas masivas contra el régimen de Ortega.
“Perdónanos madre por ser causantes de esta violencia y por incitar a la violencia, porque también hemos pecado incitando a la violencia cuando el papel nuestro debió de ser de mediadores, de apaciguadores y de promotores del diálogo y de la paz”, dijo entonces el obispo. Días después señaló que sus palabras fueron sacadas de contexto.
Dos años antes, en octubre de 2016, Sándigo provocó una controversia por unas declaraciones que brindó a medios de propaganda oficialista, en las que aseguró que los miembros del Movimiento Campesino Anticanal eran manipulados por dirigentes del otrora Movimiento Renovador Sandinista (MRS).
El silencio del obispo
Ante la nueva escalada represiva contra la Iglesia, el obispo Sándigo únicamente ha firmado un pronunciamiento de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) en el que los jerarcas católicos expresaron su “fraternidad, amistad y comunión episcopal” al obispo de Matagalpa, que se encuentra detenido en la Curia Episcopal y está siendo presionado por el régimen sandinista para que abandone el país bajo amenaza de encarcelarlo.
Junto a monseñor Álvarez también están retenidos en la curia los sacerdotes José Luis Díaz y Sadiel Eugarrios, primer y segundo vicario de la catedral de San Pedro, respectivamente; Óscar Escoto, párroco de la iglesia Santa María de Guadalupe; Ramiro Tijerino, rector de la Universidad Juan Pablo II y encargado de la parroquia San Juan Bautista; Raúl González, los seminaristas Darvin Leyva y Melkin Sequeira y el camarógrafo, Sergio Cárdenas.
Este 15 de agosto monseñor Sándigo tampoco dice nada sobre los hostigamientos y encarcelamiento a obispos y sacerdotes nicaragüenses. Su homilía pareciera haber sido extraída de otro contexto, uno en el que se habla de manera abstracta sobre el amor de Dios y la Asunción de la Virgen María.
“Dios está cerca, está entre nosotros y la Virgen se va, pero se queda. Es asunta, pero manifiesta en esa imagen la presencia amorosa de Dios, en su maternidad, en su dulzura. Por ende, nosotros hemos de salir confiados de que no estamos haciendo caminos solos, que con nosotros va el Señor, va la Virgen”, exclamó el obispo.
Sándigo tampoco se ha manifestado sobre los encarcelamientos que el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo ha ejecutado contra los sacerdotes Manuel García, de Nandaime; Leonardo Urbina, de Boaco; y Óscar Benavidez, de Mulukukú. El primero fue acusado por una supuesta agresión contra una mujer, el segundo por la violación a una menor y el tercero está bajo investigación. Sin embargo, los juristas independientes cuestionan que se ha fallado al debido proceso en todos estos casos.
También el párroco Vicente Martínez, de la parroquia Santa Lucía, en Ciudad Darío, Matagalpa, permanece bajo asedio policial, hasta el punto que el vicario Sebastián López tuvo que celebrar la misa detrás de la malla perimetral del templo. Pero nada de esto se habla en la diócesis de León.
Su llegada a la iglesia de León
Monseñor Sándigo Jirón, de 57 años, asumió la diócesis de León el 24 de agosto de 2019, en un acto sobrio, sin sorpresas, y tan medido, que parecía que todos los asistentes seguían un guion. No hubo un solo exceso de cariño. Tan comedido que parecía que los leoneses estrenan obispo un día sí, y el otro también.
Sándigo fue recibido por un pequeño grupo de sacerdotes y feligreses en Nagarote, de ahí siguió en caravana —a bordo de su camioneta— hasta la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe, en León, donde lo esperaban a ritmo de bandas de guerra, cohetes y el talán, talán, tolón, tolón de las campanas.
Su recorrido de la iglesia a la catedral fue vigilado de cerca por el sancionado comisionado general Ramón Avellán, subdirector de la Policía del régimen, y el comisionado mayor Fidel Domínguez, jefe policial de León. Ambos han sido señalados por organismos nacionales e internacionales de graves violaciones a los derechos humanos de los ciudadanos.
El acompañamiento policial generó críticas hacia el obispo de quienes señalan su complacencia con la dictadura de Daniel Ortega. “Hoy no es fácil ser sacerdote, no es fácil ser obispo. Hoy te dan palo por una cosa y por otra. Si volvés a este lado, te critica el de este lado; y si volvés a ver este lado, te critica el de este lado. Aguantemos mecha”, se quejó Sándigo durante su homilía a su llegada a León. Desde entonces sigue sin referirse a la represión policial que hoy persigue a la Iglesia católica.